Gaza, Beirut, Bagdad, Teherán: el sionismo brazo armado del imperialismo estadounidense

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En las últimas semanas el espectro de un nuevo conflicto militar se ha materializado en una de las zonas más inestables del planeta, Asía occidental, que es objeto de los intereses expansionistas de Estados Unidos y de la atención morbosa y muy interesada de la Unión Europea y del Occidente colectivo, en ese Oriente Medio ya fuertemente golpeado en los últimos años por la «guerra preventiva» de Bush.

Este conflicto podría expandirse en una guerra micro-regional en cualquier momento, fue ampliamente anunciado, hasta el punto en que formaba parte de un plan más global de desestabilización de toda la región perseguido por el eje Washington-Tel Aviv: la agresión contra Irak; las repetidas amenazas a Siria; el presunto ataque contra Hariri y un primer intento, sólo parcialmente exitoso, de subvertir el equilibrio de poder en el Líbano; la negación del derecho de Teherán a adquirir energía nuclear para uso civil, derecho consagrado en el propio Tratado de No Proliferación; la agresión planificada contra la Franja de Gaza y el gobierno y parlamento palestino legítimo, tras el proyecto progresista e intencional de deslegitimación de Hamas y la ya débil Autoridad Nacional Palestina y Al Fatah.

Todas las ciudades de Palestina siguen sufriendo intensos bombardeos, desde Gaza a Cisjordania; puentes e infraestructuras destruidas, barrios arrasados, columnas de civiles que huían atacadas quizás con armas prohibidas como el fósforo blanco, que ya fue utilizado por las fuerzas de ocupación en 2008 en la Operación Plomo Fundido en 2008 en contra del pueblo gazatie. En apenas unos días desde el inicio de la agresión israelí, ya se han producido más de 700.000 refugiados libaneses y palestinos y varias decenas de miles de víctimas, sobretodo a niñas y niños que no se le puede acusar de ser miembros de Hamas. Nos encontramos frente a escenas salpicadas de las mismas mentiras obscenas para uso y consumo de la opinión pública occidental, que vimos en Belgrado, Mogadiscio, Kabúl y Bagdad. “utilizaremos el arma nuclear en contra de Gaza y su población, si fuese necesario”, amenazó en los últimos días la cúpula militar sionista en Tel Aviv, con una lógica y un lenguaje destinados a recordar los momentos más oscuros y atroces de la Segunda Guerra Mundial y la más reciente agresión estadounidense contra Vietnam, y las ciudades de Nassirya y Falluja en Irak.

Mientras cada día decenas de palestinos siguen muriendo como moscas, en un intento de defender su tierra y sus bienes, aplastados por lo que la mayoría de las fuerzas políticas en el Occidente colectivo siguen considerando cínicamente la única democracia de la región. Una democracia muy extraña, la presente en Israel, donde está en vigor un régimen segregacionista hacia la población residente de origen árabe y, más en general, no judía; donde se construye el Muro del Apartheid. Una «democracia» que vive suspendida al menos del derecho internacional, negando al pueblo palestino el sacrosanto derecho a poseer un Estado y sobreviviendo sólo gracias al apoyo incondicional del imperio más cruel que la humanidad haya nunca conocido: Los Estados Unidos de Norte América.

Israel, no Siria, Irak o Irán, posee armas nucleares y, en términos más generales, armas de destrucción masiva; Israel, y no Siria, Irak o Irán, se ha negado durante casi sesenta años a aplicar las resoluciones de la ONU que le conciernen directamente. Una democracia verdaderamente monstruosa, que una gran parte de la izquierda anticomunista en el mundo, ahora irremediablemente huérfana de su pasado y que ha sufrido los bombardeos de Yugoslavia y su lealtad incondicional y absoluta al bloque militar euroatlántico, está dispuesta a defender en las barricadas.

Seria bueno recordar que, quienes no tienen un Estado para vivir no son los israelíes sino los palestinos, obligados a permanecer en prisiones al aire libre o en los numerosos campos de refugiados diseminados por la región. Como testimonio vivo de que en Asía central no existen «dos razones», ni «equiproximidades» de ningún tipo, sino el mal de una entidad sionista y un movimiento internacional sionista, los cuales impiden por cualquier medio desde 1948, el nacimiento del Estado para los palestinos y la razón de ser de un pueblo mártir que durante demasiado tiempo se ha visto obligado a luchar por lo que ya poseía y que le fue arrebatado con la violencia.

¿Por qué Hamas, Hezbolá o, más en general, los pueblos árabes de la región deberían reconocer el derecho a la vida de la entidad sionista de Israel, si estos, de hecho, no reconocen el mismo derecho a los palestinos y los países vecinos, empezando por el Líbano? Hasta que Israel regrese a las fronteras de 1948, cumpliendo así con las resoluciones de la ONU, no hay posibilidad concreta de construir un Estado palestino digno de ese nombre y, con él, una paz justa y estable en la región.

