El Perú es un espejismo

¡Van por el golpe! Las maniobras y leguleyadas del fujimorismo y su ejército abogadil solo tenían por objeto alargar el conteo de votos por tiempo indefinido, entrampando el proceso electoral. Aceptan que no hay fraude. Ahora y sin apoyo internacional –ni siquiera el de la tramposa OEA de Almagro–, están buscando una forma de evadir lo expresado en las urnas.

La derecha reaccionaria –sorda y ciega– quiere celebrar el Bicentenario con luchas callejeras que perderá con toda seguridad, y sus peores representantes llaman a “tomar Palacio”. Lo que conseguirán es convertir el aniversario patrio en una segunda independencia, con ellos haciendo el dudoso papel de bando realista.

Para cierta derecha, nuestra democracia solo fue aceptable mientras reinara la élite y se mantuviera el statu quo conservador, con su tara racista y sus privilegios de casta. Pero también hay mucho que agradecerle al momento: se han caído las caretas. El conservadurismo a la limeña aún vive y opera como en el siglo XIX; ya ha perdido la batalla y ni siquiera se da cuenta.

No puede haber impunidad para quienes, ante el inminente nombramiento de un nuevo presidente democráticamente elegido, intentan petardear los comicios y desconocer el voto.

Por su parte, la prensa hazmerreír del Grupo El Comercio ha traicionado cualquier principio republicano, ha descendido al lodazal de la prepotencia autoritaria convirtiéndose en la vocería de una organización mafiosa dispuesta a todo. En sus primeras planas publica lo que la campaña fujimorista necesita –día tras día– para llevar a cabo su propio fraude electoral, su golpe blando; mientras tanto, en sus páginas interiores, dos o tres opinantes –los que no renunciaron a tiempo– intentan salvar la dignidad del diario con tímidas críticas contra lo que está haciendo “Madame K”.

¡No engañan a nadie!

Náuseas dominicales

Nos alegra reconocer –una vez más– que su descarada afrenta a la democracia los ha embarrado de manera irreversible. Ni siquiera los fanáticos de la derecha más rancia volverán a creerle a la concentración mediática que tiene a El Comercio por gabán y a Peru21 por chaveta.

Han cavado una fosa común para su manojo de pasquines y programas de noticias y esto debería celebrarse, pues no hay democracia posible con un conglomerado concentrando casi el 80% de la información que reciben los ciudadanos. Su intransigente torpeza señala el fin de una era y le abre las puertas a una reforma significativa, a una nueva forma de entender y practicar el periodismo: no hay espacio en él para los intereses particulares de ninguna aristocracia. Ni El Mercurio digitado desde la estación chilena de la CIA era tan obvio como ellos, ¡y hablamos de 1973!

Los programas dominicales del 13 de junio terminaron de abrir las compuertas de la alcantarilla mediática, para lo cual fue necesario, antes que nada, sacar de circulación a sus periodistas decentes (pero que ni siquiera eran incómodos).

En Cuarto Poder le dieron tribuna a varios caseritos de la prensa corporativa y dinosaurios de la política peruana –esos que durante décadas habitaron cómodamente entre sus ciénagas–, quienes aprovecharon para ventilar las nuevas y peligrosas ocurrencias de la derecha reaccionaria. Víctor Andrés García Belaunde sugirió la anulación de las elecciones dilatando el proceso hasta el 28 de julio. A ello se sumó Jorge del Castillo, eterno favorito de RPP.

El aprista repitió la monserga sibilina del anciano Vargas Llosa –lo que trae a la memoria cierta frase de González Prada– y aseguró la inminente venezuelización del Perú, como insinuando que sus artes adivinatorias justifican desoír lo expresado en las urnas. Si cierto ladrón de siete suelas siguiera vivo y anduviera suelto, seguro que también lo invitaban.

Lo que no entienden estos obcecados de la política peruana de siempre, a causa de la misma necedad que les impide el retiro oportuno, es que están produciendo algo que no podrán controlar: una reacción ciudadana “a la chilena”. Están a punto de adelantar un cambio de Constitución producido desde la calle, sin esperar a que Pedro Castillo reciba la banda presidencial. Insistimos: están conjurando una lucha que no tienen posibilidad de ganar, que no parecen comprender y que costará en sangre peruana y ciudadana. Sus teorías de conspiración sobre el “Foro de Sao Paulo” no servirán de nada. Ningún “agente cubano” o fantasma chavista será necesario para encender los ánimos. Ver sus caras todos los días en la televisión y oír sus voces en la radio es más que suficiente para eso.

