¿Fuga de talentos o ganancia de talentos?

La gravísima pandemia del coronavirus que el mundo sigue viviendo ha sido un acontecimiento que por desconocido creó una enorme incertidumbre, por lo que no es extraño que los organismos internacionales y los países hayan tenido que ir enfrentándola bajo el apotegma ensayo y error. Muy triste por su cauda de enfermedad y lo más doloroso, decesos y rebrotes alarmantes que generan inquietud permanente. La nueva realidad está cambiando nuestras formas de vida, de trabajo y convivencia como nunca imaginamos.

Empezamos a aceptar que habrá que hacer profundos cambios, a pesar de que la vacuna finalmente haga su efecto sobre la inmunidad y, supuestamente, evite los contagios descontrolados. Es en este marco en que nuestras áreas de conocimiento, investigación y experiencia se repiensan en la búsqueda de posibles alternativas que aporten, en la medida de lo posible, propuestas para enfrentar tan disruptivo momento.

México ha sido reconocido como país de muy alta emigración y, desde finales del siglo pasado, el flujo está constituido, además, por migrantes calificados y altamente calificados. Se combinan dos fenómenos: la incapacidad del país para absorber a su población y los problemas estructurales de los países receptores, tanto demográficos como educativos, que los obliga a incorporar migrantes calificados. Se trata de países líderes en la economía digital, en la inteligencia artificial, la cuarta revolución científico-tecnológica, en innovaciones, y requieren a estos flujos para enfrentar sus conflictos. Por eso los talentos internacionales se dirigen, prioritariamente, a las áreas denominadas STEM, por sus siglas en inglés: ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas. El debate es si estos flujos migratorios deben ser considerados fuga de cerebros y, por tanto, una pérdida para el país origen o, por el contrario, esta migración de talentos puede ser una fuente de ganancia de conocimientos y de beneficios, no sólo para el país receptor, sino también para el de origen.

La diáspora de mexicanos altamente calificados se encuentra laborando en los principales países desarrollados. Fue posible aplicar una encuesta a más de 700 profesionistas mexicanos altamente calificados gracias al apoyo de la Red de Talentos de Instituto de los Mexicanos en el Exterior de la Secretaría de Relaciones Exteriores, al frente de la cual estaba en esos momentos como subdirectora la maestra Sofía Orozco. Se presentaron los resultados preliminares en el undécimo Seminario Internacional de Migración en el Instituto de Investigaciones Económicas (de manera remota) y algunas de las conclusiones importantes fueron que muchos tuvieron que buscar nuevos horizontes ante la falta de condiciones para desarrollar sus investigaciones en el país; por tanto, hubo una migración forzada y no fuga de cerebros. También quedó claro que están interesados en mantener el contacto con sus pares mexicanos y realizar proyectos, investigaciones, conferencias, foros, etcétera para apoyar el desarrollo de México. Algunos lo están haciendo ya, otros lo han intentado pero sin éxito, a pesar de su interés. No hay duda de que hay un campo prácticamente inexplorado de gran potencialidad con esta importante masa crítica. Sería necesario que las instancias mexicanas, entre otras las llamadas de vinculación, se propusieran acercarse a esta diáspora, en el marco de universidades públicas, organismos de ciencia y tecnología, centros de investigación. Formular una política pública que fomentara los contactos con estos talentos mexicanos y de esta forma acceder a los grandes avances de la economía digital. Un elemento prioritario debe ser la vinculación entre los sectores académico, público y privado para impulsar un mayor dinamismo económico que permita generar empleos bien remunerados y, de esta forma, crear un sólido mercado de profesionistas. El apoyo público a las pequeñas y medianas empresas es clave para alcanzar estos propósitos de investigación y desarrollo innovador.

El neoliberalismo en México generó enorme desigualdad. De ahí que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador se haya planteado como objetivo prioritario programas sociales que superen factores críticos, como pobreza, marginalidad, salarios insuficientes, inseguridad, corrupción, y favorecer la educación gratuita y la salud universal. Este es el camino para universalizar el acceso a las tecnologías digitales que son las que están permitiendo enfrentar aspectos de la pandemia y, sobre todo, para que las tecnologías puedan ejercer toda su potencialidad para el desarrollo y la igualdad. Si no se superan los factores críticos, se mantiene la fractura del contrato social.

Sin embargo, para que el gobierno mexicano alcance el éxito en los cambios propuestos, debe aplicar un sistema fiscal mucho más progresivo y efectivo que no sólo elimine la evasión fiscal, sino que grave a las grandes fortunas para que paguen los impuestos que corresponden. Tan justo es que los grupos privilegiados aporten al desarrollo del país, como el resto de la población acepte vivir en la austeridad republicana. Pero una política sin la otra, es simple demagogia.

Es justo que México supere el rezago en forma rápida y expedita; de lo contrario, se estaría condenando a las futuras generaciones a seguir migrando. Y la migración debe ser opción y no necesidad.

Ana María Aragonés

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