Las posiciones más avanzadas sobre una nueva crisis en Asía occidental fueron expresadas por Yémen, Irán, Turquía en esa región,  y por parte de Brasil, la Federación Rusa y la República popular de China, que denunciaron el continuo infanticidio y genocidio en contra de los gazaties, apelaron a la ONU, pero impotente por el veto de los Estados Unidos, y pidieron una mediación, que lamentablemente nunca llegará, porqué no es intereses del Occidente colectivo parar el masacre de la población palestina por parte de Tel Aviv. Estamos presenciando a un nuevo doble juego al estilo afgano.

Realmente no hay voluntad por parte de la mayoría del Occidente colectivo de encontrar una mediación avanzada en Palestina, como fue el caso de Afganistán, ahí – como hoy en Palestina . también se habrían encontrado las condiciones para una solucion. Por el contrario, en un contexto general de reanudación del conflicto militar y de expansión en el sur y el este del atormentado país de la misión ISAF, dirigida por la OTAN y no por la ONU, destinada a entrelazarse inevitablemente con Libertad Duradera, la única preocupación del gobierno era el de negar cualquier condicionamiento hacia una resolución pacifica del conflicto afgano dentro del derecho internacional y las Naciones Unidas.

En Palestina – como antes en Afganistan – no se ha producido ninguna mediación digna de ese nombre, sólo algunos ajustes marginales e irrelevantes. Todo el Occidente colectivo sigue en el conflicto, dentro de la OTAN y bajo el mando de Estados Unidos, en defensa de sus intereses geopolíticos en esa región y echando andar su perro de combate: el Sionismo.

Gracias a la guerra en Gaza, Estados Unidos está consolidando su presencia militar directa en el corazón de Asia, con bases en varias repúblicas del Asia Central ex soviética (¿quién recuerda los recientes intentos fallidos de desestabilización de Kirguistán y Uzbekistán, Azerbajan, Nagorno Karabaj?), incluso contra la voluntad de gobiernos individuales, cercanos a China, India, Rusia e Irán. Y si por esto el precio a pagar es la guerra, o las masacres de civiles, la tortura, el infanticidio en contra de los niños de Gaza o unos millones de dólares pagados a la guerra local y a los señores de la droga en apoyo de un gobierno criminal inexistente, poco importa.

Junto a Estados Unidos, la Unión Europea también aumenta sus contingentes, alineándose con la voluntad de su aliado más poderoso y renunciando, como en la región eurasiatica y en el Mediterráneo, a su potencial papel de mediación, a su potencial contribución a la construcción de relaciones internacionales. basado en la multipolaridad y no en la guerra y el unilateralismo. Desde este punto de vista, la UE sigue sufriendo de «enanismo» a nivel político y operando, en esencia, contra sus propios intereses. En este contexto, la Unión Europea, en lugar de velar por el cumplimiento de la legalidad internacional dentro de la ONU, prefiere arremeter con inesperada ira contra la opinión publica internacional que condena el genocidio de la entidad sionista de Israel en Gaza, que corren el riesgo de socavar el magnífico y progresista destino de Bruselas y del tan deseado fasismo neoliberal.

Como si la OTAN y el deseo de Estados Unidos de hacer retroceder el reloj de la historia no fueran elementos anacrónicos. Más simplemente, más anacrónico que belicista.

Hay momentos en los que es posible navegar con la vista, al abrigo de vientos y tormentas; Hay momentos en la vida y en la política en los que es posible operar explotando la inercia. Hay otros, sin embargo, en los que los acontecimientos te obligan a elegir, a moverte en la incertidumbre, a correr riesgos, a pagar un precio. Sabiendo que cada uno será llamado a vivir con sus propias contradicciones. No siempre es posible ser pez, cebo y pescador. La brecha entre teoría y práctica, aunque siempre presente, no siempre es gobernable y manejable. Si el espacio es excesivo, la imagen no se sostiene.

No es posible declararse contra la guerra sin peros y votar a favor de las misiones de guerra en el extranjero, convenciéndose de que se está contribuyendo a la lucha por la paz. La brecha entre teoría y práctica en el Occidente colectivo es demasiado amplia, la contradicción demasiado estridente y la mezcla explosiva.

Quien decide votar a favor de financiar las misiones europeas en el extranjero decide conscientemente hacerse corresponsable de lo que suceda posteriormente, tanto en Palestina como en otros lugares.

Alessandro Pagani

Alessandro Pagani: Vive en la Ciudad de México. Es Doctor en Teoría Crítica por el Instituto de Estudios Críticos en México; autor de los libros ¨Desde la estrategia de la tensión a la operación cóndor”, sobre el papel del neofascismo italiano en la geopolítica imperial estadounidense entre Italia y el Cono Sur, y ¨Descifrando la cuestión ucraniana¨. También colabora con la Agencia de Noticias Sputnik, Hispan TV y por el Centro de Investigación sobre la Globalización (Global Research).

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