El explosivo tablero de ajedrez de Armenia y Azerbaiyán

Arrastrar a Rusia al atolladero de Nagorno-Karabaj significa más libertad de acción para Turquía en otros escenarios de guerra. Pocos puntos conflictivos geopolíticos del planeta pueden rivalizar con el Cáucaso, esa intratable y tribal Torre de Babel, que a lo largo de la historia ha sido una polémica encrucijada de imperios de Levante y de nómadas de las estepas euroasiáticas.

Y cuando se le añade la niebla de la guerra la situación se vuelve aún más complicada. Para tratar de entender la actual confrontación entre Armenia y Azerbaiyán, vamos a entrecruzar algunos hechos básicos con algunos antecedentes esenciales.

El mes pasado Ilham Aliyev, el proverbial “hombre fuerte” azerbaiyano que está en el poder desde 2003, empezó una guerra de facto en el territorio de Nagorno-Karabaj perteneciente a Armenia.

Cuando se produjo el colapso de la URSS Nagorno-Karabaj tenía una población mixta compuesta por personas azeríes chiíes y cristianas armenias. Sin embrago, antes del colapso de la URSS el ejército azerbaiyano e independentistas armenios ya estaban en guerra (1988-1994), lo que provocó el balance sombrío de 30.000 personas muertas y casi un millón de herida. La República de Nagorno-Karabaj declaró su independencia en 1991, pero no fue reconocida por la “comunidad internacional”. Finalmente, en 1994 se produjo un alto el fuego y Nagorno-Karabaj entró en una zona gris o no man’s land de “conflicto congelado”.

El problema es que en 1993 la ONU había aprobado no menos que cuatro resoluciones (las número 822, 853, 874 y 884) que estipulaban que Armenia debía retirase de lo que se consideraba era aproximadamente el 20 % del territorio de Azerbaiyán. Este es el punto fundamental de la lógica de Bakú para luchar contra lo que califica de ejército extranjero de ocupación. La interpretación de Erevan, sin embargo, es que estas cuatro resoluciones son nulas porque Nagorno-Karabaj alberga a una población mayoritariamente armenia que desea secesionarse de Azerbaiyán.

Históricamente Artsaj [o Nagorno-Karabaj] es una de las tres antiguas provincias de Armenia, cuyas raíces se remontan al menos al siglo V a.C. y que fue establecida finalmente en 189 a.C. Basándose en muestras de ADN extraídas de huesos desenterrados los armenios afirman que llevan al menos 4.000 años asentados en Artsaj.

En 1923 Stalin anexionó Artsaj (Nagorno-Karabakh) a Azerbaiyán, lo que preparó el escenario para un futuro polvorín que inevitablemente tenía que estallar.

Es importante recordar que hasta principios de la década de 1920 no existió un Estado-nación llamado “Azerbaiyán”. Históricamente Azerbaiyán es un territorio del norte de Irán. Los azeríes están muy bien integrados en la República Islámica. Así que la República de Azerbaiyán tomó prestado su nombre de sus vecinos iraníes. En la historia antigua el territorio de la nueva república del siglo XX se conocía como Atropatene y como Aturpakatan antes del advenimiento del Islam.

Cómo cambió la ecuación

El argumento principal de Bakú es que Armenia impide la contigüidad del territorio de la nación azerbaiyana ya que una mirada al mapa nos muestra que el sudoeste Azerbaiyán está dividido de hecho a lo largo de la frontera con Irán.

Y esto nos sumerge necesariamente en las raíces profundas de la cuestión. No podría haber un guía más fiable para aclarar el problema que un experto de alto nivel del Cáucaso que compartió su análisis conmigo por correo electrónico, pero que insiste en permanecer en el anonimato. Lo llamaremos Sr. C.

