La controvertida visita a Estados Unidos de López Obrador

Cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció su viaje a Estados Unidos por el inicio del tratado de libre comercio tripartito con Canadá, se desataron los demonios de la derecha y la izquierda crítica mexicana.

Aunque con objetivos y propósitos muy distantes, unas y otras centraron sus ataques básicamente en dos señalamientos. Primero, el viaje es inoportuno porque se realiza en un período electoral en Estados Unidos y puede verse como un respaldo a Donald Trump, candidato a la reelección.

Segundo, porque coincide con un movimiento antirracista por el asesinato de George Floyd y la izquierda estadounidense podría ver muy mal la visita, al igual que el Partido Demócrata que se sentiría apartado.

Los amigos y partidarios de López Obrador incluso publicaron cartas abiertas para tratar de disuadirlo del viaje. El cuestionamiento tuvo un espíritu constructivo y nunca de enfrentamiento, como quedó expresado en los avisos de los veteranos políticos Bernardo Sepúlveda y Porfirio Muñoz Ledo, entre otros.

La respuesta del mandatario a unos y otros fue invariable: este no es un viaje político, ni partidista, ni tiene algo que ver con lo que suceda en Estados Unidos. Es un viaje necesario para defender y consolidar el tratado comercial más importante para México en momentos de crisis económica y necesidad de inversiones.

De allí no hubo quien lo moviera. Pasó jornadas enteras explicando lo mismo, y ante la negativa de Justin Trudeau de asistir al encuentro, respondió siempre: aunque no vaya estaré presente por la importancia que el tratado tiene.

La derecha apostó a la carta de un previsible desplante del anfitrión hacia México dado su despreciable y antipático historial racista contra los mexicanos a quienes ha dedicado los peores y más irrespetuosos epítetos considerados como una ofensa imperdonable.

Era fácil prever algo así dada la triste fama de Trump de hablar bien de un amigo y a los cinco minutos, incluso frente a él, ofenderlo de la manera más grosera, como ha hecho con muchos de sus socios europeos, incluidos Alemania y Francia, o sus aliados de la OTAN.

Sin embargo, para sorpresa de ellos, eso no sucedió con López Obrador quien acudió a la visita con un discurso inspirado en la filosofía del Mahatma Gandhi en el que prevaleció en todo momento el mensaje a la buena vecindad con el poderoso del norte, mucho diálogo, respeto mutuo, y confirmación de la soberanía.

Además, todo dentro del contexto del tema principal, el T-MEC, sobre el cual marcó el terreno apolítico de los tres encuentros que signaron la visita: la reunión privada personal, la colectiva con ambas delegaciones, y la cena con los empresarios. Ni en los discursos protocolares, ni en la firma de la declaración conjunta, afloró algo más allá del objetivo principal: el T-MEC.

Hay un concepto que dibujó el contorno del encuentro, según expuso López Obrador a su regreso de Washington: tratar con Trump exclusivamente lo que une a la región del norte como escenario comercial y de integración económica, y dejar las diferencias que los separan para otros ámbitos.

En esto último se incluyen, por supuesto, el muro fronterizo tan repudiado y el tratamiento deshumanizado a la migración latina en general y la mexicana en particular. Trump aceptó de facto esas reglas.

Los agradecimientos a Trump, en especial su asistencia durante la crisis de los precios del petróleo y el suministro de ventiladores para la respiración mecánica en el momento más agudo de la Covid-19, fueron el lubricante que usó López Obrador para hacer potable y productivo el encuentro y neutralizar reacciones negativas propias de su vecino.

La atmósfera hábilmente creada por López Obrador fue la del respeto mutuo, el trato igual y la soberanía, sin dejar de recalcar que hay agravios que no se pueden olvidar y perduran en el tiempo, sin que fuera necesario explicar los por qué, que Trump y México entienden muy bien.

La enseñanza que se debe sacar de este escarceo la expresó el propio López Obrador con la siguiente reflexión dirigida a sus críticos al regreso de Washington:

“Aunque tengamos posturas ideológicas distintas, si se pone por delante el interés de las naciones se puede llegar a acuerdos sin prepotencia, sin extremismos, buscando siempre la conciliación, el diálogo, el respeto mutuo”.

Debería ser siempre así, en cada momento, en cada escenario, frente a cualquier país, rico o pobre, sea o no una potencia.

Luis Manuel Arce Isaac

Artículos de:

Disclaimer: The contents of this article are of sole responsibility of the author(s). The Centre for Research on Globalization will not be responsible for any inaccurate or incorrect statement in this article. The Center of Research on Globalization grants permission to cross-post original Global Research articles on community internet sites as long as the text & title are not modified. The source and the author's copyright must be displayed. For publication of Global Research articles in print or other forms including commercial internet sites, contact: [email protected]

www.globalresearch.ca contains copyrighted material the use of which has not always been specifically authorized by the copyright owner. We are making such material available to our readers under the provisions of "fair use" in an effort to advance a better understanding of political, economic and social issues. The material on this site is distributed without profit to those who have expressed a prior interest in receiving it for research and educational purposes. If you wish to use copyrighted material for purposes other than "fair use" you must request permission from the copyright owner.

For media inquiries: [email protected]