Estados Unidos: ¿Conflicto poselectoral?

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La única forma de evitar la batalla poselectoral es que Donald Trump pierda por nocaut. De no ser así, el consumado pugilista hará uso de golpes bajos y otras marrullerías para enmarañar todavía más al complicado sistema estadounidense de votaciones.

Durante la campaña el presidente Trump preparó el terreno para justificar las acciones del ejército de abogados que tiene listo para impugnar el resultado de las urnas. Sostuvo que sus adversarios estaban cocinando un fraude en los sufragios emitidos por correo, buscando levantar sospechas para, en el momento adecuado, es decir, una vez cerradas las urnas de votación presencial, comenzar a vociferar que si el resultado de dichas urnas era cerrado y/o le favorecía entonces los votos por correo serían manipulados en favor de Biden. Como en múltiples de sus afirmaciones, el indudable campeón de crear realidades alternativas mediante fake news no aportó elementos sólidos que sustentaran su señalamiento.

Vale la pena subrayar que la peculiar forma de las elecciones presidenciales en Estados Unidos favorece el ánimo acusatorio de Trump. A diferencia como se declara en otros sistemas electorales vencedor a un candidato, en Estados Unidos no vence necesariamente quien tenga más sufragios directos, sino quien obtenga mayor número de votos electorales.

Cada estado, dependiendo del tamaño de la población, tiene determinado número de votos electorales y, en cada entidad, se lleva todos los votos electorales quien haya obtenido en las urnas más boletas en su favor. No hay proporción aunque el resultado haya sido muy cerrado, de un punto porcentual o menos, el perdedor se queda con cero sufragios electorales. Esta forma de representación indirecta provoca, como en las elecciones presidenciales pasadas, que si bien Trump fue declarado vencedor, no le ganó a Hillary Clinton en la cosecha de votos populares. Ella obtuvo casi 3 millones más que el empresario/político neoyorquino. El sistema estadounidense es anómalo, intrincado y contrario al deber ser de la democracia representativa. Si se le compara con, por ejemplo, las recientes elecciones presidenciales en Bolivia, en el país sudamericano se dieron resultados claros a pocas horas de haber cerrado los centros de votación. Algo que parece no sucederá en Estados Unidos, a menos que el nocaut a Trump sea seco y contundente.

Los votos por correo y adelantados presencialmente fueron casi 98 millones, por mucho número mayor a contiendas presidenciales anteriores. Los emitidos mediante el sistema postal serán contabilizados tras los que hayan sido depositados directamente ayer, lo que dificultará conocer tendencias electorales definitivas e irreversibles. En el país de las encuestas, las llamadas exit polls, que se levantan a la salida de las urnas interrogando a los votantes acerca de a quién le otorgaron su preferencia, pudiesen no ser indicadores claros si la estrechez diferencial entre Biden y Trump está en el porcentaje de variación calculado por cada empresa encuestadora. A no ser, reitero, que el escenario arrojado a pie de urnas favorezca ampliamente a uno de los ­contendientes.

Una comunidad constantemente agraviada por Trump ha sido la conformada por la población que allá etiquetan como latina. Es, de acuerdo con el Centro de Investigación Pew, “el sector minoritario más grande del electorado estadounidense, con 32 millones con derecho al voto (la mitad de la población latina) –13.3 por ciento del total del electorado” (https://www.jornada.com.mx/ultimas/ mundo/2020/11/02/el-voto-latino-en-la-eleccion- presidencial-de-eu-3424.html). El problema en anteriores elecciones ha sido que los latinos tienen baja participación electoral y si en la contienda de ayer hicieron valer el peso que representan en votos, posiblemente hayan contribuido a que Trump se despida de la Casa Blanca. En 2016 casi 30 por ciento de los votantes latinos favorecieron a Donald Trump.

La tendencia de latinos que han manifestado votarán por Trump ha disminuido en esta ocasión, aunque todavía tiene cierta importancia, ya que alcanza 25 por ciento. Por su parte, la población afroestadounidense, 12.5 por ciento del electorado, está decididamente en favor de Joe Biden, ya que lo apoya 90 por ciento. Ante tal porcentaje, es contrastante que entre los latinos, si bien mayoritariamente en contra de Trump, exista dos veces y media más de sufragantes que en la comunidad afroestadounidense por la relección del presidente.

Hay indicios de violencia y los incendiarios discursos de Trump azuzan a quienes ya de por sí son partidarios de poseer armas y ostentar las mismas en actos públicos. En Estados Unidos abundan grupos de milicias ciudadanas que con inaudita facilidad pueden adquirir sofisticado y poderoso armamento. El escenario de posible conflictividad no sólo legal, sino también de enfrentamientos en la ciudadanía, se desvanecerá en la medida que el caudal de votos en las urnas exhiba contundencia contra Donald Trump.

Carlos Martínez García

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