Estados Unidos: En honor a la media y la falsa verdad

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La situación creada con el encarcelamiento en Inglaterra de Julian Assange a pedido de Estados Unidos -acusado de cometer presuntamente 18 delitos estipulados en una ley de dicho país contra el espionaje que data de 1917- pone en la palestra lo que hoy en día representa la vigencia de la libertad de expresión frente a los crímenes de guerra perpetrados por las grandes potencias hegemónicas y sus aliados regionales a nivel mundial.

Como es de todos conocido, el fundador de Wikileaks reveló al mundo la existencia de programas destinados a conseguir y analizar información suministrada gratuitamente por los usuarios de internet, a través de Google, Facebook o Apple, en lo que constituye un amplio imperio de vigilancia que haría empalidecer al Big Brother descrito en “1984″ por George Orwell. Esto hizo que Estados Unidos y algunos gobiernos europeos emprendieran acciones en su contra al exponer a la opinión pública el carácter inmoral e inhumano de sus guerras humanitarias, lo que ha traído como consecuencia para Assange, en el peor escenario imaginable, el sometimiento a torturas sicológicas y aislamiento total, lo que ha hecho temer a muchos por su vida.

Este amplio imperio de vigilancia denunciado por Assange no es otra cosa que la mundialización del miedo y la sumisión, ya anticipado en décadas pasadas por el Ejército Zapatista de Liberación Nacional, de México, cuyo objetivo prioritario es asentar, propagar y defender la ideología y los intereses de los sectores dominantes yanqui-europeos en detrimento de la soberanía, la cultura, la biodiversidad y los intereses de los demás pueblos de la Tierra. En términos simples, esto es la construcción de un poder corporativo global, cuyos intereses y decisiones afectan la vida de millones de seres humanos sin saberse a ciencia cierta quiénes lo constituyen, aunque sí a quienes beneficia.

En palabras de Juan Pérez Ventura (al referirse al Club Bilderberg), “la idea de un gobierno mundial controlado por una pequeña élite financiera y económica es cada vez más aceptada por la sociedad. Con la última crisis económica se ha puesto en evidencia que no son los gobiernos los que controlan los países, sino organismos de rango superior a los propios ministros y presidentes. Las decisiones que se toman en cualquier país parecen estar continuamente influenciadas (directa o indirectamente) por entidades como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de Comercio, etc. Entidades cuyos líderes no han sido elegidos por la ciudadanía y, por lo tanto, están tomando decisiones decisivas sin legitimidad democrática”.

A Assange se agregan los nombres de Chelsea Manning y Edward Snowden, acusados por el gobierno estadounidense de delitos similares, lo cual evidencia hasta qué punto el poder oscuro que rige a la nación norteña es capaz de manejar a su antojo el sistema judicial para evitar la erosión de su hegemonía. Mediante su manipulación, la clase hegemónica gringa se ha encargado de silenciar las voces que estima peligrosas, acusándolas de amenazar la seguridad de la nación, lo que se complementa con la acción racista de sus órganos policiales, generalmente dirigida contra la población negra e inmigrante de habla hispana. Para ello, suele recurrir a la difusión de medias y falsas verdades, tanto en lo que respecta al orden interno como también en lo que constituye su política exterior imperialista y neocolonialista cuando se pretende subordinar a sus particulares intereses la soberanía de otros países.

Homar Garcés

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