Fiebre de guerra: ¿Taiwán después de Ucrania?
Entrevista al experto en China Dirk Nimmegeers
A finales de enero un alto general estadounidense declaró que podría estallar una guerra en Taiwán en un plazo de dos años. ¿Nos encontraremos pronto con un segundo punto álgido en Asia después de Ucrania? Se lo preguntamos al experto en China Dirk Nimmegeers.
Para comprender exactamente lo que está ocurriendo, es importante tener en cuenta el estatus especial de Taiwán. ¿Puede explicar un poco este estatus?
Taiwán tiene su propio gobierno y parlamento, pero no es esencialmente un Estado soberano o independiente porque forma parte de China. Casi todos los Estados del mundo, incluido los Estados Unidos, lo reconocen. Taiwán, por ejemplo, no tiene asiento en la ONU.
Solo hay una China con un gobierno con sede en Pekín. La entidad política taiwanesa fue instaurada en 1949 por el bando perdedor de la guerra civil china, tras ser expulsado del resto del país por el Partido Comunista de China.
Legalmente la isla forma parte de China desde hace siglos, igual que Flandes forma parte de Bélgica o Frisia de los Países Bajos. Se puede considerar Taiwán un poco como una provincia rebelde.
¿Cuál es la relación de China con esta «provincia rebelde»?
La política de China ha sido invariable durante años: Taiwán debe reunificarse pacíficamente con el resto del país. Pekín desea que los lazos económicos entre el continente y la provincia insular vuelvan a ser tan fuertes como solían ser hasta hace poco. También es bueno si hay más contactos sociales y culturales.
Sin embargo, Pekín siempre ha advertido -y lo hace cada vez que se le provoca en exceso- que cualquier declaración de independencia taiwanesa o paso serio hacia ella provocaría una respuesta militar. En esencia, la “cuestión de Taiwán” es un asunto interno, que los chinos de ambos lados del estrecho de Taiwán resolverán entre sí.
¿Cómo se ve este asunto desde Taiwán?
En Taiwán hay dos partidos principales. Actualmente está en el poder el Partido Progresista Democrático (PPD). Este partido está impulsando el separatismo. La postura del PPD y de su actual líder, Tsai Ing-wen, es que Taiwán ya es independiente, y que China y Taiwán no deben estar unidos.
Esto contrasta con el otro gran partido político de Taiwán, el Kwomintang (KMT). Este partido aún sigue la constitución de “una sola China” la cual suponía que un gobierno de Taiwán lograría recuperar todo el territorio chino. Por supuesto, incluso el KMT ya sabe que es una utopía y el partido redactó el “Consenso de 1992” sobre esa base. En él, se afirma que hay una sola China, pero se interpreta de forma diferente a ambos lados del Estrecho. Para Pekín y el KMT, esto sigue siendo una buena base para contactos y negociaciones mutuas. Los separatistas del PPD siempre se han negado a reconocer ese Consenso.
¿Y cuál es la postura de Estados Unidos al respecto?
Tradicionalmente, Estados Unidos ha defendido la opinión de que Taiwán forma parte de China y que solo existe una China, cuya capital es Pekín. En su última reunión con Xi en el G20 de Bali en noviembre de 2022, Biden lo reiteró. En 1982, Estados Unidos prometió suprimir gradualmente la venta de armas a Taiwán (1).
El presidente estadounidense también declaró entonces que él y su gobierno siguen siendo partidarios del estatus quo, es decir, de la situación en la que Taiwán no declare la independencia, sino que siga funcionando de forma autónoma. Estados Unidos intervendría militarmente si alguna de las partes implicadas cambiara este estatus quo unilateralmente y por la fuerza.
¿Así que Estados Unidos se aferra al estatus quo?
Lo ocurrido en los meses anteriores y posteriores a la conversación de Bali plantea serias dudas sobre la sinceridad de las declaraciones de Biden. Más bien parece que Washington está alentando a los políticos separatistas y militaristas más temerarios de Taiwán.
Es como si Estados Unidos quisiera cumplir su propia predicción de que la guerra con China es inevitable. Parece que los dirigentes de Washington se están preparando para ese conflicto y reclutando o presionando a sus aliados para que se unan a él.
¿Puede ser más concreto?
En primer lugar, está la estrategia global. Washington nunca gastaría altas sumas en armamento. Anualmente el Congreso destinará 858.000 de millones de dólares a las fuerzas armadas. Esto supone 45.000 de millones de dólares adicionales a lo que había pedido Biden y es igual al gasto de los nueve países que le siguen juntos.
