El Consejo de Seguridad de la ONU no aprueba resolución de alto al fuego en Gaza por el veto de Estados Unidos

Todos los informes de entidades internacionales como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en Oriente Próximo (UNRWA), la Cruz Roja Internacional y la Media Luna Roja Internacional, coincidieron en hacer llamamientos urgentes, desesperados, por la gravísima situación que está a punto de convertirse en un colapso humanitario en la Franja de Gaza, ya no sólo en la parte norte, totalmente destruida por los bombardeos israelíes –que sólo pararon en los días que duró la tregua la anterior semana- sino también ahora en la parte sur, que es el lugar adonde tuvieron que desplazarse centenares de miles de palestinos: ancianos y ancianas, niños y niñas, mujeres y varones.

La situación es tan horripilante que hasta los voceros autorizados de la Cruz Roja Internacional han declarado a cadenas internacionales que, poco a poco pero de manera inexorable, se está convirtiendo el sur de Gaza en una zona en la que es cada vez peor la violencia entre civiles por comida y agua, o que las ambulancias y los camiones con ayuda humanitaria no pueden llegar a destino porque son atacados a pedradas por gente hambrienta que quiere asaltarlos.

Todo esto hizo que el secretario General de la ONU, António Guterres –un hombre de perfil socialdemócrata, pacifista y ambientalista que está logrando un nivel de respaldo que no tuvieron otros secretarios generales antes de él- invoque el artículo 99 de la Carta de Naciones Unidas que le faculta “llamar la atención del Consejo de Seguridad hacia cualquier asunto que en su opinión pueda poner en peligro el mantenimiento de la paz y la seguridad internacionales”. Esto no se hacía desde 1989, durante la crisis en Líbano.

Guterres se ha anotado un gran triunfo al lograr que el Consejo de Seguridad se reúna hace un par de días, recordándoles a quienes lo integran que incluso en medio del horror y la destrucción que generan las confrontaciones armadas y las guerras, existen ‘reglas’ o leyes humanitarias que protegen vidas inocentes. El Convenio de Ginebra se creó para garantizar que los civiles atrapados en los conflictos estén protegidos y que la ayuda humanitaria llegue a quienes más la necesitan, sin prejuicios.

Sus palabras en la reunión han sido tan vibrantes como claras: “Insto al Consejo a que no escatime esfuerzos para la protección de los civiles y para la entrega urgente de ayuda que salve vidas. Los ojos del mundo y los ojos de la historia están mirando. Es hora de actuar”, ha dicho.

Para el momento en que el Consejo de Seguridad de la ONU votó para decidir si exige una tregua en la Franja, se sintió la enorme presión internacional, que proviene de la Unión Europea, de África, por supuesto de los países árabes y de América Latina. El peso que tiene Indonesia –el país con la población de religión musulmana más grande del mundo- en el continente asiático es muy importante. Rusia y China hacen sus cálculos geopolíticos por la tregua. Y Estados Unidos y Gran Bretaña, los grandes respaldos de Israel, no pueden abstraerse a esta situación, al punto que Biden le ha vuelto a decir a Netanyahu que “es absolutamente impostergable proteger a los civiles en Gaza”. Pero, a tono con el histórico pragmatismo estadounidense que no se caracteriza por consideraciones humanistas, su representante en el Consejo de Seguridad se ha opuesto y ha vetado cualquier resolución de un alto el fuego.

Por su parte, el gobierno de Israel ha reaccionado violentamente, acusando a Guterres de apoyar al grupo Hamás, “apoyar la tortura de ancianos, la violación de mujeres y el secuestro de ancianos” rehenes que siguen en poder del grupo radical islamista. Pero todo lo que diga Benjamín Netanyahu cae en saco roto, por las tremendas imágenes que circulan en el mundo sobre el holocausto que se vive en territorio palestino.

Alfredo Rada

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