Cuba y el valor de una experiencia por el socialismo

Cuba aparece en el centro del debate político, con protestas y desordenes el pasado domingo 11 de julio, seguida de la respuesta gubernamental y de la propia organización popular en defensa del proceso cubano.

Los acontecimientos motivan interpretaciones y acciones muy disimiles que interesa considerar en un marco de agravamiento de la situación sanitaria y económica en el orden mundial. Desde la derecha y la contrarrevolución, local, regional y global, se apuró un nuevo grito de final de la experiencia, como en variadas ocasiones previas, incluso antes de la caída del muro de Berlín y la desarticulación de la URSS. Es un grito que confunde el deseo de enterrar el proceso cubano por el fracaso reiteradamente mencionado de la experiencia con la dinámica de un fenómeno social, político, cultural que sostiene un debate en su interior por la permanente recreación, con la especificidad temporal de materializarse ahora bajo la dirección de una nueva camada de conducción. Esa renovación generacional en la dirección es aún mayor si remitimos al universo de la población.

¿Cuántas generaciones caben en la historia desde 1953-1959 al presente?

La camada del Moncada tiene su impronta diferenciada de otros momentos, tal como los que define la vivida en la Sierra Maestra o la acumulación de lucha popular para el logro del triunfo del primero de enero de 1959. Playa Girón y muchísimos episodios posteriores definen cada momento y generación de revolucionarios locales, interactuando con la dinámica de lucha de clases global, en donde la ofensiva capitalista de mediados de los años setenta del siglo pasado impactó de manera muy especial en América Latina y el Caribe, territorio de ensayo de la ofensiva neoliberal que luego se instaló como propuesta hegemónica en el capitalismo global. Vale recuperar en sentido histórico el carácter fundante de las dictaduras del cono sur de América para instalar la hegemonía neoliberal en la gestión de los gobiernos regionales, muy especialmente el Consenso de Washington en los noventa. En ese contexto se valora la continuidad del proceso cubano con todos los errores, especialmente identificados por la propia conducción de la generación de la revolución, el burocratismo y la falta de sensibilidad revolucionaria para cambiar todo lo que deba ser cambiado.

¿Quedó Cuba y sus nuevas generaciones afuera del impacto de la restauración conservadora de los años 80/90 en el ámbito mundial?

Incluso en lo material del modelo productivo cubano, la debacle de Europa del Este supuso una nueva renovación tecnológica. La vinculación con la URSS en los 60/70 significó un cambio en la tecnología y la gestión de la economía, tanto como su inserción internacional. En los 90 hubo que empezar nuevamente, en el marco de una brutal ofensiva capitalista contra el trabajo, la sociedad y la naturaleza. Venezuela y el cambio político en la región, con la renovada discusión por la integración no subordinada abrigó esperanzas de ir más allá del territorio insular en el proyecto por transformaciones estructurales. Eran los tiempos del desembarco de China en la región y con ello el crecimiento de la presencia comercial, económica, y financiera de la potencia emergente en disputa con EEUU. Se habilitaban esperanzas de retomar una perspectiva articulada de inserción en la producción y circulación de bienes y servicios, muy matizada es cierto, y pronto abortada, no solo por sanciones imperialistas, sino por la dinámica nacional de los procesos involucrados. En ese contento, en 2011 se proponen cambios profundos en la organización económica de Cuba, en proceso actual, especialmente con el ordenamiento monetario a comienzos del 2021. Construir la nueva sociedad sobre la base de la anterior, ampliamente diseminada en el sistema mundial, es un desafío gigantesco, fácil de criticar fuera del proceso cotidiano.

Cada generación lleva adelante un proceso de lectura y relectura de la realidad, de la historia y de los desafíos a encarar para seguir pensando críticamente la realidad. Una interpretación de la realidad fue realizada por los jóvenes revolucionarios de los 50/70 en tiempos del origen de la revolución. Es una experiencia generacional desplegada en un momento de máxima acumulación de poder popular en la región y en el mundo, en donde Cuba incorporó una cuota importante de esperanza por el cambio anticapitalista y la perspectiva socialista. La historia continua y el debate y las luchas también, para retrasar o revertir el proceso cubano o para hacerlo avanzar, es parte del desafío histórico. Eso le toca a la generación actual de revolucionarios cubanos y en la medida de lo posible pretendemos aportar, haciendo avanzar la revolución en otros territorios.

