Estados Unidos quiere envenenar a Ucrania para salvarla

El uranio empobrecido se ha relacionado con un incremento de cánceres y defectos de nacimiento en Irak y es rechazado incluso por los aliados de EE.UU. Entonces, ¿por qué la administración Biden aprueba su uso en Ucrania?

Parece un punto obvio que si quieres ayudar a un país a ganar una guerra, debes tratar de hacerlo de una manera que no haga más daño que bien, por ejemplo, exponiendo a su gente y sus fuentes de alimentación a armamento tóxico, con un historial conocido de efectos negativos para la salud a largo plazo.

Al parecer, no es así para los gobiernos que más ardientemente apoyan la guerra de Ucrania, y el Wall Street Journal informó recientemente que la administración de Joe Biden está preparada para suministrar a Kiev proyectiles de uranio empobrecido para los tanques Abrams que aprobó en enero. Si los suministros llegan, Estados Unidos se convertirá en el segundo país en proporcionar a las fuerzas ucranianas la munición tóxica, después de que el gobierno del Reino Unido lo hiciera en el mes de marzo.

Los gobiernos del Reino Unido y EE.UU. insisten, como lo han hecho durante mucho tiempo, en que el uranio empobrecido es inofensivo.

Dado que ambos gobiernos enviarán más suministros a Kiev, es probable que escuchemos este argumento más frecuentemente, tanto por parte de estos gobiernos como por el pequeño ejército de comentaristas y expertos financiados por fabricantes de armas para luchar en la “guerra de la información” sobre este conflicto.

Deberíamos sospechar mucho. Hay una razón por la cual el uso de tales proyectiles es tan controvertido y ampliamente rechazado, y por qué su uso a lo largo de los años por parte de los militares estadounidenses, británicos y rusos ha sido tan ampliamente criticado.

La Agencia de Protección Ambiental de EE. UU. dice explícitamente que el uranio empobrecido “es peligroso cuando está dentro de su cuerpo” y que es un “peligro grave para la salud” cuando se ingiere o inhala, e insta a los estadounidenses a alejarse lo más posible, incluso de los campos de tiro donde la sustancia todavía se usa en municiones. El Departamento de Asuntos de Veteranos de EE. UU. también lo llama «un peligro potencial para la salud si ingresa al cuerpo».

El propio gobierno del Reino Unido reconoció los riesgos para la salud en el pasado, incluso cuando entregó la munición a sus soldados para que las usaran en guerras extranjeras. Un documento del Ministerio de Defensa británico (MoD) filtrado en 1997 causó vergüenza cuando, frente a las negativas de su ministro sobre los peligros del uranio empobrecido, afirmó que la exposición al mismo “ha demostrado que aumenta los riesgos de desarrollar cánceres de pulmón, linfa y cerebro”. A pesar de descartarlo como un documento desacreditado  y escrito por un aprendiz, dos años después, cuando el Reino Unido se preparaba para invadir Irak, entregó tarjetas de información a sus tropas advirtiéndoles que el uranio empobrecido “tiene el potencial de causar problemas de salud”.

Hoy, el Ministerio de Defensa cita investigaciones de la Royal Society, la principal academia científica nacional del Reino Unido, como prueba de que el impacto del uranio empobrecido en Ucrania en la salud y el medio ambiente «probablemente sea bajo». Sin embargo, como ha señalado Declassified UK, la Royal Society no solo no ha publicado nada sobre el tema desde 2002, alegando que no es «un área activa de investigación», sino que en realidad reprendió al Pentágono cuando intentó hacer el mismo truco durante la Guerra de Irak en 2003. En ese momento, la Royal Society, descrita por The Guardian como “indignada”, dijo al periódico que las tropas y los civiles estaban en peligro a corto y largo plazo por la sustancia, especialmente los niños.

La fecha de la última investigación de la Royal Society es significativa, ya que el uso de uranio empobrecido en Irak .por parte de las fuerzas de la coalición estadounidens- se estimó en más de trescientas mil municiones, las cuales fueron seguidas por una explosión de cánceres y defectos de nacimiento en  Faluya. Un estudio de más de setecientos hogares en la ciudad lo comparó con las secuelas del bombardeo de Hiroshima, peor aún, ya que Faluya vio un aumento de leucemia notablemente mayor que el documentado después del bombardeo atómico. Uno de sus autores lo llamó “la tasa más alta de daño genético en cualquier población jamás estudiada”.

Así que no es de extrañar que otros gobiernos amigos se hayan opuesto habitualmente a la presencia de uranio empobrecido en sus países. Un telegrama diplomático filtrado mostró que el descubrimiento de este tipo de proyectiles utilizados por las fuerzas estadounidenses en una base kuwaití provocó un incidente diplomático menor entre el país y Washington en 2009. El mismo año, el parlamento belga votó por unanimidad prohibir la inversión en armas de uranio empobrecido.

Una protesta pública llevó al Ministerio de Defensa a dejar de probar los disparos en un campo de tiro militar en Escocia en 2013. Después de que un legislador de Corea del Sur describió como un «debate interminable», el año pasado el país finalmente devolvió 1,3 millones de municiones a los EE.UU., país que los guarda en un almacén. Incluso el fabricante de armas Lockheed Martin, que no es exactamente conocido por anteponer las preocupaciones morales a las ganancias, cesó la producción del material poco antes de la invasión de Ucrania, y dijo que la decisión se debió a la «sostenibilidad» y no a razones financieras.

De hecho, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha adoptado resoluciones tanto en 2020 como en 2022 en las que se pide crear conciencia sobre los efectos ambientales y para la salud del uranio empobrecido, y trabajar para proteger y abordar esos efectos nocivos, resoluciones por las que votaron la gran mayoría de las naciones del mundo.  Sólo cinco países no lo hicieron en ambas ocasiones: Francia, Israel, Reino Unido, Estados Unidos y Liberia.

La relativa falta de protestas por la decisión de la administración de Biden contrasta con la indignación provocada la misma semana por el nuevo libro de la autora de Eat, Pray, Love, Elizabeth Gilbert, ambientado en Rusia. A pesar de que el nuevo libro de Gilbert se ambienta en la Rusia de hace un siglo, que no tiene nada que ver con la guerra o ciertamente con su glorificación, y es simplemente sobre una familia rusa que vive en el exilio del gobierno soviético; el mero hecho de situar una historia geográficamente en Rusia ha sido considerado como un crimen atroz en el contexto actual, y finalmente no ha llegado a publicarse –The snow forest-.

El libro de Gilbert no habría tenido ningún impacto en los ucranianos que sufrieron la invasión de Moscú. Sin embargo, existe un riesgo muy real de que los ucranianos sufran terribles consecuencias a largo plazo por estas armas de uranio empobrecido, además de todo lo demás por lo que están pasando.

Aquellos que proclaman su gran solidaridad con los ucranianos, que tengan poco o nada que decir sobre ellos, dice mucho sobre la naturaleza perversa del discurso estadounidense sobre esta guerra.

Branko Marcetic

Traducido del Inglés al Español por Marwan Perez para Rebelión.

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