India-Pakistán: Una batalla aérea que podía cambiar el curso de la historia

Los radares de los medios de comunicación apenas registraron un importante acontecimiento geopolítico y militar ocurrido en Asia a mediados de febrero. En su afán por controlar Cachemira, el camino a la cima del mundo y al agua del Himalaya, India ha saturado con 250 mil soldados una pequeña región. Un sector de la población musulmana se siente sofocada. El 14 de febrero un comando suicida de Jaish-E-Muhammed estrelló un auto contra un convoy policiaco y mató a 54 policías. India respondió lanzando una raid aéreo contra supuestos campos de entrenamiento en Pakistán.

Imran Khan, el Primer Ministro pakistaní autorizó al ejército de su país a responder como considerará necesario. Así comenzó una batalla aérea en el que la paz y la geoeconomía mundial pendieron de un hilo. Pakistán tiene, según la columna Nuclear Notebook de El boletín de los científicos atómicos, entre 140 y 250 cargas nucleares. En contrapunto y a pesar de tener arsenales un poco menos numerosos, India ha desplegado en los últimos años sistemas de lanzamiento de armas nucleares en el Océano Índico, según la Autoridad del Comando Central de Pakistán.

El duelo entre caballeros del siglo XXI

Rene Girard afirma en Geometría del deseo que los pilotos de aviones caza son la versión moderna de los antiguos caballeros medievales. Durante la reciente batalla aérea un piloto indio tripulante de un viejo Mig21bis, (cuyas siglas recuerdan a su diseñador Mikoya Gurevich) logró derribar un moderno F16. El primero data de los setentas aunque su versión “bis” fue modernizada con un nuevo radar y un último modelo cohetes aire-aire. El derribo fue una hazaña. Aunque ambos aviones son equivalentes, el piloto del primero tuvo que hacer casi todo manual, mientras el piloto del F16 disponía de muchas funciones automatizadas. En contrapunto un F16 pakistaní logró derribar un MIG21 bis. De acuerdo al diario Asia Times, el oficial indio Abhinandan Vartaman tuvo que eyectarse de la cabina. Cayó en territorio pakistaní. Los agregados militares y los observadores de cuestiones bélicas prestaron mucha atención a la escaramuza aérea, que podría considerar como un experimento militar para una eventual confrontación con China.

La batalla aérea tuvo muchas implicaciones

Estados Unidos solía jugar un papel relativamente “neutral” en la tensa relación indo-pakistaní, pero en la era Narendra Modi-Donald Trump sus afinidades ultraderechistas, hacen que Estados Unidos juegue abiertamente del lado indio, a la que concibe como una cuña contra China. Por su parte, India coquetea simultáneamente con Estados Unidos y con Rusia, acata iniciativas estadounidenses, pero es disciplinada miembro de los BRICS. Su armamento es en un 64% ruso. China apoya abiertamente a Pakistán, es su pieza clave para la ruta de la seda.

El castismo y la intocabilidad

Achin Vanik afirma en “India Two Hegemonies” (The New Left review, 112, Jul 2018), que Narendra Modi, habla hindi y gujarati. Sus padres lo comprometieron de niño, pero al llegar a la edad adulta la novia lo rechazó porque no había ido a la universidad. Desde entonces se consagró a una militancia fanática en el nacionalismo tradicionalista y castista. Practica y da clases masivas de yoga, pero promueve el la separación entre castas. Su partido Bharatiya Janata y la red de organizaciones Sangh Parivar (familia de organizaciones nacionalistas) han construido su hegemonía a partir de un nacionalismo que pretende una India fuerte a partir de que cada una de las castas haga su parte. Las persecuciones de los seguidores de la Sangh contra los dalits (las casta de los intocables), musulmanes y migrantes son continúas.

Los militares recuperan el poder en Pakistán

Imran Khan se presentó en las elecciones como una opción civil al dominio militar y ha pretendido un discurso de paz. Es un exjugador de Cricket y un playboy. Su victoria aparenta mandar al olvido a los militares de lentes negros. Ganó elegido por un electorado compuesto en un 43% por mujeres. Muchas de ellas acudieron con velo a las urnas. El país cuenta con 200 millones de habitantes. Más del 64% tiene menos de 30 años. Hay una confrontación entre las élites occidentalizadas y las empobrecidas masas que en muchos casos simpatizan con el fundamentalismo islámico y acuden a las madrás promovidas por Arabia Saudí. Imran Khan apoya una especie de sharia moderada. Se opuso a los drones estadounidenses y se ganó el mote de talibán-khan. Pertenece a la tribu pashtun, de origen afgano. Estudió en Oxford, pero blasfema contra los intelectuales europeizantes. Considera que el colonialismo destruyó la autoestima pakistaní. Durante la crisis bilateral cedió el poder a los militares.

Observar los cielos para entender la dinámica terrestre

Las tensiones entre ambas naciones dieron lugar a una importante movilización de la sociedad civil. El etiquetado Say/No/To/War fue apoyada por la conocida actriz Nadia Jamil, y por el bloguero de sitios turísticos Manish Sharma. Por su parte, el militante Kevalsinh Rathe, cuestionó el castismo y la intocabilidad. La campaña no a la guerra se volvió tendencia mundial.

Los medios de comunicación no le dieron la importancia debida, pero en esa batalla aérea había muchas cosas en juego. El binomio imperialismo y fascismo es muy peligroso. Una confrontación bélica entre India y Pakistán infringiría un enorme sufrimiento a la población de ambos países, podría estropear la ruta de la seda, y fácilmente podría involucrar con más intensidad la rivalidad entre China y Estados Unidos por el control de la economía asiática. La lucha por la paz es está como decía Mandel íntimamente ligada a los intereses de los trabajadores que cuando tienen conciencia son los más interesados en impedir una hecatombe.

Alberto Betancourt Posada

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