El Sr. C. señala que “durante décadas la ecuación siguió siendo la misma y las variables de la ecuación siguieron siendo las mismas, más o menos. Fue así a pesar del hecho de que Armenia es una inestable democracia en transición y que Azerbaiyán tenía mucha más continuidad”También deberíamos saber que “Azerbaiyán perdió territorio justo cuando empezaba a restaurar su condición de Estado, cuando era básicamente un Estado fallido gobernado por aficionados nacionalistas de sillón [antes de que llegara al poder Heydar Aliyev, padre de Ilham, el actual presidente]. Y Armenia también era un caos, aunque menos si se tiene en cuenta que contaba con un fuerte apoyo ruso y que Azerbaiyán no tenía ninguno. En aquel momento Turquía todavía era un Estado laico con un ejército que miraba a Occidente y se tomaba en serio su pertenencia a la OTAN. Desde entonces Azerbaiyán se ha forjado su economía y aumentado su población de modo que cada vez se hacía más fuerte, aunque su ejército seguía teniendo un pobre rendimiento”.

Esta situación empezó a cambiar poco a poco en 2020: “Básicamente, en los últimos meses se han podido ver cómo aumentaba la intensidad de las violaciones casi diarias del alto el fuego (las violaciones casi diarias no son nada nuevo, han ocurrido durante años). De modo que este conflicto estalló en julio, hubo una guerra de disparos durante unos días y después todo el mundo se volvió a calmar”.

Al mismo tiempo se estaba desarrollando algo importante en un segundo plano: el primer ministro armenio Nikol Pashinyan, que llegó al poder en mayo de 2018, y Aliyev empezaron a hablar: “la parte azerbaiyana pensó que eso indicaba que Armenia estaba dispuesta a llegar a un compromiso (todo esto empezó cuando Armenia tuvo una especie de revolución, cuando llegó el nuevo primer ministro con el mandato popular de limpiar la casa en el ámbito interno). Fuera por la razón que fuera, al final no sucedió”. Lo que de hecho sucedió fue la guerra de disparos de julio.

No olviden Oleoductistán

Se podría calificar al primer ministro armenio Pashinyan de globalista liberal. La mayoría de su equipo político es partidario de la OTAN. Pashinyan atacó duramente al expresidente armenio (1998- 2008) Robert Kocharian, el cual, y es un dato importante, anteriormente había sido el presidente de facto de Nagorno-Karabaj. Kocharian, que había vivido unos años en Rusia y es cercano al presidente ruso Putin, fue acusado de un vago “intento de derrocar el orden constitucional”. Pashinyan trató de meterlo en la cárcel. Pero más importante aún es el hecho de que Pashinyan se negara a seguir un plan elaborado por el ministro de Asuntos Exteriores ruso Sergey Lavrov para resolver finalmente el desastre de Artsaj/Nagorno-Karabaj.

En la actual niebla de guerra las cosas son aún más caóticas. ElSr. C. destaca dos puntos: “En primer lugar, Armenia pidió la protección de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) y recibió una bofetada, fuerte y en público; en segundo lugar, Armenia amenazó con bombardear los oleoductos y gaseoductos de Azerbaiyán (hay varios, todos ellos paralelos y no sólo abastecen a Georgia y Turquía, sino a los Balcanes y a Italia). Respecto a esto último, Azerbaiyán dijo básicamente: si lo hacéis, nosotros bombardearemos vuestro reactor nuclear”.

La cuestión de Oleoductistán es fundamental: he seguido durante años en Asia Times estas innumerables telenovelas entrelazadas sobre petróleo y gas, especialmente la del BTC (oleoducto Bakú-Tblisi-Ceyhan), concebidas por Zbigniew Brzezinski para evitar pasar por Irán. Incluso fui “arrestado” por una excavadora BP 4X4 cuando seguía el oleoducto por una carretera lateral paralela que salía de la enorme terminal de Sangachal, lo que demostraba que en la práctica el verdadero jefe era British Petroleum y no el gobierno de Azerbaiyán.

En resumen, ahora hemos llegado al punto en el que, según el Rr. C., “el ruido de sables armenio se volvió más agresivo”. En el lado armenio las razones parecen ser sobre todo internas: la nefasta gestión de la covid-19 (a diferencia de Azerbaiyán) y la pésima situación económica. De modo que, en opinión del Sr. C., llegamos a un tóxico cúmulo de circunstancias: Armenia se desvió de sus problemas siendo duro con Azerbaiyán, mientras que Azerbaiyán simplemente estaba harto.

