¿A dónde nos llevan los arrebatos de Estados Unidos contra China?
El antiguo líder del planeta –otrora paraíso de la libertad, la democracia y los derechos humanos y ejemplo indiscutible — se rehúsa a salir del escenario mundial en forma elegante como lo haría un actor inteligente y, sin esperar a que le indiquen la puerta de la salida, opta más bien por patear, ñarrear, berrear y hacer todo un papelón, gritando y vociferando hasta no más como niño malcriado que ha sido expulsado del juego por mala conducta y actitudes antideportivas.
Lo peligroso es que este niño chillón lleva en cada mano un racimo de ojivas nucleares con los cuales amenaza volar y hacer desaparecer a todo un tranquilo vecindario que ninguna culpa tiene de los achaques berrinchosos de este mal nacido, que no deja de lanzar golpes y patadas a tutiplén, a diestra y siniestra, tan solo porque le quitaron la pelota y lo sacaron del juego.
Veamos algunas de sus hazañas.
Estados Unidos no obedece y viola todas las reglas: las de la OEA, que recibió la última palada con el golpe sucio al presidente Evo Morales. Las de la ONU, que se hala los pelos sin saber qué hacer frente al escuincle pelirrojo que a cada minuto inventa una ñamería o mamarrachada, por ejemplo, contra la Organización Mundial de la Salud (OMS), cuyas luces apagó de un portazo, y contra su “cómplice” (China).
Las de su propio (des)gobierno, que tiene a su Congreso, a los partidos políticos y a las fuerzas armadas patas p’arriba, ya que no saben qué hacer con un presidente patán, mal educado, mal hablado y vulgar que cree que el Cosmos gira en torno a su personal ego (y en torno a sus elecciones) y que el Coronavirus es resfriado pasajero.
¿A qué se debe este desbarajuste? Principalmente, a que Donald Trump es el presidente más extravagante y a la vez más peligroso en la historia de la humanidad, para quien es perfectamente natural, por ejemplo, poner al Director de la CIA (departamento de espionaje) a la cabeza del cuerpo diplomático, como lo es el Secretario de Estado Mike Pompeo, quien alardea y sonríe públicamente de que miente, engaña, soborna y amenaza para lograr sus aviesos fines como parte de su oficio (ver: Pompeo, Hudson Institute).
El matón y ahora gritón del barrio acaba de cerrar el Consulado de China en Houston, Texas, acusando a Pekín de espiar de todo y a todos; amenaza de expulsión a estudiantes chinos en Estados Unidos bajo la falsa acusación de ser miembros de las fuerzas armadas de su país; acusa al Partido Comunista de China de atentar contra Estados Unidos y sus aliados y de ser amenaza para la Civilización Occidental, incluido el Cristianismo (con C mayúscula); prohíbe a todos los países comerciar con China y sanciona a personas, empresas y gobiernos que lo hagan (sin excluir a Irán, por supuesto); sataniza a Huawei y al 5G, acusando a la empresa ícono de China de atentar contra la sacrosanta “seguridad nacional” de Estados Unidos.
La dupleta Trump-Pompeo se calza la toga de Magistrados del Derecho Internacional y ha decidido, pasando por encima de La Haya, que la China no tiene soberanía sobre su Mar Meridional, acusándola falsamente de impedir la navegación internacional, obstruyendo las actuales negociaciones pacíficas entre China y varios Estados para resolver diplomáticamente sus reclamaciones sobre esas aguas.
¿Y quién — pregunto yo — le dio a Estados Unidos competencia o jurisdicción sobre los mares del Lejano Oriente? ¿Dónde, en cuál documento, la Corte Internacional de Justicia de La Haya le otorgó poder a Estados Unidos para meter sus narices en asuntos que competen exclusivamente a China y países vecinos? ¿Acaso es Trump el rey y propietario de los océanos del mundo? ¿En qué artículo de la Convención del Derecho del Mar basa Washington semejante burda pretensión?
Como si fuera poco lo hecho hasta ahora para amenazar la paz y la seguridad internacionales, la maquiavélica dupleta Trump-Pompeo se mete de narices en la Región Autónoma Especial de Hong Kong, organiza y financia pandillas desde sus sedes oficiales para expandir la violencia, el caos, la muerte, la desobediencia y el separatismo, y declara que Hong Kong ya no tiene autonomía, a fin de debilitar la unidad de la nación china. En pocas palabras, al decir de un refrán chino, “sacudir el árbol para que caigan los monos”.
No contentos con meter las patas en Hong Kong, la dupleta del Apocalipsis revuelve con sus pezuñas de chivato la región de Xinjiang para acusar a China de violar los derechos humanos de un sector de la población, lo que le daría hipotéticamente a China (si fuera imperialista, para ser justos) el derecho para soliviantar las pasiones irredentas de los mexicanos en California a objeto de declarar su independencia y buscar su anexión a México.
El (des)gobierno Trump-Pompeo — dada su ignorancia y desprecio por las normas internacionales que rigen para la totalidad del planeta menos para ellos (porque son una potencia excepcional) — está jugando, no con fuego, sino con la destrucción del mundo, porque si Washington aprieta por accidente o deliberadamente el fatídico botón nuclear, ¡no quedará ni una gota de ninguno de los océanos del planeta para someterla a arbitrajes ni negociaciones de ninguna clase!
Acaba de caer un rayo sobre la Estatua de la Libertad en Nueva York. ¿Habrá perdido Trump el favor o el mandato del cielo?
¡Hands off China!
Julio Yao Villalaz
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