En plena pandemia, el imperialismo de Estados Unidos prepara una guerra de saqueo contra Venezuela

Los Estados Unidos preparan su nueva aventura de piratería a gran escala, esta vez contra Venezuela. Para ello esgrimen el cínico pretexto de “combatir al narcotráfico”, cuando son ellos los mayores narcotraficantes del mundo. Cuando utilizan al narcotráfico y al paramilitarismo, por ellos mismos entrenado en técnicas de tortura, para desarticular las luchas de los pueblos contra el saqueo capitalista (en Colombia, México, América Central, Brasil (etc.) han implementado la herramienta paramilitar desde hace décadas).

Desde Estados Unidos se teorizó e implementó la introducción del paramilitarismo, las Maras y torturadores diversos (todos alimentados por dineros del narco y en su mayoría articulados a Estados represivos), para desintegrar el tejido social, para evitar a toda costa el surgimiento de organizaciones revolucionarias que cuestionen y combatan al sistema, para encausar la rabia de los empobrecidos hacia direcciones equivocadas (contra sus propios hermanos y no contra las burguesías nacionales y transnacionales). La Estrategia del “caos controlado” de las Maras y paramilitares implementada por la CIA, ha provocado miles de muertes y constituido un freno de peso a la emancipación de los pueblos.

Desde el Pentágono sacan a relucir una nueva mentira colosal [1] para maquillar sus guerras por codicia, esgrimen la fábula (para dormirse de pie) en la que ellos, los estadounidenses, serían los “grandes luchadores por la libertad y contra el narcotráfico”, cuando su misma DEA está implicada hasta los tuétanos en el narcotráfico. La DEA, que se presenta como una agencia “antidrogas”, lo que hace es manejar los flujos de producción y distribución de las drogas ilegales en el mundo, y utilizarlos en función de los intereses del imperialismo estadounidense: más de una operación encubierta de desestabilización se financia con el dinero del narcotráfico (recordemos el financiamiento de la Contra nicaragüense, el financiamiento de la herramienta paramilitar de contrainsurgencia en Colombia, o el financiamiento de las Guarimbas y paramilitares implementados contra Venezuela y su gobierno bolivariano por la burguesía venezolana y la injerencia estadounidense). Por otra parte, los Estados Unidos también introducen drogas en los barrios de la clase explotada estadounidense, para desarticular la lucha política contra la injusticia social, como método de control social y caos controlado. “La DEA ha sido el actor internacional clave en la protección de la producción y procesamiento de droga en Colombia [y en Afganistán] y el garante y vigilante de su traslado hasta las neuronas de los jóvenes en los Estados Unidos”[2].

Cabe también recordar que el dinero del narcotráfico se lava en grandes bancos, que no hay cocaína sin los insumos químicos que la componen (que son producidos por multinacionales químicas y farmacéuticas de EEUU y Europa principalmente) y que los que manejan el narcotráfico en la cúspide son magnates multimillonarios, son los mismos Estados Unidos que se presentan como “la policía mundial” y sus Estados carniceros asociados. Pero el relato del “malvadísimo campesino latinoamericano” es más útil para Falsimedia que exponer las realidades en su totalidad. De hecho, los mayores planes de injerencia estadounidense en América Latina de las últimas décadas (con sumas billonarias), se han desarrollado al amparo de la gran mentira de la supuesta “lucha contra el narcotráfico”: entre ellos el “Plan Colombia”[3] que anegó en sangre al pueblo colombiano y apuntaló a un régimen Narcoparamilitar, y el “Plan Mérida”, cuyo principal accionar ha sido reprimir a la población y a las organizaciones sociales para sofocar la protesta contra el saqueo capitalista de México, a la vez que tampoco ha incidido contra los grandes carteles, todo lo contrario.