Siempre Turquía

En todo caso, si nos fijamos en el drama de Armenia y Azerbaiyán, el factor clave de desestabilización es ahora Turquía.

El sr. C señala que “a lo largo del verano mejoró la calidad de las maniobras militares turco-azerbaiyanas (tanto antes de los acontecimientos de julio como después). El ejército azerbaiyano mejoró mucho. Además, desde el cuarto trimestre de 2019 el presidente de Azerbaiyán se ha deshecho de (lo que se considera) elementos prorrusos en posiciones de poder». Véase, por ejemplo. aquí.

No hay manera de confirmarlo ni con Moscú ni con Ankara, pero el Sr. C. adelanta lo que el presidente Erdogan puede haber dicho a los rusos: “Entraremos directamente en Armenia si a) Azerbaiyán empieza a perder, b) Rusia entra o acepta que se invoque a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva o algo por el estilo, o c) Armenia va tras los oleoductos. Todo ello son unas líneas rojas razonables para los turcos, especialmente si se tiene en cuenta que no les gustan mucho los armenios y que consideran hermanos a los azerbaiyanos”.

Es fundamental recordar que en el mes de agosto Bakú y Ankara celebraron unas maniobras militares conjuntas por aire y tierra de dos semanas. Bakú ha comprado drones avanzados tanto a Turquía como a Israel. No hay pruebas acusatorias, al menos todavía no las hay, pero Ankara puede haber contratado a hasta a 4.000 jihadistas-salafistas en Siria para luchar a favor de la mayoría chií de Azerbaiyán, demostrando una vez más que en lo que consiste el “yihadismo” es en hacer dinero rápido. Tanto el United Armenian Information Center como el Kurdish Afrin Post han afirmado que Ankara abrió dos centros de reclutamiento para mercenarios en escuelas de Afrin. Al parecer ha sido una medida muy popular porque Ankara redujo drásticamente los salarios de los mercenarios sirios enviados a Libia.

Hay otra cuestión muy preocupante no solo para Rusia sino para toda Asia Central. Según el exministro de Exteriores de Nagorno-Karabaj, el Embajador Extraordinario Arman Melikyan, puede que mercenarios que utilizan documentos de identidad azeríes emitidos en Bakú se infiltren en Daguestán y Chechenia y, a través del Caspio, lleguen a Atyrau en Kazajstán, desde donde pueden llegar fácilmente a Uzbekistán y Kirguistán. Eso es la peor pesadilla de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), que comparten Rusia, China y los países de Asia Central cuyo nombre termina en “stán” [Kazajistán, Kirguistán y Tayikistán]: un puente yihadista por tierra (y por mar, el Caspio) desde el Cáucaso hasta Asia Central e incluso hasta Sinkiang.

¿Qué sentido tiene esta guerra?

Entonces, ¿qué va a ocurrir ahora? Un punto muerto casi insoportable, como explica el sr. C.:

– Primero, “las conversaciones de paz no avanzan porque Armenia se niega a cambiar de opinión (a dejar de ocupar, en fases o de una sola vez, Nagorno-Karabaj y siete regiones circundantes con las garantías habituales para los civiles, incluso los colonos. Hay que señalar que cuando entraron a principios de la década de 1990 hicieron una limpieza étnica en esas tierras de literalmente todos las personas azerbaiyanas, entre 700.000 y un millón de personas).

– Segundo, Aliyev tenía la impresión de que Pashinyan “estaba dispuesto a transigir y comenzó a preparar a su pueblo y después, cuando no sucedió, pareció estúpido».

– Tercero, “Turquía ha dejado muy claro que apoyará incondicionalmente a Azerbaiyán y ha unido estas declaraciones a hechos”.

– Cuarto, “en esas circunstancias Rusia se vio superada en el sentido de que habían sido capaces de enfrentar a Armenia contra Azerbaiyán, o viceversa, con bastante éxito, al ayudar a mediar en unas negociaciones que no llevaron a ninguna parte y preservar así el status quo que en la práctica favorecía a Armenia”.

