Julian Assange: Mala noticia
Mala noticia. Gran Bretaña autoriza la extradición de Julian Assange a Estados Unidos. Para ser juzgado por espiar a los Estados Unidos. Los espías roban información de un país para entregárselo a otro. Los periodistas obtienen información y la publican. Es evidente que Assange es periodista.
Publicó secretos de China, Rusia y de la Unión Europea. Y claro, de Estados Unidos, el país más poderoso del mundo. Por eso debe pagar en una cárcel hasta que se muera o se vuelva loco, a la vista de todos, para que a nadie se le ocurra volver a hacerlo.
Como reveló la investigación de Yahoo! News sobre los planes de la CIA de Trump para secuestrar y/o matar a Assange durante su encierro en la embajada ecuatoriana en Londres, el destino del fundador de WikiLeaks, así como el trato que recibe en la cárcel de máxima seguridad de Belmarsh y en el sistema judicial británico, es cuestión de Estado, tanto para Estados Unidos como para Gran Bretaña. La decisión de hoy es sólo una muestra.
Leyes y pruebas
Entonces lo que digan las leyes tiene una importancia relativa. Por ejemplo, que espionaje es un crimen político y por lo tanto no extraditable. Lo que digan las pruebas tampoco significa mucho. Por ejemplo, contra los millones de documentos que Assange publicó como periodista, nadie lo ha pescado pasando data a un gobierno enemigo.
Y por más que se junten todos los organismos del mundo defensores de los derechos humanos, derechos civiles, protección de periodismo y libertad de expresión, y que tardíamente se sumen en el reclamo de libertad para Assange los medios tradicionales, queda a la vista que no alcanza para torcer la voluntad de estos estados y el destino de quien revelara sus secretos.
Esos medios tradicionales que tanto daño le hicieron al negarle el status de periodista, decribiéndolo como “fuente” por temor y envidia, hoy se suman al reclamo de justicia porque ven jaqueados sus propios intereses, pero sin mucho ruido porque no quieren convertirlo en héroe, ignorando que el lugar de Assange en la historia del periodismo ya está asegurado.
Santiago O’Donnell
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