¿Hay una rebelión social en Estados Unidos?
Una vez más los acontecimientos recientes en Estados Unidos han sido expresión de una diversidad extrema de comentarios en los medios de comunicación y en las redes, una vez más las opiniones van desde las más apocalípticas hasta las que suponen que todo ha sido una táctica de Trump para salir de la catástrofe en la que ha sumido a su país tras el desastroso manejo de la pandemia del Covid 19.
Se menciona que Estados Unidos ha entrado en una etapa “de revolución indetenible” y que el “pueblo” se cansó del sistema y ha salido a las calles a manifestarlo. De la misma manera, se asume que la violencia es expresión del hartazgo de los ciudadanos por un “sistema que los oprime”. Me parece que esos puntos de vista exponen excesos en el análisis o incluso expresión del deseo de que el imperio sufra un remezón en sus entrañas.
Pero hay que ser objetivo, las rebeliones de los negros de Estados Unidos o afroamericanos como se denominan ellos a si mismos son recurrentes a través de la historia. La independencia obtenida en 1776 no cambió la institución de la esclavitud presente desde los inicios de la colonia a comienzos del siglo XVII, aunque ya los españoles habían traído negros de África para ser esclavizados en sus territorios coloniales que después pasaron a formar parte de Estados Unidos. Tampoco la constitución de 1787 trajo modificaciones en la “corporación esclavista”. Al contrario, legalizó y legitimó la opresión contra los negros.
Las primeras y más importantes rebeliones de negros esclavos vinieron a tener lugar apenas a comienzos del siglo XIX. Fueron las dirigidas por Gabriel Prosser en Richmond, Virginia en agosto de 1800, Denmark Vessey en Charleston, Carolina del Sur en junio de 1822 y la de Nat Turner, en Southampton, Virginia en agosto de 1831.
La esclavitud vinculada al feudalismo se transformó en un freno para el desarrollo capitalista de un país que ambicionaba ser una gran potencia imperialista mundial. Fue necesaria una guerra, llamada de “secesión” porque los once estados que defendían el esclavismo quisieron crear un nuevo país. El triunfo de los estados de la Unión y del capitalismo que propugnaban legitimaron el racismo, la exclusión, la represión y el menosprecio de los negros como atributo del modelo económico y político que había vencido, aunque se otorgaron algunos derechos civiles a los negros que por obra de la guerra habían sido liberados de la esclavitud.
Como recuerda el historiador estadounidense Morris Berman en su obra ”Las raíces del fracaso americano”, incluso Abraham Lincoln, considerado el apóstol de la lucha contra la esclavitud en Estados Unidos dijo en su discurso de la sesión especial del Congreso el 4 de julio de 1861, que no tenía “la intención directa e indirecta de interferir con la esclavitud en Estados Unidos donde quiera que exista”. De manera que es falso que la guerra se haya librado para liberar a los esclavos como lo señala la historia oficial, sino que respondía a la clara intención de evitar el plausible objetivo de evitar la secesión. Berman señala que Lincoln ya había dejado claro que no era favorable a la igualdad social y política de los negros “de ninguna forma”. Si esa fue la opinión del presidente que “abolió” la esclavitud, podríamos preguntarnos entonces ¿qué se puede esperar de otros?
Desde ahí hasta la muerte de George Floyd el pasado el 25 de mayo de 2020, en Powderhorn, Minneapolis han pasado más de un siglo y medio de continuos levantamientos de los negros americanos en su lucha contra la exclusión y la discriminación.
Pero salvo en casos muy específicos, la lucha racial no ha pasado de ser eso: movimientos espontáneos de rechazo desesperado cuando el abuso pierde incluso la cordura que la formalidad de la sociedad blanca les impone.
Ayer, en una entrevista para “la iguana.tv” el periodista venezolano Clodovaldo Hernández expresaba que: “Hay quienes dicen que esta ola de disturbios y protestas hunde definitivamente a Donald Trump, quien se encamina a perder las elecciones. Otros aseguran que lo fortalece porque radicaliza las posiciones y él vive del radicalismo” y me preguntó cual era mi criterio respecto de si Trump ganaba o perdía con este giro inesperado de la campaña.
He aquí mi respuesta:
“Lo primero que hay que considerar es que los negros en Estados Unidos representan 13% de la población. Y ese segmento es abrumadoramente votante del Partido Demócrata. Entonces, en términos electorales, Trump está agrediendo a un sector opositor, que ya no le favorecía antes de estos eventos”.
