Estados Unidos: El colapso se acerca

La administración Trump no es el resultado de un fenómeno aislado en Estados Unidos. Donald Trump es el resultado de un proceso largo de descomposición política, cultural y social.

Trump es un producto de la democracia fallida existente en Estados Unidos.  Mientras la clase dominante trata de perpetuar la ficción de que Estados Unidos es una verdadera democracia y  que Trump y las mutaciones políticas alrededor de él son en cierta forma una desviación aberrante que puede ser vencida en la siguiente elección, más avanzará la llamada “democracia representativa” hacia una verdadera tiranía.

El problema no es Trump. Es un sistema político, controlado por la capacidad corporativa y las cabezas dirigentes de los dos partidos políticos principales, que en realidad es uno solo, pues ambos defienden los intereses de la clase dominante para los que los intereses generales de la población no tienen mucha importancia.

Las discrepancias que podemos observar durante la administración Trump es una manifestación de la defensa de intereses de distintos sectores de la economía que no quieren ser desplazados por otro y defienden el control que han estado ganando durante años.

Un caso bien definido está en los sectores que han realizado cuantiosas inversiones en otros países, con el fin de aprovechar la mano de obra barata de estos, los recursos naturales de los mismos y las ventajas fiscales que le proporcionan exenciones de impuesto y la posibilidad de enviar sus utilidades a paraísos fiscales sin tomar en consideración el nivel de afectación que esto produce en cuanto a la economía y el desempleo en los propios Estados Unidos.

Revertir esta tendencia como lo está haciendo Trump, implica la retirada de algunos acuerdos internacionales, como el del medio ambiente, para poder proporcionar utilidades a las empresas que controlan las minas de carbón y las que lo transportan, además de disminuir el desempleo en ese sector, lo que siempre promueve el auge económico en otros. Incrementar la producción de automóviles en Estados Unidos es otra tarea que implica el descontento de aquellas empresas que realizaron sus inversiones en el extranjero, principalmente México, con la idea de sustituir un producto fabricado en Estados Unidos por otro que fabricado en el exterior le brinda mayores utilidades a la empresa.

La relación económica alcanzada con algunos “aliados” y otros que no lo son tanto, implica además el traslado de tecnología y también el aumento de la competencia comercial en el mercado mundial por aquellos que recibieron las inversiones y la tecnología estadounidense, que pueden producir más barato y por lo tanto representan una fuerte competencia en el mercado mundial, detrás de lo cual están los intereses económicos de  empresas estadounidenses que provocan un aumento del desempleo en su propio país de origen perro tienen el aliciente del incremento de sus utilidades. Todo esto está en contra de lo planteado por Trump “America first”.

La guerra comercial afecta a los países que se han apoderado de los mercados tradicionales estadounidenses, pero también afecta a las propias empresas de Estados Unidos que tenían todas sus esperanzas puestas en las inversiones en terceros países. En el año 2016, la inversión acumulada total de Estados Unidos en otros países, representó 5, 33 trillones de dólares, según informe de “El Portal Estadístico”.  Los países que han recibido el mayor monto de inversiones del año 2000 al 20l6, son Australia, Japón, China, Alemania y la región de Asia Pacífico.

¿Cómo modificar todo esto?

No es fácil cambiar el rumbo de lo que se ha estado construyendo durante años. La filosofía de los grupos que han estado en el poder en Estados Unidos en los últimos años, ha sido el tratar de utilizar la “globalización” como instrumento de sus intereses hegemónicos, que se fundamentan en lograr un acuerdo con las clases dominantes de otros países para sacar el máximo de beneficio económico posible de sus inversiones de capital.

El grupo que se encuentra en el poder en estos momentos en Estados Unidos, representado por Trump, no quiere el dominio mediante alianzas, quiere tener las riendas en sus propias manos y que el carruaje se mueva acorde a sus intereses particulares. Tener seguidores, no socios. Una gran potencia con países que se pliegan a la misma y cuyo futuro lo deciden los intereses estadounidenses.

El sistema creado durante años debe cambiar lo antes posible, el colapso se acerca.

Néstor García Iturbe

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