En la estación Donald Trump, por favor

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Hallazgo de un fósil humano de 180 mil años de antigüedad, en la cueva Misliya, del monte Carmelo, cercano al puerto de Haifa. Buldócers que buscan el hipotético reino de Jerusalén, en las inmediaciones de la Ciudad Santa. Construcción del túnel para el Metro Tel Aviv/Jerusalén, bajo los territorios ocupados de Cisjordania. Enésima masacre de palestinos en la franja de Gaza.

¿Cuál denominador común vincula los cuatro hechos referidos? Acertó: el empecinamiento del enclave neocolonial llamado Israel para borrar a Palestina del mapa, despojándola de su identidad cultural y memoria histórica.

En coincidencia con el anuncio de Donald Trump de trasladar la embajada de Washington a Jerusalén, un equipo de arqueólogos de la Universidad de Tel Aviv encontró a inicios del año el fósil Misliya-1, en referencia al nombre de la cueva ubicada en el legendario monte Carmelo (del latín carmel = jardín, o karmel y karmil, en hebreo y árabe).

El monte Carmelo es un lugar importante para judíos y cristianos. Allí fue donde, según el Antiguo Testamento, el profeta Elías (siglo IX aC) dijo que el Dios de los judíos (Yahvé) era el verdadero (Libro de los Reyes). Y lugar, también, donde el cruzado francés Bartolo Avogadro fundó la orden de los carmelitas en el siglo XII.

Según el profesor Israel Hershkovitz, director del proyecto, el hallazgo del fósil cambiará el marco temporal para el periodo en que los humanos salieron de África por primera vez, sugiriendo una dispersión de 40 mil a 50 mil años más temprana del Homo sapiens. O sea, hace unos 220 mil años. Sin embargo, otro arqueólogo israelí, el profesor Yonathan Mizrachi, sostiene que Israel ha convertido la arqueología en arma de desposesión.

En entrevista con la agencia de noticias Al Jazeera, el profesor Mizrachi sostuvo que cuando ellos (los israelíes) piensan en su pertenencia a Israel, tiene que ver exclusivamente con Jerusalén. Por ello, ha sido la cuenca del valle de Jerusalén este (Palestina), donde la arqueología a modo sirve para inventar lazos entre el antiguo pasado judío y el Estado moderno, a costa del pasado y presente palestinos.

Tales proyectos son financiados por la extrema derecha judía, en particular la organización Elad, acrónimo hebreo que significa a la ciudad de David. Para el investigador Samuel Nelson Gilbert, el propósito de Elad apunta a modificar el paisaje de la supuesta futura capital de Palestina. Y para ello, Elad emplea varios recursos para expulsar a los palestinos de Jerusalén este y remplazarlos por colonos judíos.

En 1998, Elad recibió el respaldo de las israelíes Autoridad de Protección de la Naturaleza y Parques Nacionales, y la de Antigüedades, logrando que el ayuntamiento de Jerusalén expidiese un decreto para derribar 88 hogares del barrio palestino de Silwan, con la intención de construir un parque arqueológicoque para sus moradores resulta claramente ideológico.

Sin previo aviso, los colonos judíos empezaron a excavar con buldócers bajo las casas. Entonces, viendo que sus hogares se hundían, los vecinos apelaron a la Corte Suprema israelí. Pero en la misma noche en la que dieron registro de entrada a su apelación, la policía asaltó sus viviendas y arrestó a cinco personas.

Algo similar aconteció con la construcción del Metro Tel Aviv/Jerusalén, anunciado en 2008, y retrasado debido a seis kilómetros de vía que atraviesan Beit Iksa, ciudad palestina en Cisjordania. Las protestas obligaron a que una empresa alemana abandonara el proyecto, en tanto la italiana que asumió el control tuvo que enfrentar varios cuestionamientos sobre la violación del derecho internacional, al participar en un territorio ocupado. “ No problem”: los chinos terminarán la obra.

Beit Iksa ha perdido ya 60 por ciento de su territorio en favor de las colonias judías circundantes. El asentamiento de Ramot, por ejemplo, construyó un monumento conmemorativo del 11 de septiembre que incluye un pedazo de escombros de la zona cero, en recuerdo de los estadounidenses muertos en el ataque terrorista de Nueva York.

Finalmente, la cereza sobre el pastel: cuando en 2021 el Metro quede inaugurado, será “ only for jews”. No obstante, que no cunda el pesimismo. En diciembre pasado, el ministro de Transporte, Israel Katz, declaró al diario Yedioth Ahronoth:

El Muro occidental es el lugar más sagrado para el pueblo judío y decidí nombrar la estación del tren que llega allí con el nombre de Donald Trump, por su histórica y valiente decisión de reconocer a Jerusalén como la capital del Estado de Israel.

Por consiguiente, la estación Donald Trump será la indicada para que los turistas apurados visiten la Ciudad Vieja de la Jerusalén ocupada. Incluyendo, faltaba más, el Muro de los Lamentos.

José Steinsleger

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