El giro de Emmanuel Macron hacia la energía nuclear

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Descarbonizar la economía, reindustrializar el país y reducir la dependencia exterior son sus argumentos, pero Greenpeace denuncia una decisión “desconectada de la realidad”. De pie, con la enorme turbina Arabelle y sus 300 toneladas como telón de fondo, Emmanuel Macron anunció el “renacimiento” de la energía nuclear francesa. En la fábrica de General Electric (GE) en la localidad de Belfort, el presidente francés desveló el mes pasado su plan para la “nueva nuclear” francesa:

la construcción de seis grandes reactores EPR 2 y estudios para analizar la viabilidad de ocho adicionales, además de alargar la vida útil de “todos los reactores que se puedan prolongar”. “Nuestro objetivo es que la construcción comience en 2028 y que el primer reactor entre en funcionamiento en 2035”, afirmó.

El anuncio supone un cambio de dirección para la política energética francesa. El propio Macron había declarado en 2018 su ambición de “reducir la cuota de energía nuclear en el mix energético francés al 50%”, un compromiso heredado de François Hollande.

“La realidad es que Francia depende en gran medida de la nuclear, que genera alrededor de un 70% de la electricidad, una elección que viene de los años 70 y que nos distingue de otros países como Alemania o España”, explica Stéphanie Tillement, socióloga en la École Nationale Supérieure Mines-Télécom Atlantique e investigadora asociada en la Universidad de Nantes.

El problema es que el parque nuclear francés (56 reactores en total) está envejeciendo, muchas instalaciones se acercan o rebasan los 40 años y en las próximas décadas alcanzarán el final de su vida útil. Eso significa que se acerca el momento de tomar una decisión sobre su futuro. “Desde hacía años, los gobiernos habían evitado pronunciarse claramente sobre la política nuclear”, dice Tillement: “Es ahora cuando comienza a verse que no saldremos”.

Este giro nuclear anunciado por el Gobierno francés llega habilitado por el nuevo marco reglamentario de la Comisión Europea sobre la taxonomía, una clasificación de actividades sostenibles realizada con el objetivo de dirigir la inversión privada hacia sectores que contribuyan a reducir los gases de efecto invernadero. Tras múltiples negociaciones, la UE acabó incluyendo la energía nuclear, bajo ciertas condiciones, en la lucha contra el calentamiento global. Eso supone que las inversiones en este tipo de generación de energía se beneficiarán de la etiqueta ‘verde’ para financiar obras de modernización de centrales hasta 2040 o la construcción de reactores de tercera generación autorizados antes de 2045.

Reindustrialización

Los objetivos para conseguir neutralidad en carbono, unidos al aumento de los precios en la energía y a la dependencia europea del gas ruso son los argumentos esgrimidos para relanzar la nuclear. Además, hay una razón adicional, que tiene mucho que ver con la campaña electoral y la visión de futuro del actual jefe de Estado francés: la promesa de reindustrialización del territorio francés. Se trata de un sector importante en la economía francesa, del que ahora mismo dependen unos 200.000 puestos de trabajo. “Hay todo un tejido industrial detrás”, dice Tillement. “Además se trata de un ecosistema particular que depende de muy pocos actores muy potentes, con mucha fuerza de lobbying”, observa la investigadora.

El escenario escogido por Macron para su anuncio es significativo: Belfort es una de las zonas más afectadas por la venta en 2015 de la rama energética francesa Alstom a la multinacional estadounidense General Electric (GE). Ahora, la empresa pública Électricité de France (EDF) acaba de anunciar un acuerdo para adquirir una parte de GE Steam Power, en particular la que produce las citadas turbinas Arabelle. El pasado octubre, Macron ya evocó la idea de una inversión de 1.000 millones de euros para impulsar la producción de pequeños reactores modulares SMR, en gran parte destinados a su exportación hacia el mercado asiático. “En un contexto de reindustrialización, es complicado para un presidente decir que se va a abandonar una industria que se domina técnicamente y en la que se ha invertido tanto”, dice Tillement.

Una decisión “antidemocrática” para los ecologistas

Por otro lado, Macron ha dado a su apuesta por la soberanía energética un toque de nostalgia, con referencias a “la visión del general De Gaulle, ampliada por el presidente Pompidou” y a la Francia de les trente Glorieuses (las tres décadas de crecimiento económico desde el final de la Segunda Guerra Mundial en 1945 hasta las crisis del petróleo). Una forma de pisarle el terreno a los candidatos de extrema derecha, ambos pronucleares y pronostalgia.

Los opositores a la nuclear, por su parte, denunciaron inmediatamente una decisión “desconectada de la realidad» y ”antidemocrática“. ”Estas declaraciones no son las de un presidente preocupado por la emergencia climática y la transición energética, sino las de un presidente en campaña para la reelección“, acusó Greenpeace en un comunicado. ”Emmanuel Macron intenta marcar la agenda política participando en la puja de los candidatos de derecha y ultraderecha para ver quién está más a favor de la energía nuclear“.

La asociación ecologista señaló que el único proyecto de central actualmente en construcción, en Flamanville (departamento de La Mancha), no deja de acumular retrasos y sobrecostes. Además subrayan los riesgos de seguridad y en la gestión de los residuos, dado que gran parte de las instalaciones de almacenamiento están llegando al máximo de su capacidad y los proyectos de nuevos cementerios nucleares se enfrentan a una importante contestación social.

“Francia es el único país de Europa que no alcanza sus propios objetivos de desarrollo de las energías renovables y el Gobierno no ha cumplido sus compromisos de renovación térmica”, recordó Greenpeace. “En un momento de emergencia medioambiental y climática, Emmanuel Macron acaba de forma trágica un lustro de inacción medioambiental apostando por una energía obsoleta y peligrosa, a contracorriente de la historia y de las tendencias internacionales”.

Oposición desde la izquierda

En la misma línea, la mayoría de candidatos de izquierda se oponen de manera casi unánime a este nuevo giro para mantener vivo el sector nuclear. El ecologista, Yannick Jadot, denunció en una tribuna en Le Monde una “apuesta irracional”. “En lugar de apostar por la sobriedad y las energías renovables, condena a Francia a la adicción energética y al aumento de la factura de la luz”, dijo el eurodiputado.

A pesar de las críticas, el presidente ha querido aplicar su estrategia habitual de et en même temps (y al mismo tiempo) a la política nuclear con algunos guiños al electorado progresista. Macron ha asegurado que, para cumplir el triple objetivo que se ha marcado (independencia energética, cumplimiento de los compromisos climáticos y control de los costes para los consumidores), la energía nuclear y la apuesta por las renovables no será suficiente: también es necesario “ganar en sobriedad” y “en los próximos 30 años, ser capaces de reducir el consumo de energía en un 40%”. Eso sí, aclara el presidente, no se trata de “decrecimiento” o “privaciones” sino de un reto que se superará con la “innovación”.

Amado Herrero

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