Exorcizar a Venezuela, bendecir a Irán y que EE.UU. pegue una

De esta guerra civil europea saldrá seguramente el bosquejo de un nuevo orden mundial. Algunos de los participantes del juego están, yo diría, algo angustiados. El presidente norteamericano detenta una imagen negativa del 58% pero, para su tranquilidad, es la misma tendencia desde el 6 de enero de este año. El jueves 10 de marzo recién le aprobaron un paquete de 1.5 billones que financiará al Gobierno federal hasta septiembre, con U$S 13.3 mil millones para ayudar a Ucrania, y desechando el auxilio a los gobernadores en la lucha contra el COVID-19 por U$S 15.600 millones.

Las elecciones de medio término se presentan como un fantasma. El patrón histórico es claro y siniestro para el oficialismo, que generalmente tiene malos resultados en las elecciones intermedias. El partido de quien detente la presidencia ha perdido escaños en la Cámara en 17 de 19 elecciones de medio término desde la Segunda Guerra Mundial, solo en 1998 y 2002 pudo torcer el rumbo. Esta tendencia agrava más la incertidumbre a las posibilidades ciertas de perder alguna o ambas cámaras, más si los republicanos encabezan las encuestas.

La idea demócrata de poner el acento como determinantes del motor económico en el mundo del trabajo arduo y, en el caso estadounidense, acompañado de su poder de iniciativa, es verdad. Pero, durante demasiado tiempo, según los propios demócratas, la economía ha funcionado muy bien solo para algunos, para los que están en la cima, para los grandes ganadores, mientras que las familias trabajadoras se ven exprimidas. El presidente prometió reconstruir la columna vertebral del país basada en la clase media, los trabajadores y los sindicatos. El marco Build Back Better es, precisamente eso, según la Casa Blanca.

Ucrania es un acontecimiento que desvió la atención pública en un año de dificultades internas, reseteando al presidente para que ponga su interés en una guerra, auspiciada por Estados Unidos, que se libra sin parar en los televisores de los estadounidenses, y quizás puede, o no, darle beneficios. Las iniciativas de cambio económico, que tienden a incluir educación preescolar gratuita, expansión de la atención médica, inversión en vivienda, créditos tributarios, reforma migratoria y combatir el cambio climático, se están esfumando por un escenario bélico.

El paquete acordado en el Congreso tiene este tinte militarista, como la ayuda a Ucrania: U$S 6.500 millones para cubrir los costos de enviar tropas y armas a Europa del Este y equipar a las fuerzas aliadas. Otros $ 6.8 mil millones se destinarían a la atención de los refugiados, brindando ayuda económica a los aliados. También se han asignado unos U$S 730 millones para gastos militares bajo el Departamento de Defensa, y otros U$S 125 millones irían al Departamento de Asuntos de Veteranos.

Todo esto en medio de un frenesí de aumentos de precios (7.9%) llegó a un nuevo máximo de 40 años. Muchos no se distrajeron con los datos de salarios nominales aumentando, el salario real –ajustado en base a la inflación– no ha logrado mantener el ritmo del incremento de los precios durante 11 meses consecutivos, y en febrero el valor hora se contrajo un 2,6% en comparación con el año anterior. Este número empeorará mucho el próximo mes cuando el impacto total del mayor shock de suministro de energía desde la crisis del petróleo de la década de 1970 llegue al frente y al centro. En todos los niveles de ingresos, solo el 18 % de los consumidores dijo que sus salarios estaban a la altura del costo de vida más alto.

El tábano economista

Al parecer la vertical que se quería recuperar con una guerra en Europa donde las compañías americanas ganan, ha conseguido solamente mayores incrementos de precios energéticos, alimentos y una realineación de las necesidades de suministros que está obligando a los EE.UU. –sin el más mínimo rubor– a hablar con el dictador Maduro y con los asesinos ayatolás, como si fueran carmelitas descalzas.