En esta carrera armamentista Rusia y China están especialmente en el punto de mira. No lo digo yo, Washington es muy claro al respecto. Dos documentos estratégicos estadounidenses así lo sostienen y Washington explica cómo piensa afrontarlo. En la Estrategia de Seguridad Nacional (2022) y en la Revisión de la postura nuclear (2022) incluso afirman en lenguaje belicoso que Estados Unidos tiene derecho a utilizar una bomba nuclear con el fin de «disuadir ataques estratégicos», es decir, ¡no solo ataques nucleares!
El comentarista indio Vijay Prashad señala: “Esto, unido a la negativa de Washington de adoptar una estrategia de no ser el primero en actuar, junto a la modernización por parte de Washington de su arsenal nuclear y a la retirada de Washington del Tratado sobre Misiles Nucleares de Alcance Intermedio, ha llevado a muchos países -ciertamente China y Rusia- a temer que Estados Unidos coloque misiles en los alrededores de sus proximidades y los arme con cabezas nucleares».
Los puntos son bases militares. Las flechas son misiles de alcance previsto
Alrededor de China, más concretamente en el Indo-Pacífico, Estados Unidos está ampliando su flota. Pactos como AUKUS, el tratado militar entre los Estados Unidos, Gran Bretaña y Australia, también aumentan la puja militar en la región. También es el caso de la cooperación militar británica con Japón, un país que, al igual que Alemania, está duplicando su gasto militar a instancias de Estados Unidos y la OTAN .
Washington tiene ahora acuerdos con Australia para trasladar armas nucleares con bombarderos B-52 y B-1 a Australia. El gasto en la llamada Iniciativa de Disuasión del Pacífico se incrementará en 11.500 de millones de dólares.
De nuevo está muy claro: Washington no niega que todo esto va dirigido principalmente contra China.
Esta estrategia militar va de la mano con la guerra económica. Recientemente Biden inició una auténtica guerra de chips contra China. Lo que Estados Unidos intenta por todos los medios con amplias restricciones a la exportación es bloquear el desarrollo económico, tecnológico y militar de China.
Esa es la estrategia general. ¿Qué papel desempeña Taiwán en todo esto?
Se podría argumentar que Estados Unidos ha otorgado a Taiwán el papel de una especie de base militar. Washington parece decidido a utilizar Taiwán contra China como utiliza Ucrania contra Rusia, por grandes que sean las diferencias entre la guerra que ya está en marcha y la que parece estar preparándose.
Una vez más, los presidentes estadounidenses han incumplido sus promesas de reducir y dejar de armar a Taiwán. Sin embargo, el gobierno Biden se pasa de la raya. Ha sido capaz de convencer a los actuales dirigentes de la isla de que utilicen las compras masivas de armas para aumentar los beneficios de los fabricantes de armas estadounidenses.
Según el nuevo presupuesto militar previsto, Taiwán recibirá 10.000 de millones de dólares adicionales en ayuda militar. A ello se le sumarán otros 6.500 de millones de dólares en virtud de una nueva ley denominada Taiwan Policy Act.
La Casa Blanca quiere invertir en juegos de guerra, ejercicios militares a gran escala, y una presencia militar permanente y rotativa de Estados Unidos. La Cámara de Representantes pide a la Armada estadounidense que invite a la Armada taiwanesa a las maniobras militares Rim of the Pacific 2024.
El 7 de enero otro destructor de la Armada de los EE.UU. atravesó el estrecho de Taiwán, el primer tránsito de este tipo comunicado por la Armada de Estados Unidos este año. Como siempre, Washington afirma que se trata de una operación de «libertad de navegación», mientras que China, obviamente, no obstruye la navegación comercial ni tiene intención de dispararse en el pie con ello.
En el recién elegido parlamento estadounidense se están preparando nuevas “visitas oficiales” provocadoras e ilegales a Taipei (el autoproclamado “gobierno” de Taiwán), tras el ejemplo de Nancy Pelosi.
¿Cómo responde el gobierno de Taiwán?
El partido separatista en el poder aplaude estas acciones y pide constantemente más armas todavía. Taipei amplía el servicio militar de cuatro meses a un año y hace todo lo posible para convencer a la población de que existe una amenaza militar por parte de China.
Incluso hay planes para enseñar a los niños de guardería a distinguir el sonido de los proyectiles de artillería.
Taipei se suma a la puja también En el frente económico. Grandes empresas como Taiwan Semiconductor Manufacturing Company (TSMC) se ven obligadas a establecer fábricas en Estados Unidos en un intento de cortar la evidente y beneficiosa cooperación entre ambos lados del estrecho de Taiwán.
