Estados Unidos: El laberinto de la violencia armada y el peso del odio

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Dos mortales tiroteos traen nuevamente hoy al centro de atención el complejo laberinto de la violencia armada en Estados Unidos, pero además subrayan un clima en el que racismo y supremacismo blanco ganan terreno.

Los 30 muertos y 53 lesionados que dejaron los ataques con armas de fuego ocurridos el fin de semana en El Paso, Texas, y Dayton, Ohio, vuelven a mostrar la tragedia de una nación donde se calcula que sus 327 millones de habitantes poseen casi la mitad de los cerca de 857 millones de armas de fuego existentes en el orbe en manos de civiles.

Como sucede cada vez que una masacre de este tipo enluta a las comunidades norteamericanas, se renuevan los llamados de control de armas a un ejecutivo y un Congreso que hasta el momento no ha adoptado medidas contundentes para enfrentar el problema.

La matanza de El Paso, donde perdieron la vida 21 personas y 26 sufrieron lesiones, es el octavo tiroteo masivo más mortal de la historia moderna del país, según datos difundidos por la televisora CNN.

Bajo la administración del republicano Donald Trump, que comenzó el 20 de enero de 2017, se produjeron en total cuatro de los 10 eventos de ese tipo más letales en Estados Unidos, incluido el más mortífero de todos, que dejó saldo de 58 muertos y más de 800 heridos el 1 de octubre de 2017 en Las Vegas, Nevada.

Luego de cada uno de esos hechos, pero sobre todo tras el tiroteo en una escuela secundaria en Parkland, Florida, en febrero de 2018, se generó un gran movimiento a nivel nacional para demandar leyes más estrictas de control de armas de fuego, el cual generó multitudinarias manifestaciones y pronunciamientos de muchos sectores.

Presionado por los reclamos sociales, Trump llegó a pronunciarse a favor de acciones como fortalecer los controles de antecedentes de las personas que las compran o elevar a 21 años la edad mínima para poder adquirir esos artefactos.

Sin embargo, ninguna de esas medidas se ha concretado hasta el momento, solo una prohibición de los dispositivos conocidos como ‘bump stocks’, que permiten a rifles semiautomáticos realizar disparos en ráfaga.

En lugar de buscar la implementación de las acciones exigidas, el jefe de la Casa Blanca pronunció en mayo de 2018 un nuevo discurso ante la Asociación Nacional del Rifle en el que ratificó su fidelidad al mayor grupo de presión a favor de la portación de armas en el país.

Muchas personas se preguntan ahora en Estados Unidos si esta vez será diferente, si por fin se darán pasos concretos a nivel gubernamental y legislativo para solucionar lo que es descrito como una epidemia de violencia armada.

Tras una alocución ofrecida por Trump esta mañana, la respuesta a esa interrogante parece ser negativa: quienes quieren que se impongan reglas más estrictas a la portación de armas de fuego no están siendo escuchados por el gobernante.

En su intervención, el presidente propuso una serie de medidas que considera posibles soluciones para los tiroteos masivos, pero ninguna de ellas incluyó algún tipo de control de armas.

‘La enfermedad mental y el odio aprietan el gatillo, no las armas’, expresó el gobernante republicano al vincular la violencia con publicaciones en Internet y redes sociales, los videojuegos y las enfermedades mentales, pero desligarlas de los artefactos empleados en cada uno de esos ataques.

Por primera vez en esa intervención, Trump mencionó los términos de crimen de odio, supremacismo blanco y terrorismo doméstico al referirse al tiroteo en El Paso, cuyo sospechoso se considera el autor de una proclama antiinmigrante publicada en línea poco antes del ataque.

El gobernante, sin embargo, no hizo ninguna alusión a las muchas críticas lanzadas hacia él estos días por parte de personas que consideran que su retórica contra los inmigrantes y sus ataques considerados racistas y xenófobos han avivado el clima de odio e intolerancia.

Como han señalado varios medios estadounidenses, lo sucedido en Texas el sábado incrementó los llamados a que haya un mayor enfoque en el problema del movimiento nacionalista envalentonado y el terrorismo doméstico.

A pesar de que este último es el más letal en Estados Unidos, se ve eclipsado en gran medida por los temores sobre el extremismo musulmán, señaló el diario Los Angeles Times.

El excongresista y candidato presidencial demócrata Beto O’Rourke dijo ayer a la televisora CNN que la retórica racista del presidente había creado el clima que condujo al ataque. ‘Seamos muy claros sobre lo que está causando esto y quién es el presidente. Es un racista declarado y alienta más racismo en este país’, manifestó.

Un reciente informe del Centro para el Estudio del Odio y el Extremismo, con sede en la Universidad Estatal de California en Santa Bárbara, descubrió que los delitos de odio aumentaron un nueve por ciento en 30 ciudades estadounidenses importantes en 2018, en lo que constituyó el quinto incremento anual consecutivo.

Eso pone a una sociedad fuertemente polarizada ante el desafío doble de enfrentar el gran número de armas de fuego en manos de civiles y un ambiente de intolerancia y odio que, en lugar de ceder, se expande.

Martha Andrés Román

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