El muro de Trump: Primeros pasos

Ayer, en la Mesa de Otay, localidad contigua a San Diego, California, y colindante con México, fueron presentados ocho prototipos del muro fronterizao que el presidente estadunidense, Donald Trump, prometió construir entre su país y el nuestro. Con ello se iniciará un periodo de entre uno y dos meses de evaluación y pruebas para establecer la resistencia e infranqueabilidad de las muestras, aportadas por varias empresas estadunidenses y una israelí.

Cuando se dé a conocer el prototipo escogido, podrá empezar la fase de construcción de la muralla propiamente dicho, cosa que difícilmente podría ocurrir antes del año próximo. Es remota, además, la posibilidad de que la barrera pudiera darse por concluida antes del fin del mandato de Trump, en 2022.

Cabe recordar que desde que era precandidato, el magnate neoyorquino propaló la idea fantasiosa de que los principales problemas de seguridad de Estados Unidos podrían resolverse estableciendo una gran barda divisoria en su frontera sur, para colmo, financiada con recursos mexicanos; y desde que tomó posesión del cargo, en enero pasado, no ha dejado de insistir en la pertinencia de ese proyecto que numerosas voces califican de disparatado, inútil y dispendioso, si no es que irrealizable.

Ciertamente, en la lógica marcada por la propia retórica trumpiana, hay un retraso inocultable en la delimitación de la línea divisoria con una muralla infranqueable de entre cinco y nueve metros de altura, y a casi un año de haber ganado la elección de noviembre el presidente republicano sigue sin encontrar una forma viable de financiar la construcción de semejante obra, ante la cual se erigen, además, obstáculos naturales, sociales y jurídicos de diverso calibre que distan de haber sido franqueados.

Pero el hecho mismo de que la Casa Blanca haya logrado plantar las ocho muestras de muro en un lote baldío de la zona fronteriza, a un costo superior a los 3 millones de dólares, habla de la firmeza de un propósito que no necesariamente obedece a sus argumentaciones paranoicas, chovinistas y racistas. De hecho, en el confín sur de su territorio el país vecino ya tiene más de mil kilómetros de bardas infranqueables, además de complicados dispositivos de vigilancia fotográfica, infrarroja, satelital y humana, entre otros. Si en su configuración actual la frontera estadunidense con México no detiene los flujos migratorio y de narcóticos procedentes del sur, ello no necesariamente es porque sea ineficaz sino porque, según todos los indicios, no es del interés estadunidense quedarse sin mano de obra barata y sin el formidable negocio del lavado de dinero que practican en forma masiva sus mayores instituciones bancarias y financieras.

No debe descartarse, pues, que la verdadera motivación de Trump para erigir el muro sea principalmente de índole económica y de negocios: se ha calculado que la edificación de la valla podría tener un costo superior a 20 mil millones de dólares, lo que representaría grandes oportunidades para diversas empresas del ramo de la construcción. Por añadidura, en los cálculos políticos del magnate, la erección de la cerca podría aportarle un proyecto gubernamental susceptible de ser presentado a la sociedad con tintes épicos.

Una cosa parece clara: por mendaz e inmoral que resulte el discurso justificatorio del muro fronterizo y por grandes que sean los obstáculos que haya que sortear para construirlo, la Casa Blanca no cejará en el empeño.

La Jornada

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