Y eso nos lleva a la pregunta fundamental: ¿qué sentido tiene esta guerra? En opinión del Sr. C., “es o bien conquistar la mayor cantidad de terreno posible antes de que la “comunidad internacional” [en este caso, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas] pida o exija un alto el fuego, o hacerlo como un estímulo para reiniciar unas conversaciones que verdaderamente lleven a un progreso. En ambos casos Azerbaiyán acabará con ganancias y Armenia con perdidas. No se sabe hasta qué punto ni en qué circunstancias (el estatus y la cuestión de Nagorno-Karabaj son diferentes del estatus y la cuestión de los territorios que rodean Nagorno-Karabaj), es decir, en el campo de batalla o en la mesa de negociaciones, o en una mezcla de ambos. Sea cual fuere el resultado, como mínimo Azerbaiyán podrá conservar lo que liberó en combate. Este será el nuevo punto de partida. Y sospecho que Azerbaiyán no hará daño a los civiles armenios que se queden. Serán unos liberadores modélicos. Y se tomarán el tiempo necesario para traer de vuelta a sus hogares a los civiles azerbaiyanos (refugiados y desplazados internos), especialmente en las zonas que resulten mixtas a consecuencia del retorno”.

Entonces, ¿qué puede hacer Moscú en esas circunstancias? No mucho, “excepto entrar en Azerbaiyán propiamente dicho, lo cual no hará (no hay frontera terrestre entre Rusia y Armenia; así que aunque Rusia tiene una base militar en Armenia con mil o más soldados, debido a la geografía no pueden suministrar a Armenia las armas y tropas que quiera)”.

Lo verdaderamente importante es que Moscú privilegia la asociación estratégica con Armenia (que es miembro de la Unión Económica Euroasiática) mientras controla meticulosamente todos y cada uno de los movimientos de Turquía, miembro de la OTAN: después de todo, ya están en bandos opuestos tanto en Libia como en Siria.

De modo que, por decirlo suavemente, Moscu camina sobre el filo de la navaja desde el punto de vista geopolítico. Rusia debe contenerse e invertir en unos malabarismo cuidadosamente calibrados entre Armenia y Azerbaiyán, debe preservar la asociación estratégica entre Rusia y Turquía, y debe estar alerta ante todas las posibles tácticas estadounidenses de “divide y vencerás”.

Dentro de la guerra de Erdogan

Así que, a fin de cuentas, ¿se podría tratar de otra guerra más de Erdogán?

El inevitable análisis de “seguir la pista del dinero” nos diría que sí. La economía turca es un completo desastre, con una alta inflación y una moneda que se deprecia. Bakú es rico en petróleo y gas fácilmente disponibles, lo que se añade al sueño de Ankara de convertir a Turquía también en un proveedor de energía. El Sr. C. añade que afianzar a Turquía en Azerbaiyán llevaría a “la creación de bases militares turcas hechas y derechas, y a incluir a Azerbaiyán en la esfera de influencia turca (la tesis de “dos países, una nación” en la que Turquía asume la supremacía) en el marco del neootomanismo y del liderazgo de Turquía en el mundo de habla turca”.

Añadamos a esto la cuestión fundamental de la OTAN. En esencia, el Sr. C. considera que Erdogan, con el permiso de Washington, está a punto de empujar a la OTAN hacia el este mientras establece ese extremadamente peligroso canal yihadista hacia Rusia: “No es una aventura local de Erdogan. Sé que Azerbaiyán es en gran medida chií y eso complicará las cosas, pero no hará que su aventura sea imposible”. Esto coincide totalmente con un tristemente célebre informe de RAND que detalla explícitamente cómo “Estados Unidos podría tratar tratar de inducir a Armenia a romper con Rusia” y a “animar a Armenia a entrar plenamente en la órbita de la OTAN”.

