El centro de gravedad de la economía mundial está volviendo a Asia
En octubre, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD) publicó el Informe sobre Comercio y Desarrollo de 2023. Nada en el documento fue una gran sorpresa. El crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) mundial sigue disminuyendo sin signos de repunte.
Tras una modesta recuperación pospandémica del 6,1% en 2021, el crecimiento económico en 2023 cayó al 2,4%, por debajo de los niveles anteriores a la pandemia, y se prevé que se mantenga en el 2,5% en 2024. Según la UNCTAD, la economía mundial está “volando a velocidad de estancamiento”, y todos los indicadores convencionales muestran que la mayor parte del mundo está experimentando una recesión.
El último cuaderno del Instituto Tricontinental de Investigación Social, El mundo en depresión económica: Un análisis marxista de la crisis, cuestiona el uso del término “recesión” para describir la situación actual, argumentando que actúa como “una cortina de humo para esconder la verdadera naturaleza de la crisis”. Más bien, el cuaderno explica que “la prolongada y profunda crisis que vivimos hoy es (…) una gran depresión”. La mayoría de los gobiernos del mundo han utilizado herramientas convencionales para intentar salir de esta situación, pero estos planteamientos han significado un enorme costo para los presupuestos familiares, ya muy afectados por la elevada inflación, y han frenado las inversiones necesarias para mejorar las perspectivas de empleo. Como señala la UNCTAD, los bancos centrales “dan prioridad a la estabilidad monetaria a corto plazo frente a la sostenibilidad financiera a largo plazo. Esta tendencia, junto con la inadecuada regulación de los mercados de materias primas y la continua desatención al aumento de la desigualdad, están fracturando la economía mundial”. Nuestro equipo en Brasil profundiza en estas cuestiones en la reciente publicación Financeirização do capital e a luta de classes (‘La financiarización del capital y la lucha de clases’), el cuarto número de nuestra Revista Estudos do Sul Global que se publica en portugués.
Sin embargo, hay algunas excepciones a esta regla. La UNCTAD prevé que cinco de los países del G20 experimentarán mejores tasas de crecimiento en 2024: Brasil, China, Japón, México y Rusia. Hay diferentes razones por las que estos países son excepciones: en Brasil, por ejemplo, “el auge de las exportaciones de materias primas y las cosechas abundantes están impulsando un repunte del crecimiento”, afirma la UNCTAD, mientras que México se ha beneficiado de “un endurecimiento monetario menos agresivo y una afluencia de nuevas inversiones para establecer nueva capacidad manufacturera, provocada por los cuellos de botella que surgieron en Asia Oriental en 2021 y 2022”. Lo que parece unir a estos países es que no han endurecido su política monetaria y han recurrido a diversas formas de intervención estatal para garantizar que se realicen las inversiones necesarias en industria e infraestructuras.
Las Perspectivas económicas de la OCDE, publicadas en noviembre de 2023, coinciden con la evaluación de la UNCTAD, al sugerir que “el crecimiento mundial sigue dependiendo en gran medida de las economías asiáticas en rápido crecimiento”. En los próximos dos años, la OCDE estima que este crecimiento económico se concentrará en India, China e Indonesia, que en conjunto representan casi el 40% de la población mundial. En una reciente evaluación del Fondo Monetario Internacional titulada “China se tambalea pero no caerá”, Eswar Prasad afirma que “los resultados económicos de China han sido estelares en las tres últimas décadas”.Prasad, antiguo jefe de la sección de China del FMI, atribuye estos resultados al gran volumen de inversión estatal en la economía y, en los últimos años, al crecimiento del consumo de los hogares (relacionado con la erradicación de la pobreza extrema). Como otros miembros del FMI y de la OCDE, Prasad se maravilla de cómo China ha podido crecer tan rápido “pese a no tener muchos de los atributos que los economistas consideran esenciales para el crecimiento, como un sistema financiero en buen funcionamiento, un marco institucional sólido, una economía de mercado y un sistema de gobierno abierto y democrático”. La descripción que hace Prasad de estos cuatro factores tiene un sesgo ideológico y es engañosa. Por ejemplo, es difícil pensar que el sistema financiero estadounidense “funciona bien” tras la crisis inmobiliaria que desencadenó una crisis bancaria en todo el mundo atlántico, o teniendo en cuenta que aproximadamente 36 billones de dólares —o una quinta parte de la liquidez mundial— están depositados en paraísos fiscales ilícitos sin supervisión ni regulación.