El primer problema que se presenta, y puede tener consecuencias electorales, sin ahondar en los efectos posteriores, son los múltiples incrementos de la tasa de interés anunciados por la FED como consecuencia de la inflación. La misma enfrenta un desafío delicado: si ajusta el crédito en forma demasiado agresiva este año corre el riesgo de socavar la economía, y posiblemente desencadenar una recesión, no solo en los EE.UU., quizás mundial. El problema es que el aumento de tasas toma como causa el 7.9% de inflación de febrero, que no incluyó la mayoría de los aumentos en los precios del petróleo y la gasolina que siguieron a la invasión rusa de Ucrania el 24 de febrero.

Al cubo de Rubik del comercio mundial y la cadena de suministros se agrega otra capa de complejidad para la Fed. Los encargados de formular las políticas de tasas en la FED estaban optimistas que los trabajadores estaban volviendo a sus puestos y las cadenas de suministro mundiales podrían mejorar y ayudar a bajar la inflación eliminando la escasez, sin necesidad de aumentar fuertemente las tasas, aunque la guerra parece haber desbaratado esta ilusión.

Las cadenas de suministro globales siguen bajo estrés severo debido a la pandemia de COVID-19 y la guerra agrega más presión. Las rutas de envío alrededor de la región devastada por la guerra ahora deben recalibrarse, y más de 300.000 empresas que están fuera de los EE.UU. y Europa se vieron impactadas por suministros. A los malos augurios de los valores de las energías y los alimentos, Rusia también es el proveedor de la mitad del gas neón del mundo, que se utiliza para fabricar semiconductores, una industria que ya está experimentando una grave escasez.

El CEO de Volkswagen, Herbert Diess, dijo al Financial Times en una entrevista que una guerra prolongada en Ucrania sería «muy arriesgada» para las economías europeas y alemana en particular, y que, en última instancia, podría ser incluso peor para ellas que el COVID. O sea según Diess el daño económico de la guerra podría ser «mucho peor» que la pandemia.

Las consecuencias económicas para los europeos se calculan en sus presupuestos entre 1.15 y 4% del PBI, dadas las horrorosas políticas energéticas implementadas donde nadie notificó a los consumidores que la mudanza de energías fósiles a sustentables tenía un gran costo y sería abonado por ellos. Ahora, a medio camino de la transformación, cualquier faltante se pagará más en industria, transporte, calefacción, combustible, bienes, etc.

Entonces, si para los promotores de guerra, los americanos, las consecuencias políticas no parecen favorables, para la economía mundial los resultados parecen malos, así como para la europea, ¿quién saca beneficios, más allá de China? Bueno, según el economista Michael Hudson, la política económica y exterior de EE.UU. es más realista verla en términos de complejos de poder que como políticas de los partidos demócrata o republicano. Los principales senadores y representantes del Congreso no encarnan a sus estados o distritos, los políticos estadounidenses representan a los contribuyentes de su campaña, no a los votantes. Y estos contribuyentes se dividen básicamente en tres bloques principales: el complejo militar-industrial, el complejo del petróleo, gas y minería, y el complejo bancario, seguros y bienes raíces.

Cada uno de los complejos de poder ha diversificado ampliamente sus fábricas y empleos en casi todos los estados, especialmente en los distritos donde se eligen los jefes de los comités clave del Congreso. Los electores son 538 y se ve cómo están distribuidos con minuciosidad en el país.

Elaboración propia en base a datos oficiales

Por cierto, no se encuentran todas las empresas ni sus filiales, es al solo efecto de dejar expuesta la relevancia de cada una. En el complejo militar se tomaron solo cuatro empresas: Lockheed Martin, Boeing, Raytheon y Noryhrop Grumman. Su base económica es la renta de monopolio, obtenida sobre todo de sus ventas de armas a la OTAN, a los exportadores de petróleo de Oriente Próximo, entre otros. Sus acciones subieron en una semana de la invasión entre un 8% y las de Northrop Grumman alcanzaron un 22%. El capitalismo del Pentágono, de costos más altos, se benefició, como vimos al principio del texto, con el paquete aprobado que proporcionó un paraguas de negocios para la seguridad nacional.