Ahora, los EEUU movilizan portaaviones al Caribe contra Venezuela, cuando la mayor parte de la droga que sale de Colombia (el 84%) lo hace a través del Pacífico en cargueros o yates (con la vista gorda de las autoridades) [4], lo hace por Brasil, o lo hace hasta en aviones militares. Hasta un coronel de la DEA, James Hiett, comandante de operaciones en Colombia, fue declarado culpable por narcotráfico[5] (con pocas consecuencias, porque se protegen entre ellos. De vez en cuando hacen un paripé de juicio, cuando sus implicaciones en el narcotráfico son grotescamente inocultables, como en el caso de Hiett. Pero no pasa de ser eso: un paripé para que toda la estructura siga igual).

Los Estados Unidos utilizan las herramientas militares y paramilitares del Estado colombiano (dirigidas desde las bases militares de EEUU que colonizan Colombia), movilizándolas en masa hacia la frontera colombo-venezolana. La Unión Europea, como siempre, destaca en su labor de colaboracionista con el fascismo imperial de Estados Unidos, para apoyar sus pretensiones de invasión contra los pueblos cuyas riquezas codicia el capitalismo transnacional. Todos como buitres: esperando poder saquear las inmensas riquezas de Venezuela (petróleo, oro, gas, etc.). Criminales internacionales de cuello blanco y corazón de cloaca, que, aprovechándose de la pandemia por COVID19 que azota también a América Latina, intentan urdir otro golpe de Estado en la región (recordemos el reciente golpe de Estado contra Bolivia, para saquear su litio y demás riquezas).

El imperialismo estadounidense afila sus garras contra Venezuela y cuenta con su mayor socio regional para su nueva aventura genocida y saqueadora. El Estado colombiano (ahí sí un Narco-Estado-paramilitar) es el sirviente carnicero del imperialismo estadounidense: un Estado totalmente funcional al saqueo capitalista, que lleva décadas perpetrando exterminio contra el pueblo colombiano, urdiendo las más atroces masacres contra la Colombia en lucha por la justicia social. El exterminio que perpetra continuadamente el Estado colombiano contra las y los luchadores sociales recibe apoyo y logística estadounidense en técnicas de tortura y desestructuración social. Son miles los líderes sociales asesinados en Colombia por el Estado al servicio del Gran Capital; pero sobre este Exterminio descomunal la prensa del capitalismo transnacional suele hacer silencio total. El presidente de Colombia, Iván Duque, ha sido relacionado con el narcotraficante “Ñeñe” Hernández [6], quien le habría financiado la compra de votos para su elección presidencial; pero curiosamente no es el presidente colombiano el que es tildado de “narcotraficante” en los grandes medios, sino el presidente del vecino país, ese que la burguesía transnacional anhela derrocar para instalar en Venezuela un gobierno arrodillado al saqueo capitalista más brutal.

Estados Unidos implementa una nueva escalada guerrerista. No le basta con bloquear económicamente a Venezuela y a Cuba (impidiendo así que otros países comercien con ellas y golpeando duramente sus economías). No le basta con recrudecer el bloqueo criminal contra Cuba, aún en momentos de pandemia mundial, cuando es precisamente Cuba, y no otro país, el que está enviando brigadas de médicos cubanos a decenas de países del mundo para salvar vidas. No les basta, a los dirigentes estadounidenses, el estar asesinando a la población de Estados Unidos por falta de la debida asistencia médica contra el COVID19, ahora pretenden implementar una guerra contra Venezuela. Siempre con cualquier pretexto inventado, el imperialismo intenta justificar sus guerras e invasiones de rapiña.

Pero América Latina clama y lucha: ¡Gringos Fuera!… ¡Si tocan a Venezuela, nos tocan a todos los pueblos del Abya Yala!… Tenemos a una Bolivia atragantada porque sabemos del martirio que vive el pueblo boliviano desde el reciente golpe de Estado implementado por el imperialismo y la burguesía boliviana, tenemos a una Colombia estallándonos en el pecho de dolor por el exterminio contra su pueblo, un exterminio planificado desde las altas esferas estadounidenses. Si tocan ahora a Venezuela, se van a encontrar con la rabia cristalizada de todos nuestros pueblos, convertida en fuego.

Cecilia Zamudio

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