Lo que nos muestran los datos es que un conjunto de países asiáticos está creciendo muy rápidamente, con India y China a la cabeza. Este último país ha tenido el periodo más largo de crecimiento económico sostenido y rápido durante, al menos, los últimos treinta años. Esto es indiscutible. Lo que se discute es la explicación de por qué China, en particular, ha experimentado tasas tan elevadas de crecimiento económico, cómo ha sido capaz de erradicar la pobreza extrema y, en las últimas décadas, por qué aún tiene dificultades para superar los peligros de la desigualdad social. El FMI y la OCDE son incapaces de formular una evaluación adecuada de China porque rechazan —ab initio— que China sea pionera de un nuevo tipo de vía socialista. Esto encaja dentro de la incapacidad de Occidente para comprender las razones del desarrollo y el subdesarrollo en el Sur Global en sentido más amplio.
A lo largo del último año, el Instituto Tricontinental de Investigación Social ha colaborado con académicas y académicos chinos que intentan comprender cómo su país ha podido liberarse del ciclo del “desarrollo del subdesarrollo”. Como parte de este proceso, colaboramos con la revista china Wenhua Zongheng (文化纵横) para producir una edición trimestral internacional que recoja el trabajo de investigadores chinos expertos en los respectivos temas y ponga en diálogo con China voces de África, Asia y América Latina. Los tres primeros números han analizado los cambiantes alineamientos geopolíticos en el mundo (“En el umbral de un nuevo orden internacional”, marzo de 2023), la búsqueda por décadas de la modernización socialista en China (“El camino de China de la extrema pobreza a la modernización socialista”, junio de 2023), y la relación entre China y África (“Las relaciones entre China y África en la era de la Franja y la Ruta”, octubre de 2023).
El último número, “Perspectivas chinas sobre el socialismo del siglo XXI” (diciembre de 2023), traza la evolución del movimiento socialista mundial e intenta identificar su dirección futura. En este número, Yang Ping, editor de la versión en chino de Wenhua Zongheng, y Pan Shiwei, presidente honorario del Instituto de Marxismo Cultural de la Academia de Ciencias Sociales de Shanghái, sostienen que actualmente está emergiendo un nuevo periodo en la historia socialista. Para Yang y Pan, esta nueva “ola” o “forma” de socialismo, tras el nacimiento del marxismo en la Europa del siglo XIX y el ascenso de muchos Estados socialistas y movimientos de liberación nacional de inspiración socialista en el siglo XX, empezó a surgir con el periodo de reforma y apertura de China en la década de 1970. Sostienen que, a través de un proceso gradual de reforma y experimentación, China ha desarrollado una singular economía socialista de mercado. Los autores evalúan tanto la forma en que China puede fortalecer su sistema socialista para superar diversos retos nacionales e internacionales como las consecuencias globales del ascenso de China, es decir, si puede o no promover una nueva ola de desarrollo socialista en el mundo.
En la introducción de este número, Marco Fernandes, investigador del Instituto Tricontinental de Investigación Social, señala que el crecimiento de China se ha diferenciado claramente del de Occidente, ya que no se ha basado en el saqueo colonial ni en la explotación depredadora de los recursos naturales del Sur Global. En cambio, Fernandes sostiene que China ha formulado su propia vía socialista, que ha incluido el control público de las finanzas, la planificación estatal de la economía, fuertes inversiones en áreas clave que generan no solo crecimiento sino también progreso social, y el fomento de una cultura de la ciencia y la tecnología. Las finanzas públicas, la inversión y la planificación permitieron a China industrializarse gracias a los avances de la ciencia y la tecnología y a la mejora del capital humano y la vida humana.
China ha compartido con el mundo muchas de sus lecciones, como la necesidad de controlar las finanzas, aprovechar la ciencia y la tecnología e industrializarse. La Iniciativa de la Franja y la Ruta, que cumple ahora diez años, es una de las vías de cooperación entre China y el Sur Global. Sin embargo, aunque el ascenso de China ha proporcionado a los países en desarrollo más opciones y ha mejorado sus perspectivas de desarrollo, Fernandes se muestra cauto sobre la posibilidad de una nueva “ola socialista”, advirtiendo que los hechos obstinados a los que se enfrenta el Sur Global, como el hambre y el desempleo, no podrán superarse a menos que haya desarrollo industrial. Sin embargo, sostiene:
esto no se conseguirá únicamente a través de las relaciones con China (o Rusia). Es necesario fortalecer los proyectos populares nacionales con una amplia participación de los sectores sociales progresistas, especialmente las clases trabajadoras. De lo contrario, es poco probable que los frutos de cualquier desarrollo sean recogidos por quienes más los necesitan.
Esto es precisamente lo que señalamos en nuestro dossier de julio: El mundo necesita una nueva teoría socialista del desarrollo. Un futuro que se centre en el bienestar de la humanidad y del planeta no se materializará por sí solo, solamente surgirá de las luchas sociales organizadas.
Ahora que nos acercamos al final de otro año, quiero agradecerles todo su apoyo. Dependemos de la financiación de amigas y amigos como ustedes. Si quieren echarnos una mano, pueden hacerlo aquí.
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