El problema de la prensa corporativa es ese: trata con dignidad a la corrupción, extiende las alfombras rojas para recibirla, dándole micro y cámara para que le hable al Perú como si se tratase de dignísimos estadistas. Así lo hizo vergonzosamente “Canal N” el día 7 de junio, cuando prestó su señal para que la lideresa de la ultraderecha se dirigiera al Perú, en vivo y en directo, para denunciar un supuesto “fraude en mesa”.

No se molestaron en verificar si la gravísima acusación se sostenía en algún tipo de evidencia, eso sería caer en esas sonseras que los “tibios” llamarían “principios periodísticos”. Ahora que el absurdo del fraude se ha caído, siguen sin denunciar que el Jurado Nacional de Elecciones sin pantalones no acabe el conteo dilatado, emita un resultado y nombre al nuevo presidente.

La democracia peruana es un espejismo, tenemos que construir un país porque este se parece demasiado a la fachada de cartón de cierta universidad bamba construida sobre la Constitución del 93. Las presentes elecciones –dilatadas con la colaboración de esta prensa suicida– han sacado a relucir la prepotencia de una élite limeña de vena antidemocrática.

Se ha vuelto moneda común escuchar a jóvenes “A” y “B” pidiendo soldados en las calles y balas contra quien proteste, todo basado en un racismo abierto y desvergonzado. Entre la herencia de buena parte de esta generación no había principios democráticos, nada de libertad, igualdad y fraternidad, ni mucho menos. Basta con ver a ese pequeño ejército de jóvenes abogados buscando errores ortográficos y “firmas falsas” en las actas electorales de provincias, todo para invalidar el voto de cientos de miles de ciudadanos peruanos sin acceso a sus exclusivos bufetes. ¡Qué cobardía!

El Perú colonial subsiste en esas pequeñas mentes, paradójicamente soberbias. Siempre resultó obvio que ese defecto denotaba falta de inteligencia, pero esto va más allá: Lima se regodea hoy en sus bajuras más patéticas y celebra su propio envilecimiento a través de las redes sociales, donde se ha empezado a amenazar y a amedrentar a quien vote por la opción contraria. “Chapa tu caviar”, escupen estos eternos adolescentes.

Fernando Tuesta puso los puntos sobre las íes el lunes por la noche en el programa de Jaime Chincha: lo visto desde el domingo 6 de junio es inaudito, peligroso y vergonzoso. Se le debe poner un alto de inmediato. También se habló de la nueva treta con la que el fujimorismo quiere entrampar las elecciones: una “auditoría de la digitalización de las actas”, basada en “cuestionamientos detectados por redes sociales”. ¿Es una broma? La perla figura en la mismísima portada de El Comercio del pasado martes 15.

Hay una derecha sensata: Rosa María Palacios intentó explicarle a la Lima que se ha dejado confundir y manipular, que un acta de votación no se anula excepto en casos excepcionales, como cuando medie la violencia, el cohecho o la colusión. Los votos ciudadanos no se tiran a la basura porque a una firma le falte o sobre un trazo, tampoco porque al acta le falte la hora ni mucho menos a causa de que el ente electoral haya hecho un sorteo deficiente, colocando a dos hermanos en la misma mesa. ¿Por qué algo como eso habría de invalidar cientos de votos de ciudadanos que nada tienen que ver con tales faltas?

Phillip Butters cita a Gandhi

El conductor de Willax cree que los fujimoristas y protofascistas que hace unos días se reunieron con antorchas en el Campo de Marte podrían “tomar Palacio”. Pero Butters no es ningún tonto, sabe que ese mesocrático grupillo está integrado por cuatro gatos y que no tienen ninguna posibilidad de tomar nada. Su llamado es un llamado a la acción, al enfrentamiento, al choque. En nada tiene que ver con Gandhi, a quien citó espuriamente alegando que tal toma sería “pacífica”.

Quieren reproducir la fallida toma del capitolio por las hordas trumpistas. A ello se sumó Rafael López Aliaga, que le ha apostado todas sus fichas a la candidatura de K y nunca dejó de hacer campaña. Ahora que perdió la señora, tendrá que pagar sus deudas.

Llevando la parodia al ridículo, el ex jefe de las FF.AA. Jorge Montoya, llamó a la renuncia de las cabezas del JNE y la ONPE; dijo que la “legitimidad” del futuro gobernante será nula. ¿Qué podría saber de legitimidad un firmante del acta de sujeción de Fujimori y Montesinos? La estrategia ultraderechista resulta clarísima: alegar que el nuevo presidente carece de legitimidad con base en las pataletas de la Señora K y sus 40 abogados. ¡No pasarán!

Daniel Espinosa Winder

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