Estados Unidos: Un futuro no tan incierto

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Probablemente no exista precedente para un sentimiento vivido a la par por cientos de millones en el mundo: ojalá hoy martes un rayo emitido por los electores fumigue a Donald Trump como a una mosca. Pero otros hechos son más probables, como se ha escrito en abundancia: 1) Trump se autoproclama vencedor, con independencia de los votos efectivos; 2) la falta de contundencia en el resultado de los votos abre espacio a un caos enloquecido; 3) Trump alega fraude; 4) Trump efectivamente gana.

Joe Biden ganaría la elección si ganara estados como Carolina del Norte, Texas y Florida, pero hoy no lo sabremos. Una nube negra de incertidumbre electoral se ha posado sobre el desvencijado ­imperio.

En el último siglo sólo cuatro presidentes gobernaron cuatro años. Herbert Hoover (1929-1933), lo derrotó la Gran Depresión; Gerald Ford (1974-1977), otra gran crisis económica lo eliminó; Jimmy Carter (1977-1981) la continuación de la misma crisis y el primer gran avance del neoliberalismo, lo echaron de la presidencia; George W. Bush (1989-1993), una recesión económica y la Guerra del Golfo, fueron su tumba política. Hoy Estados Unidos vive una doble crisis, económica y sanitaria; puede ser el final de Trump, puede ser…

Es notorio el debate actual en Estados Unidos sobre su excepcionalismo. La idea fija de que es único entre las naciones y la american way of life es sin duda lo mejor del orbe, ha dominado las mentes de los estadounidenses, se dice. Aunque hoy ese debate incluye la pregunta sobre los incluidos y los excluidos, históricos, en ese modo de vida excepcional. También se exploran otros ámbitos. El historiador Eric Foner escribe sobre lo que llama el lado oscuro del american exceptionalism, a saber, la arrogancia y la cerrazón mental, y la ignorancia sobre el resto del mundo… Como los Estados Unidos son tan excepcionales, no tiene sentido aprender sobre otras sociedades. Esa mentalidad, señala, se ha traducido en cientos de fallecidos por Covid-19. En tanto, Trump respondió todo el tiempo mediante contorsiones y mentiras flagrantes. La intensa campaña de los demócratas se ha centrado en Donald, aunque se trata también del Partido Republicano.

El profesor Joe Nye, de la Kennedy School of Goverment de la Universidad Harvard, una de las voces más influyentes en la formulación de la geopolítica estadounidense, está convencido del excepcionalismo estadounidense, pese a señalar que la esclavitud quedó registrada en la Constitución o el hecho de haber sido una excusa para ignorar el derecho internacional, invadir otros países e imponer gobiernos a su pueblo. No obstante, dice Nye, también ha inspirado esfuerzos internacionalistas liberales para un mundo más libre y más pacífico a través de un sistema de derecho y organizaciones internacionales que protege la libertad doméstica moderando las amenazas externas. Trump les ha dado la espalda a ambos aspectos de esa tradición: ni intervencionismo ni internacionalismo liberal. Nye no ve que las instituciones internacionales, como la Organización de Naciones Unidas, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización del Tratado del Atlántico Norte, crearon una gobernanza para favorecer, en primer lugar, los intereses estadounidenses. Esas instituciones han estado en declive por mucho tiempo, y Trump pugna por tumbarlas; así lo hizo con los Acuerdos de París o con los tratados de armas nucleares con Rusia: Trump quiere otro orden internacional: ¿sólo él?

Este presidente ganó en 2016 con los votos de decenas de miles de excluidos de la globalización neoliberal. Gran parte de las instituciones multilaterales se adhirieron al modelo rechazado por esos ciudadanos. No debiera perderse de vista ese hecho. Pero hay más: la nación ganadora de la globalización neoliberal fue China, tout court. No es extraño que desde todos los espacios académicos y mediáticos de Estados Unidos y de los países desarrollados de Occidente, haya un feroz ataque sistemático a China, a partir de su gestión de la pandemia, y de la velocidad con la que está saliendo de la crisis económica. Occidente está aterrorizado con el futuro, porque China saldrá fortalecida y Occidente debilitado. Un segmento del capital estadounidense, con visión de largo plazo, es un poderoso elector oculto detrás de Trump; ya no le gusta esta globalización. China está adelantándose al Estados Unidos que quiere Trump: ya está implementando su futuro con un crecimiento principalmente hacia adentro, como lo muestra su 14 Plan Quinquenal 2021-2025 decidido entre el 26 y el 29 de octubre pasado. Un triunfo de Biden no modificará esas corrientes de fondo del capitalismo mundial.

La Unión Europea percibe esos cambios y busca fortalecer sus junturas; algunas de sus decisiones para superar el frenazo económico lo muestran claramente. Un rumbo análogo debiera perseguir América Latina, siempre consciente de su condición periférica, sin poder hacer mucho para superarla.

La apuesta de Trump va claramente en la búsqueda de un cambio de fondo en la organización y el curso capitalista. Como quiera que sea, que hoy lo fulmine un rayo.

José Blanco

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