Con Cuba, América Latina ingresaba en la historia del proyecto socialista para la humanidad y rápidamente ganó la simpatía de los pueblos y el odio de las clases dominantes en el mundo, especialmente en EEUU. Por esa representación cultural instalada en el ámbito mundial, con fuertes imágenes de sus principales líderes históricos, Fidel, Raúl, Camilo y el Che, no sorprende el inmenso apoyo social y político mundial de una izquierda diversa, la que asume sin reparos la referencia y defensa del proceso revolucionario cubano. Algunos discuten puertas adentro los límites de la experiencia (burocratización, ineficacia, etc.) y los desafíos del presente, pero atentos a que lo principal es la concentración en Cuba de la dinámica de lucha de clases mundial. La dominación nunca aceptó que en su vecindad se asentara una propuesta que genera expectativa y esperanza en el mundo. Por eso la invasión del 61 y las sanciones, con el bloqueo genocida prácticamente desde el inicio. Todo agravado con Trump y no revertido por Biden.

Una cosa es la crítica en el marco de la experiencia y otra muy distinta es la descalificación, algo que involucra a algunos discursos que disputan la representación política de la izquierda. El propio Presidente Miguel Díaz Canel señaló la existencia de revolucionarios en las protestas, junto a parte de la población descontenta con la cotidianeidad, diferenciando a éstos, de otros protagonistas de los episodios, subordinados a la lógica injerencista promovida desde el imperialismo estadounidense, abonado con presupuestos que animan el disenso en la sociedad cubana. Por eso hay que destacar el combate a la contrarrevolución y la apertura a las demandas por resolver en difíciles condiciones la continuidad de la búsqueda por el socialismo.

No hay duda que Cuba mueve las pasiones, a favor y en contra. No resulta un proceso intrascendente, lo que motiva el odio conservador y reaccionario de los defensores del capitalismo y el apoyo solidario, aun con miradas críticas del amplio espectro de la crítica al orden capitalista. En ese marco de contradicciones, la experiencia cubana se sostiene empecinadamente en la enunciación por construir el socialismo, que sigue siendo una asignatura pendiente. Pendiente sí, pero constituye una seria amenaza al régimen del capital en tanto expectativa esperanzadora para los pueblos del mundo. Por eso el ensañamiento de la política exterior estadounidense y los bloques de poder a él asociados en el sistema mundial, más allá de que en las recurrentes votaciones en Naciones Unidas, solo Israel acompañe a EEUU en el sostenimiento del bloqueo a Cuba. ¿Qué ocurre con el resto de los países que no materializan en la cotidianeidad el boicot al bloqueo? En la dominación del capital transnacional y el peso del Estado estadounidense debe encontrarse la respuesta. Solo a modo de ejemplo puede pensarse el alcance de la solidaridad con Cuba de un país como la Argentina, “negociando” en la coyuntura una impagable deuda externa con el FMI y su socio principal, EEUU.

Por eso, en la actualidad, lo primero es terminar con el bloqueo genocida, lo que habilitaría a una discusión sobre la posibilidad de construir un presente y un futuro para Cuba sin las restricciones externas. Cuba resolvió como nadie en la región la producción de la vacuna contra el COVID19, algo que podría potenciarse desde la integración regional y señala caminos de una cooperación regional con beneficio de toda la región. Cuba vale por su experiencia en la propuesta enunciada reiteradas veces en contra del capitalismo y por el Socialismo. Es lo que no le perdonan desde el orden capitalista, mucho menos su vecino imperialista, que necesita a toda América sujetada a su proyecto, bajo dirección republicana o demócrata y sus formas distintas, que vale diferenciar, pero siempre desde una lógica de dominación asentada en la política exterior estadounidense de dominación.

Cuba está en el debate y no resulta ajeno al propósito histórico de liberación de nuestros pueblos a la sujeción al orden del capital. La experiencia cubana debe valorarse críticamente, especialmente cuando la dominación capitalista mundial la bloquea.

Julio C. Gambina

Julio C. Gambina: Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.

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