La crisis de la covid expone dolorosamente las tendencias pueriles de la democracia occidental

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La política para la mitigación de la crisis del coronavirus de los gobiernos occidentales es en todo semejante al comportamiento infantil: busca la gratificación instantánea y tiende a quedarse todo para sí mismo. No es una buena señal para abordar el cambio climático o la próxima pandemia.

La política para la mitigación de la crisis del coronavirus de los gobiernos occidentales es en todo semejante al comportamiento infantil: busca la gratificación instantánea y tiende a quedarse todo para sí mismo. No es una buena señal para abordar el cambio climático o la próxima pandemia.

Es habitual asociar la gratificación instantánea con los niños. Ellos no pueden pensar a largo plazo y todavía no son capaces de controlar sus impulsos. Desconocen lo que significa aplazar algo, quieren tener todo lo antes posible.

Es posible observar esa misma tendencia en el modo en que Occidente está lidiando con la crisis del covid-19. No vemos el momento de poner fin a las medidas sanitarias. Cada cierto tiempo se anuncia el fin de la pandemia y se suavizan las medidas prematuramente, como ocurrió en otoño y posteriormente en Navidad del año pasado, lo que dio lugar a nuevas olas que provocaron decenas de miles de muertes evitables.

Probablemente ello se debe al hecho de que nuestras democracias se basan en el éxito electoral. El horizonte de los políticos es el de las siguientes votaciones y no un objetivo a largo plazo.

En todo caso, ese mismo pensamiento cortoplacista se ha visto reflejado en la falta de prevención en la actual crisis del covid. Desde que se produjeron los brotes de otros dos coronavirus, el SARS en 2002 y el MERS en 2012, los científicos nos han venido advirtiendo sobre la llegada de una nueva pandemia. Para evitarla era necesario la implantación de un paquete de medidas, cuyo coste se estimaba en 20.000 millones de dólares, o lo que es lo mismo, 800 veces menos dinero de lo que nos ha costado la crisis del covid-19 hasta ahora. Eso sin mencionar la tragedia humana que suponen los más 10 millones de muertes adicionales causadas por el covid-19. A pesar de ello, los gobiernos no han hecho nada.

Una segunda tendencia observada en los niños es que quieren todo para ellos. La campaña de vacunación global es otro irónico ejemplo de esto. Hasta ahora, el 84% de las vacunas han sido administradas en los países ricos. Los países de renta baja han tenido que apañarse con el 0,3% de las dosis. Mientras los países ricos tienen un superávit global de 2.500 millones de dosis y están planeando administrar dosis de refuerzo, solo una de cada diez personas estarán vacunadas a finales de 2021 en los 70 países más pobres.

El Acelerador del acceso a las herramientas contra el covid-19 (ACT) es una iniciativa global para distribuir tratamiento y vacunas a los países del Sur. A finales de junio el déficit para sufragar esta campaña se elevaba a 17.000 millones de dólares, lo que equivale al 0,1% de los recursos empleados para combatir la crisis del covid.

El comportamiento acaparador de los países occidentales no solo es pueril sino también miope. El virus no conoce fronteras y es un engaño pensar en lograr la inmunidad de rebaño en una sola nación. En nuestro mundo superconectado, la pandemia no se superará en ninguna parte hasta que se supere en todas partes. Los expertos advierten que estamos solo a unas pocas mutaciones antes de que el virus se haga resistente a las vacunas. Si eso llegara a ocurrir, estaríamos de vuelta en la casilla de salida. Edward Luce, del Financial Times lo explica de esta manera: “La prueba para Occidente es saber si actuará con el conocimiento de que este virus no conoce fronteras”.

Las tendencias pueriles de las democracias occidentales no son un buen presagio para encarar el cambio climático o la próxima pandemia. La iniciativa World Weather Attribution está formada por un grupo de destacados expertos que ha investigado la relación entre las emisiones de gases de efecto invernadero y los fenómenos meteorológicos extremos desde 2015. ¿Sabía usted que esta iniciativa lleva años sin financiación?

¿Cuántos devastadores incendios, inundaciones y sequías tendrán lugar antes de que despertemos y actuemos? Y lo mismo podemos decir respecto a la lucha contra los virus mortales. Ya se han producido más de 10 millones de muertes por el covid-19, pero todavía no hay planes para prevenir nuevas pandemias.

Según parece, nuestras democracias son incapaces de abordar los principales desafíos de este siglo. Nuestro sistema social necesita una exhaustiva reforma. Es hora de ponerse a ello. No nos queda mucho tiempo.

Marc Vandepitte

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