Por otro lado, en términos más estructurales hay que decir que el racismo es un fenómeno permanente en EEUU, es intrínseco a ese país. Yo era un niño entonces, pero recuerdo que en los años 60 estaba aquel movimiento de Panteras Negras, que incluso asumió la lucha armada y llegó a adquirir gran fuerza, sobre todo en las Olimpíadas de México de 1968, cuando los atletas estadounidenses negros ganadores de medallas alzaban el puño y miraban al piso mientras sonaba el himno. Eso demostraba la raigambre del movimiento. Pero siempre estuvo circunscrito a los negros.
Cada cierto tiempo, cuando ocurre este tipo de hechos, como el que acaba de pasar ahora, sucede lo mismo con mayor o menor fuerza. Esta vez ha sido muy fuerte, mucha gente lo compara con lo que ocurrió después del asesinato de Martin Luther King. Pero sigue siendo un movimiento racial, no tiene ninguna otra connotación. Se circunscribe a un sector minoritario de la población de EEUU.
No hay que confundirse. Hay gente hablando de revolución en EEUU y de crisis del sistema político. No hay que equivocarse pensando que esto lleva a las puertas de una rebelión social que vaya a producir cambios sustanciales. Por otro lado, hay que tener en cuenta que los negros en EEUU votan por el Partido Demócrata, pero en las internas se inclinan por la derecha demócrata. En esta ocasión, le dieron el apoyo a Joe Biden en contra de Bernie Sanders.
Así que tampoco podemos engañarnos pensando que se trata de negros libertarios, antisistema. No. Son negros que están luchando, y es bueno que lo hagan, en función de los intereses de su raza, que es discriminada, explotada, expoliada, lo cual se manifiesta en la pandemia, cuando, siendo apenas 13% de la población global [de EE.UU], son entre 24% y 25% de los contagiados, es decir, el doble de la proporción.
En EEUU han creado una serie de mitos sobre el supuesto fin del racismo. El tercer lunes de enero celebran el Día de Martin Luther King, que es feriado a escala nacional; en el béisbol, el 15 de abril todos los peloteros usan el número 42, por Jackie Robinson, que fue el primer afroamericano al que le permitieron jugar en las Grandes Ligas. Pero, finalmente, a esos mismos negros los montan en un barco y vienen a invadir a Venezuela sin problema. Ninguno de sus líderes tiene la entereza, la estatura moral, la fuerza de ideas que tuvo Muhammad Alí, que siendo el boxeador más grande de la historia, renunció al título mundial, fue a la cárcel y fue sometido a persecuciones porque se negó a participar en una guerra en la que no creía, la de Vietnam.
Tampoco olvidemos que Obama es negro y fue el que inició la persecución contra Venezuela en las dimensiones que tenemos ahora. ¿Dónde están Obama y otros negros, como Condoleezza Rice y el general Colin Powel? Están en el bando de los poderosos, del sistema, de los opresores. Entonces, creo que la respuesta de Trump es calculada, en el sentido de que está golpeando a una población que no le favorece y está incentivando acciones que son bien recibidas por ese sector de la población, los WASP (blancos, anglosajones y protestantes, el segmento más conservador [de la sociedad]).
Los negros en EEUU, además, no tienen ningún tipo de conciencia de clase, están en contra de los latinos, persiguen a los inmigrantes. No estamos hablando de una revolución social o política, sino, si acaso, de una rebelión racial. Al único que he escuchado planteando esto en términos políticos sustanciales, en términos de clase, es al director de cine Spike Lee. Hizo un planteamiento sólido. Todos los demás lo han hecho en términos de la marginación de los negros, pero no en términos del sistema y de la estructura del capital. Entonces, insisto, no va a significar grandes cambios sociales y políticos porque para ello tendrían que incorporarse los marginados, las mujeres, los inmigrantes y los desempleados, que son millones, pero obviamente no han estado en estas protestas”.
Ante otra pregunta del periodista agregué que: “…Ayer [Joe] Biden se reunió con unos líderes negros y su propuesta fue que, si llega a la presidencia, dará instrucciones para que la policía no les dispare [a los manifestantes] al pecho, sino a las piernas. Y dijo que buscará el control del armamento de los ciudadanos. Esa es una jugada electorera de un candidato mudo, que no ha aparecido en todo el Covid-19.
Yo creo que todo eso es calculado [por Trump] porque sabe que en EEUU hay un gran fervor por el uso de las armas y es una mayoría tan aplastante la de los blancos que nadie se atreve a desafiarla. Además, a ese grupo se sumarán seguramente los latinos y otros, en el caso de que haya un conflicto violento racial. Por eso, en esa hipótesis, los negros serán aplastados, a un costo de miles o de cientos de muertos. Si Trump dijo que era aceptable que por el Covid-19 murieran 200 mil personas, que mueran 100 mil negros no es una cosa que le pueda preocupar mucho”.
Sergio Rodríguez Gelfenstein
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