El fin de Brasil como potencia global emergente

“Del ridículo no se vuelve”, acostumbraba decir el general argentino Juan Domingo Perón parafraseando a otro presidente, Domingo Faustino Sarmiento.

La frase se puede aplicar con todo rigor al papelón de Jair Bolsonaro en el Foro de Davos, donde tenía 45 minutos para explicar su programa de gobierno ante la crema de los empresarios del mundo, pero la inspiración se le agotó en apenas seis y medio. Peor aún, dejó plantados a los medios y a los organizadores al suspender la rueda de prensa, que todos los mandatarios ofrecen, junto a tres de sus ministros.

Bolsonaro no tiene mucho para decir pero, sobre todo, no sabe cómo hacerlo. Sigue actuando de la misma manera que lo hacía cuando era un oscuro diputado. O, como lo describela periodista Eliane Brum, “sigue creyendo que está en campaña y que seguirá ganando al grito de las redes sociales”. Para la periodista, la más laureada de Brasil, Bolsonaro tiene un “nivel escolar” y su intervención “sonaba como la de un estudiante mediocre presentando un trabajo copiado a un colega, porque no tenía convicción y las frases no se conectaban unas con otras”.

“La mediocridad es peligrosa”, reflexiona Brum, ya que el presidente se comporta como un hincha de fútbol. “Me dio miedo”, dijo el Nobel de Economía Robert Shiller: “Brasil es un gran país que merece algo mejor”. Una personalidad como la Bolsonaro al frente de un país de 200 millones de habitantes y la décima economía del mundo, no puede dejar de preocupar incluso a quienes lo apoyaron.

​Uno de sus hijos, Flavio, senador electo y diputado de Río de Janeiro durante cuatro mandatos, se enriqueció de forma muy rápida con cantidades muy por encima de sus ingresos, por lo que están siendo observado porque se sospecha corrupción. Peor aún, estaría involucrado con grupos paramilitares como “Escritorio del Crimen”, el responsable del asesinato de la concejal Marielle Franco.

Flavio contrató a la madre y la esposa de Adriano da Nóbrega, líder del grupo actualmente fugado, para trabajar en su despacho, y entregó al criminal la medalla Tiradentes, la más alta distinción que ofrece la Asamblea Legislativa de Río, cuando estaba preso por homicidios cometidos como miembro de la Policía Militar.

El vicepresidente, el general Hamilton Mourao, ha desmentido decisiones de Bolsonaro y de su canciller, como la promesa de campaña de que Brasil trasladaría la embajada en Israel a Jerusalén. Algunos países árabes como Arabia Saudí presionan para cortar las importaciones de carne brasileña si se llegara a concretar.

En los medios políticos se suceden las especulaciones que van desde un impeachment a Bolsonaro, hasta un “golpe suave” para apartarlo del poder o dejarle un papel decorativo. El periodista brasileño Pepe Escobar señala que la red Globo tendría un “documental explosivo que muestra que el atentado con cuchillo que sufrió en septiembre pasado, durante la campaña electoral, era en realidad un truco”.

Sin embargo, Bolsonaro es un problema menor para Brasil. Los verdaderos, los que están en la base de la neutralización del país como potencia emergente y como líder incluso de la región sudamericana, son mucho más profundos y amenazan con retornar al país al lugar de semicolonia exportadora de materias primas, bajo la sombra de la potencia dominante y sin la menor proyección internacional.

La primera puede sintetizarse en la adquisición de Embraer por Boeing. Bolseando decidió aprobar la venta sin ejercer el derecho de veto que le otorga la posesión de un acción de oro. La nueva sociedad tendrá una estructura en la cual Embraer controlará el 20% y Boeing el 80%, mientras el desarrollo del avión de transporte militar KC-390, realizado enteramente por la brasileña, quedará con 51% para Embraer y 49% para Boeing. Sólo la aviación ejecutiva y de defensa quedarán en manos de Embraer. Por esta operación la brasileña recibirá 3.100 millones de dólares, después de impuestos y gastos de la transacción.

Embraer entregó a Boeing su parcela más lucrativa, siendo la tercera fabricante de aviones comerciales del mundo y vanguardia en los de un solo pasillo. La pregunta que muchos se hacen es si podrá sobrevivir una empresa que fabrica sólo aviones ejecutivos que representan apenas el 26% de la facturación total. El primer problema es la deserción previsible de ingenieros, los cerebros en este tipo de empresas, y nada menos que 4.500 de los 16.000 empleados de Embraer.

Renata Belzunces del Departamento Intersindical de Estadística y Estudios Socioeconómicos, sostiene que la venta de Embraer afecta la soberanía nacional. La empresa estratégica más importante de Brasil se volverá, en su opinión, una mera abastecedora de piezas para EEUU.

Según la economista, es la empresa más innovadora del país y “la principal exportadora de productos de alta intensidad tecnológica capaz de generar desarrollo junto al Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales y al Departamento de Ciencia y Tecnología Aeroespacial”. Una empresa de este porte trabaja con decenas de otras, que le suministran productos de alta tecnología conformando un polo tecnológico de avanzada, que ahora quedará muy reducido.

La segunda cuestión es que Brasil queda sometido, por voluntad expresa de sus gobernantes, a ser un mero satélite de EEUU. Según el director del Instituto de Estudios Latino Americanos (IELA), Nildo Ouriques, el sector militar encabezado por Mourao que tiene el verdadero poder en Brasil, “sólo piensa en agradar a Estados Unidos”. En su opinión, esta actitud que define como “agringamiento”, se relaciona con la dictadura militar (1964-1985) que “pasó a la reserva entre 10 y 12.000 oficiales acusados de nacionalistas o comunistas”.

El resultado es que un vicepresidente como Mourao coloca a Brasil en relación de dependencia con la política exterior estadounidense, siendo “incapaz de luchar por la soberanía, observando el mundo con la mirada de los EEUU”.

Es evidente que un gran país que pretenda ser potencia emergente y referencia para sus vecinos debe contar con una economía con tecnologías de punta y, sobre todo, debe tener una personalidad propia. La naciones que se someten a una gran potencia, no pueden jugar el papel de líderes o referentes, menos en un período de grandes cambios y sacudones geopolíticos como el actual.

Raúl Zibechi

Raúl Zibechi: Periodista e investigador uruguayo, especialista en movimientos sociales, escribe para Brecha de Uruguay, Gara del País Vasco y La Jornada de México.

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