EE.UU., trastornado con la victoria contundente en Venezuela

Desde la elección de Hugo Chávez en 1998 y para sorpresa del mundo entero, el pueblo venezolano sigue defendiendo al chavismo bloqueado y sancionado, amenazado por EE.UU. y sus 14 ‘perritos obedientes’ latinoamericanos y la dominada Unión Europea.

 Los venezolanos demostraron su voluntad para seguir adelante con el chavismo durante los recientes comicios presidenciales y, a pesar de una severa crisis económica inducida y una hiperinflación galopante, la escasez de bienes y servicios básicos, dieron su voto de confianza a Nicolás Maduro para el nuevo período presidencial. Maduro obtuvo la reelección con el 68% de los sufragios, sacando 47 puntos de ventaja a su más cercano rival, Henri Falcón.

Los analistas internacionales tanto de derecha como de izquierda están rompiéndose el cerebro tratando de entender por qué el pueblo venezolano defiende la ‘dictadura’ de Nicolás Maduro y protegen un proceso que es repudiado por Occidente y todos los medios de comunicación globalizados.Al no ser capaces de encontrar respuestas a su pregunta, varios especialistas en América Latina concluyeron que “Venezuela va camino a un punto de no retorno con un presidente dictatorial, una oposición debilitada y cuestionamientos a la legitimidad de cada acción de Gobierno” (Semana, 21 de mayo 2018).

Lo que más les llama la atención a estos ‘perritos’ en Latinoamérica y las agencias de información internacionales es el índice de abstención en los recientes comicios en Venezuela, que alcanzó el 52%. Se considera que en condiciones en las que la mitad de la población se opone o es indiferente a lo que sucede en la nación, el presidente Maduro tendría que hacer ‘malabares’ para sobrevivir y mantenerse en el poder hasta el 2025, con el país agobiado por una severa crisis económica y con la mitad de la población apoyando a la oposición.

Donald Trump, en busca de un régimen en la República Bolivariana de Venezuela

Lo que no toman en cuenta los ‘especialistas’ es que la abstención en Colombia durante las elecciones presidenciales en 2014 era de alrededor del 49% y, a pesar de esto, Juan Manuel Santos se ha mantenido en el poder y hasta recibió el Premio Nobel de la Paz. En Estados Unidos, según el Nuevo Herald (4 de noviembre 2016), “pese al enorme despliegue de recursos usados por los candidatos presidenciales, siendo el promedio de 2.631 millones por cada uno, la abstención en las elecciones se ha mantenido de manera persistente en torno al 50% en las últimas tres décadas”.

A pesar de todo esto, EE.UU. sigue siendo la primera potencia mundial con capacidad de seguir administrando su ‘patio trasero’ como ‘Grupo de Lima’ (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Guayana, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú y Santa Lucía), que fue ordenado por Washington a no reconocer las elecciones en Venezuela e imponer sanciones a Caracas, siguiendo instrucciones del Departamento de Estado de EE.UU. Los presidentes de todos estos países empezaron en seguida a competir entre ellos imponiendo sanciones a Caracas.

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, y el actual líder de Brasil, Michel Temer, acusaron a Maduro de ser un “dictador” y represor de su pueblo, pero no mencionaron que en Colombia, desde que se firmó el Tratado de Paz en septiembre de 2016, más de 385 líderes sociales y representantes de derechos humanos fueron asesinados, y que en Brasil fue suprimida la democracia a través de un golpe de Estado.

Otros países del Grupo de Lima y en especial Perú denunciaron al Gobierno de Maduro por ser corrupto olvidándose de que su presidente, Pedro Pablo Kuczynski Godard, renunció precisamente por corrupción.

Lo mismo pasa con México cuyo presidente, Enrique Peña Nieto, condenó a Nicolás Maduro por violación de la ‘libertad de prensa’, mientras que México fue declarado el “país más mortífero” en el mundo para los periodistas, donde en el 2017 asesinaron a 12 miembros de los medios de comunicación, según el ‘Kill Report’ de la Federación Internacional de Periodistas (FIP).

En realidad, el Grupo de Lima representa una liga de los peores Gobiernos de América Latina, que empeñaron la soberanía de sus países por un puñado de dólares a EE.UU. y se convirtieron en sus servidores incondicionales abriendo sus naciones a los dictados del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, como lo hizo recientemente el mandatario de Argentina, Mauricio Macri.

También Argentina abrió sus puertas de par en par al Comando Sur, dando el visto bueno a la instalación de bases militares estadounidenses en su territorio y permitiendo a la ONG israelí ‘Mochileros sin Fronteras’ actuar libremente en Patagonia, bajo el pretexto de ‘ayudar a los pobres habitantes’ de la región. Los mismos exsoldados ‘Mochileros’ israelíes están haciendo nadie sabe qué en México desde hace tres años. En realidad, todos estos 14 países, junto con Alemania, Reino Unido y España, están alineados incondicionalmente con la política belicista e injerencista de Donald Trump hacia Venezuela, repitiendo automáticamente las acusaciones de Washington.

Nicolás Maduro, victoria holgada sobre sus adversarios políticos

Inclusive los países de este grupo se solidarizan con las amenazas de Trump de usar una intervención militar contra el país bolivariano. El 12 de abril de 2017, Donald Trump declaró: “Tenemos muchas opciones para Venezuela, que es nuestro vecino. Nosotros estamos en todo el mundo y tenemos tropas en todos los lugares, inclusive muy lejos de EE.UU. Venezuela no está lejos de nosotros y la gente allí está sufriendo y muriendo. Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluyendo una posible acción militar si es necesario”.

Desde la emisión de una orden ejecutiva por el Gobierno de Barack Obama en 2015, que señaló a Venezuela como un país que representa “peligro para la seguridad nacional de EE.UU.”, la administración de Trump emitió tres órdenes ejecutivas contra el país latinoamericano, la última firmada al día siguiente de las elecciones en el país bolivariano.La nueva sanción reafirma la prohibición a la petrolera estatal venezolana PDVSA y a otras empresas nacionales de emitir deuda o negociarla dentro de la bolsa de valores de EE.UU. para limitar la entrada de recursos financieros al país y así poner nuevas dificultades para la recuperación económica de Venezuela.

 Vicky Peláez
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