El espectro de un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia

El espectro de un enfrentamiento directo entre la OTAN y Rusia cobra cada vez más cuerpo: la guerra por delegación de los ucranianos contra la invasión de Moscú podría acabar librándose sin el espectáculo de tener una mano atada a la espalda.

El recrudecimiento se ve en las palabras y en los hechos: los acontecimientos sugieren que se está descartando la vía diplomática, al menos a corto plazo.

El martes, en Ramstein [base norteamericana en Alemania], la OTAN decidió enviar nuevas armas pesadas (incluidas las alemanas), y el subsecretario de Estado británico para las Fuerzas Armadas, James Heappey, explicó que los aliados están proporcionando a Ucrania armas a distancia que le permitirán a Kiev golpear territorio ruso, destacando que el Reino Unido considera «completamente legítimo que Ucrania apunte al interior de Rusia para interrumpir su logística, ya que si no se interrumpiera contribuiría directamente a las muertes y la carnicería en suelo ucraniano». Esto se aproxima a una declaración de guerra, ya que Heappey está afirmando básicamente que están armando a los ucranianos con el fin de que golpeen a Rusia en su suelo.

La respuesta de Moscú fue inmediata: Maria Zajarova, portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores ruso, respondió en Facebook que Rusia, recurriendo a la misma lógica, puede considerar también legítimo atacar «las líneas de suministro ucranianas» en territorio de aquellos países que están transfiriendo armas a Kiev (uno de los cuales, señaló, es el Reino Unido). Así pues, existe un riesgo tangible de ampliación del frente de guerra. Posteriormente, el ministro de Defensa ruso, Shoigu, hizo una aclaración, afirmando que, si bien Rusia no atacaría el territorio de los países de la OTAN (lo que activaría la cláusula de defensa mutua contra el agresor), puede realizar «ataques de represalia» contra los «centros de toma de decisiones» de Kiev, aunque haya «asesores que sean ciudadanos de uno de los países occidentales» allí presentes. Hasta ahora, Moscú ha atacado convoyes occidentales en Ucrania sólo después de que hayan entrado en territorio de Kiev.

Por añadidura a la retórica, pesan también los hechos. Los rusos denuncian nuevos ataques en la región de Belgorod, donde acusan a los ucranianos de haber golpeado varias veces. En Transnistria, se han destruido dos antenas de radio utilizadas para retransmitir la radio rusa. Pero lo más destacado han sido las imágenes del incendio del Instituto de Defensa Aeroespacial de Tver, a unos 150 kilómetros de Moscú. El centro diseñó los misiles Iskander y S-400, y es también donde se han diseñado los ICBM rusos. El origen del incendio sigue siendo dudoso, pero las conclusiones publicadas en la revista Air Force Magazine siguen siendo válidas: a saber, que la inteligencia de los Estados Unidos y la OTAN están proporcionando información táctica a los ucranianos, recogida por sus satélites, por los aviones Awacs que sobrevuelan Polonia y Rumanía y los drones de Sigonella [base norteamricana situada en Sicilia]. La guerra cibernética y de “hackeo” contra las instalaciones militares también está lista para una gran escalada.

Cuando termine el asedio a la planta siderúrgica de Mariupol [Azovstal] , es bastante probable que haya más sorpresas (relativas) sobre la participación directa de contratistas y tropas de la OTAN. Los rusos creen que hay cientos de extranjeros en los túneles bajo la Azovstal, entre ellos combatientes del Batallón Azov (fundado con vínculos neonazis) y asesores militares británicos, franceses y estadounidenses, cuya captura pondría en serios aprietos a las potencias occidentales, que afirman no tener tropas en suelo ucraniano. Una fuente británica ha afirmado que hay 400 efectivos del SAS, las fuerzas especiales británicas, operando en la zona.

¿Por qué están desolegando una defensa tan enérgica de esta planta siderúrgica, en la que los civiles se han convertido en rehenes? Moscú cree que allí se encuentra uno de los supuestos laboratorios biológicos dirigidos por los Estados Unidos en Ucrania. Señalan la admisión ante el Congreso por parte de la subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, de que Ucrania tenía «instalaciones de investigación biológica», sin especificar a qué tipo de investigación se refería.

Cuanto más tiempo pasa, más nos damos cuenta de que durante estos años, Ucrania se ha convertido en una especie de matrioska de guerra, con sorpresas a cada paso.

La escalada entre la OTAN y Rusia resulta cada vez más evidente en las declaraciones de los estadounidenses. El objetivo ya no consiste únicamente en la defensa de Ucrania sino en un golpe directo contra el poder de Moscú, incluido Putin. El secretario de Estado de Defensa británico, Ben Wallace, estimó, en un discurso ante los Comunes, que los rusos han perdido hasta ahora unos 15.000 soldados y entre el 20 y el 30% de sus activos militares. El ambiente es de impulso hacia la victoria, mientras los propios británicos admiten que los rusos están avanzando en el Donbás.

En la cumbre de Ramstein, el secretario de Defensa de Estados Unidos, Lloyd Austin, declaró que «Rusia está librando una guerra de su elección para satisfacer las ambiciones de un hombre», y añadió que «queremos ver a Rusia debilitada hasta el punto de que no pueda llevar a cabo el tipo de cosas que ha ejecutado al invadir Ucrania.» El nuevo lenguaje, más duro, de Austin refleja la decisión de la administración Biden de hablar abiertamente de una victoria de Kiev. El objetivo estriba en dejar claro a Putin que la aventura militar rusa no tiene remedio y no le resulta sostenible. El mensaje del jefe del Pentágono pretende, por tanto, fortalecer aún más a los ucranianos, proporcionándoles apoyo militar para obtener una ventaja sobre el terreno que podría conducir en los próximos meses a un alto el fuego con Moscú en términos favorables.

Pero cómo llegar a una tregua sin la participación directa de la OTAN y sin que estalle un conflicto más amplio y demoledor sigue siendo un dilema dramático, especialmente si se decide golpear a Rusia en su propio territorio. Las palabras de Austin refuerzan la creencia de Putin de que la guerra en Ucrania, que él inició en un acto arbitrario y sangriento, tiene ahora como objetivo último desestabilizar su régimen.

Los riesgos son muy elevados. El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov -que el martes se reunió con el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, sin ningún progreso aparente- declaró que la OTAN está hoy «en esencia en guerra con Rusia», y que el riesgo de una tercera guerra mundial es «serio, es real, no se puede subestimar.» Los rusos siguen hablando de algo que no es más que una «operación especial» en Ucrania, pero a estas alturas ese término se ha convertido en propaganda rancia.

Alberto Negri

Alberto Negri: Prestigioso periodista italiano, ha sido investigador del Istituto per gli Studi degli Affari Internazionali y, entre 1987 y 2017, enviado especial y corresponsal de guerra para el diario económico Il Sole 24 Ore en Oriente Medio, África, Asia Central y los Balcanes. En 2007 recibió el premio Maria Grazia Cutuli de periodismo internacional y en 2015 el premio Colombe per la Pace. Su último libro publicado es “Il musulmano errante. Storia degli alauiti e dei misteri” del Medio Oriente, galardonado con el Premio Capalbio.

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