Es más que obvio que Moscú observa todas estas variables con extrema atención, lo que se ve, por ejemplo, en la muy grave advertencia diplomática que hizo a principios de esta semana la irrefrenable portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Maria Zakharova: “El derribo de [la aeronave] SU-25 armenia por parte de un F-16 turco, como afirmó el Ministerio de Defensa de Armenia, parece complicar la situación, ya que Moscú, basándose en el Tratado de Tashkent, está obligado a ofrecer ayuda militar a Armenia”. No es de extrañar que tanto Bakú como Ereván recibieran el mensaje y nieguen tajantemente que ocurriera nada.

El hecho clave sigue siendo que mientras que Armenia propiamente dicha no sea atacada por Azerbaiyán Rusia no aplicará el tratado de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva e intervendrá. Erdogan sabe que esta es su línea roja. Moscú cuenta con todo lo necesario para ponerlo en serios problemas, como cortar el suministro de gas a Turquía. Mientras tanto Moscú seguirá ayudando a Ereván con información y hardware enviado desde Irán. La diplomacia manda y el objetivo final es otro alto el fuego.

Arrastrar a Rusia

El Sr. C. adelanta la fuerte posibilidad (y he escuchado ecos de Bruselas) de que “la UE y Rusia encuentren una causa común para limitar los logros de Azerbaiyán (en gran parte porque Erdogan no es el favorito de nadie, no sólo por esto, sino por el Mediterráneo oriental, por Siria y Libia)”.

Eso trae a un primer plano la renovada importancia del Consejo de Seguridad de la ONU para imponer un alto el fuego. El papel de Washington en este momento es bastante interesante. Por supuesto, Trump tiene cosas más importantes que hacer en este momento. Además, la diáspora armenia en Estados Unidos está claramente a favor de los demócratas.

Además, para redondearlo todo, está la fundamental relación entre Irán y Armenia. Aquí se puede leer un intento contundente de ponerlo en perspectiva. Como destaca el Sr. C., “Irán apoya a Armenia, lo cual es ilógico a primera vista. De modo que los iraníes pueden ayudar a los rusos (canalizando los suministros), pero por otra parte tienen una buena relación con Turquía, especialmente en el negocio del contrabando de petróleo y gas. Y si su apoyo es demasiado claro, Trump tiene un casus belli para involucrarse y puede que a los europeos no les guste terminar en el mismo lado que los rusos y los iraníes. Simplemente está mal visto. Y los europeos odian estar mal vistos”.

Inevitablemente volvemos al punto en que todo este drama se puede interpretar desde la perspectiva de un golpe geopolítico de la OTAN contra Rusia, de acuerdo con bastantes análisis que circulan en la Duma.

Ucrania es un agujero negro absoluto. Está el punto muerto de Bielorrusia. El covid-19. El circo de Navalny. La “amenaza” a [el gaseoducto] Nord Stream-2.

Arrastrar a Rusia de nuevo al drama Armenia-Azerbaiyán significa dirigir la atención de Moscú hacia el Cáucaso para que Turquía tenga más libertad de acción en otros escenarios (en el Mediterráneo Oriental contra Grecia, en Siria, en Libia). Ankara está implicada, estúpidamente, en varias guerras simultáneas en varios frentes y prácticamente sin aliados, lo que significa que acaparar la atención de Rusia en el Cáucaso puede ser beneficioso sobre todo para el propio Erdogan, incluso más que para la OTAN. Como destaca el Sr. C., “en esta situación, la baza de Nagorno-Karabaj en manos de Turquía sería útil para las negociaciones con Rusia”.

No cabe duda, el sultán neootomano nunca duerme.

Pepe Escobar

Pepe Escobar: Periodista brasileño del periódico Asia Times Online y de Al-Jazeera.  Es también autor de Globalistan: How the Globalized World is Dissolving into Liquid War, (Nimble Books, 2007);  Red Zone Blues: a snapshot of Baghdad during the surgeObama does Globalistan (Nimble Books, 2009), Empire of Chaos (Nimble Books, 2014. Se le puede seguir también en inglés por Facebook y 2030.

Artículo original en inglés:

Explosive Stakes On Armenia-Azerbaijan Chessboard, publicado el 5 de octubre de 2020.

Traducido por Beatriz Morales Bastos para Rebelión.

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