Usted sitúa el belicismo del lado de los Estados Unidos, pero la mayoría de la gente aquí tiene la impresión contraria y asume que China es el agresor.
Yo también lo temo. Políticos, comentaristas, académicos y medios de comunicación hacen todo lo posible cada día para convencer a la población de Estados Unidos y sus aliados de que China es quien se muestra cada vez más agresiva y constituye una amenaza para sus vecinos y la paz.
Por ejemplo, el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales realizó un estudio basado en una simulación de una posible “invasión” del Ejército Popular de Liberación chino de Taiwán en 2026 para constatar que provocaría grandes pérdidas para las partes implicadas: China continental, la isla de Taiwán y Estados Unidos, con Japón como aliado.
A principios de enero la conocida revista estadounidense Foreign Policy publicó un número especial con doce artículos de exdirectores de la CIA, mandos militares estadounidenses, un exsecretario general de la OTAN, un ministro de la administración Trump y representantes de think tanks. Ven cerca la victoria de Ucrania en la guerra iniciada por Rusia y se proponen extraer de ella lo que denominan lecciones. Para algunos, la lección es disuadir a China armando mucho más a Taiwán. Otros piensan sin inmutarse en la mejor manera de librar una guerra contra China «en defensa de Taiwán».
Hace poco, un alto general estadounidense afirmó que una guerra por Taiwán podría estallaren un plazo de dos años.
Recordando las palabras de Biden sobre el «socavamiento del estatus quo» y su «cambio unilateral y violento», parece claro que precisamente Estados Unidos es el culpable de ello, con contactos y visitas que atienden a los líderes de Taiwán como si fueran representantes oficiales de un Estado independiente, con armamento a gran escala y propaganda de guerra.
Sí, pero seguramente no se puede ignorar el hecho de que China despliega regularmente fuerzas militares en la región; así ocurrió, por ejemplo, poco después de la visita de la presidenta del Parlamento estadounidense, Pelosi, a Taiwán.
Como ya he dicho, China quiere una reunificación pacífica. Pero también quiere que se respeten los compromisos del pasado. Cada vez que Estados Unidos y Taiwán dan un paso de más en su táctica del salami para avanzar hacia la independencia de Taiwán sin declarar también esta independencia con una declaración rotunda, el gobierno chino se defiende de la provocación con ejercicios simbólicos para demostrar que no quiere renunciar a la opción militar.
Durante esos ejercicios la fuerza aérea china también cruza el límite de la Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ) declarada por Taiwán. Por supuesto, China no reconoce esa zona de identificación de defensa aérea, ya que solo puede establecerla un Estado reconocido. Las brechas de la frontera imaginaria no existían hasta hace poco porque China quería mostrar su buena voluntad.
Aun así, mientras Washington y Taipei intensifican sus preparativos bélicos, Pekín intentará por todos los medios no caer en la trampa de una carrera armamentista. Sin embargo, China nunca renunciará a la aspiración de reunificar Taiwán con la patria y está haciendo todo lo posible para que esto ocurra de forma no violenta en el camino hacia el modelo de “un país con dos sistemas”.
Para ello, Pekín quiere reanudar el desarrollo favorable de las relaciones económicas, la inversión y el comercio entre el continente y la isla, así como los contactos entre familiares y otras personas. Una evolución pacífica que se vio interrumpida por las victorias electorales del separatista PPD, que rápidamente se erigió en aliado de los gobiernos de Trump y Biden con su nuevo rumbo agresivo.
Por último, ¿cree que se podría llegar a una guerra en Taiwán?
No soy vidente, pero deberíamos evitar una guerra así a toda costa. La guerra de Ucrania, por terrible que sea, será un juego de niños comparado con lo que se puede esperar en una guerra por Taiwán.
Hacemos todo lo posible por mantener cabeza fría y no dejarnos influir por la fiebre de guerra que actualmente hace estragos en gran parte de la clase dirigente de Estados Unidos y Europa. El movimiento pacifista tiene mucho trabajo que hacer aquí.
Marc Vandepitte
Notas:
(1) En el Tercer Comunicado de Entendimiento entre Estados Unidos y China, fechado el 17-8-1982, el párrafo 5 afirma que «Estados Unidos no persigue una política a largo plazo de venta de armas a Taiwán y que las ventas de armas estadounidenses no superarán, ni en términos cualitativos ni cuantitativos, el nivel de entregas de los últimos años desde el establecimiento de relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y China, y que tiene la intención de reducir gradualmente las ventas de armas a Taiwán y llegar a una solución definitiva con el tiempo». (NDLR)
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