El sector del petróleo y el gas que extrae rentas, al que se une la minería, se aprovecha del favoritismo fiscal especial de Estados Unidos otorgado a las empresas que vacían los recursos naturales de la Tierra y los ponen en la atmósfera. Al igual que la banca y los bienes raíces, el objetivo de este sector es maximizar el precio de su energía y materias primas para incrementar su renta de recursos naturales, cosa que ha logrado de manera sobrada a costa de Europa. Monopolizar el mercado petrolero de la zona del dólar y aislarlo del petróleo y el gas rusos ha sido una de las principales prioridades de EE.UU. durante más de un año. El oleoducto Nord Stream 2 es la amenaza de la unión de las economías de Europa Occidental y Rusia.

El tercer grupo importante es el sector de Finanzas, Seguros e Inmobiliario, que es la contraparte de la antigua aristocracia terrateniente posfeudal de Europa que vive de las rentas de la tierra. Este bloque bancario y de bienes raíces, centrado en Wall Street, tiene una base aún más amplia, distrito por distrito, apoyado durante mucho tiempo por el exsenador de Delaware de la industria de tarjetas de crédito Joe Biden. El objetivo del sector es monopolizar las finanzas mundiales (SWIFT), asegurando sanciones y el privilegio de la creación de crédito en manos estadounidenses. Wall Street siempre ha estado estrechamente alineado con la industria del petróleo y el gas, desde los días de Standard Oil.

Como se ve claramente, hay ganadores, los mismos que ponen los electores en el Congreso, los dueños del poder. Los mismos que aumentaron su tasa de ganancias pasando a los consumidores los incrementos de precios, dando comienzo a la inflación americana y mundial. Pero para poder alcanzar este incremento de ganancias comandaron una guerra geoestratégica que sobrepasa los vulgares maniqueísmos caver­nícolas americano y el ámbito terrenal ucraniano: está en juego la configuración del Nuevo Orden Mundial multipolar que empieza a esbozarse.

Por eso comienzan a resultar absurdos algunos aprietes y hasta el acuerdo FMI-Argentina, que no guardan la debida cordura en la geopolítica mundial. Pedir y reclamar a Pakistán la neutralidad expresa por la invasión rusa a Ucrania es una estupidez manifiesta. El primer ministro Imran Kan –graduado en Oxford–, gran aliado de China, poseedor de 165 bombas nucleares y una población de 238 millones, arremetió contra Occidente por tratar a los “paquistaníes como esclavos” debido a que no condenó a Rusia.

Ante las necesidades de cubrir el 10% de petróleo americano, la pandilla del mal, Irán y Venezuela, pasaron a ser los niños cantores de Viena. Más curioso es que los ayatolás son respetables ancianos y el dictador Maduro se convirtió en presidente, y su adversario imaginario (Juan Gerardo Antonio Guaidó Márquez) desapareció como un holograma.

La principal estrategia de Irán es crear mecanismos para neutralizar las sanciones y al mismo tiempo continuar los esfuerzos en Viena para eliminar los embargos. Dado el largo historial de Estados Unidos en incumplir sus compromisos, la principal autoridad de seguridad de Irán ha subrayado que se necesitan “garantías” para que las pláticas de Viena rescaten el acuerdo nuclear de 2015. Este es el punto nodal de las discusiones. A Irán las sanciones le costaron el 7% del PBI, y han firmado los ministros de Asuntos Exteriores de China e Irán un histórico acuerdo de cooperación de 25 años, en la última expansión de la emblemática iniciativa de la Ruta de la Seda de Beijing. Venezuela ha sufrido el ataque constante que valió la destrucción de su economía, y la historia será similar.

Que los demonios pasen a ser ángeles suele tener un costo de credibilidad. En el caso de EE.UU. interno y externo, sobre todo éste último. Que esta guerra lleve ganancias, es posible, pero quizás las consecuencias sean menos votos y pérdidas de alguna cámara por descontento social, aunque poco importa porque los grandes complejos estarán a salvo con cualquiera de los dos partidos. Se creará un Nuevo Orden Mundial y el afianzamiento será multipolar, pero por ahora es un mundo cada vez más golpeado.

Alejandro Marcó del Pont

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