La “nota” del mensaje de López Obrador

Los esfuerzos propagandísticos presentados como análisis para disociar el mayoritario respaldo ciudadano al presidente Andrés Manuel con sus programas de gobierno –parte de la disputa política a cargo de intelectuales orgánicos auspiciados por grandes corporativos empresariales y financieros–, difícilmente llegará a buen puerto porque las oposiciones partidistas y sociales que deberían capitalizarlos están desarticuladas y hasta ausentes, además de que explicarlo por los atributos personales del mandatario es una mala caricatura de la realidad nacional.

Tanto como si los 31.1 millones de personas que votaron por él o más de 47 millones que hoy lo respaldan, lo hicieran por su linda cara o sólo por su contacto directo con la ciudadanía, por su estilo personal de gobernar.

Es comprensible, entonces, el alegato presidencial expresado en el mensaje político del I Informe: “Hoy algunos críticos piden que se gobierne en sentido distinto, que prescindamos de nuestro ideario y de nuestro proyecto, que apliquemos recetas económicas contra las que hemos luchado o que seamos tolerantes con la corrupción que nos propusimos erradicar. Piden, en suma, que yo traicione mi compromiso con la sociedad, que falte a mi palabra y que renuncie a mi congruencia, y eso lógicamente no va a ocurrir”.

Lo anterior es interpretado por la reflexiva conductora Denise Maerker como una muestra de rigidez, de intolerancia, fue “la nota del mensaje”, dijo. No conozco presidente en el orbe que aplique un programa de gobierno distinto al que ofreció durante la campaña y con el que triunfó en forma impresionante, incluso con la doble y brutal crisis global, la sanitaria y la económica. Y no se olvide, como lo hacen los analistas que profesan el dogma neoliberal, que la económica despuntaba desde 2019 en el mundo y en México también.

Otra cosa es, como bien lo reconoce el propio López Obrador, “aunque circunstancias imprevistas e infortunadas como la pandemia de covid-19 nos obligan a hacer ajustes, no vamos a apartarnos de lo esencial, del espíritu del compromiso adquirido”. Y los llamados ajustes en el marco del programa de la Cuarta Transformación pueden ser ilimitados, siempre que no se aparten “del espíritu del compromiso adquirido”.

Salvo su mejor opinión, apertura y humildad políticas mayores no son dables esperar de AMLO con el vigoroso apoyo que tiene. Que si se pasó de soberbio con frases muy bien logradas aunque polémicas, pues qué esperan de un Informe, aparte de una buena inyección de realismo conjugado con optimismo –que es parte de la chamba presidencial aquí y en China– y un texto sucinto, leído fuera de su estilo oratorio y un lenguaje corporal circunspecto, alejado de las ceremonias faraónicas y la grandilocuencia de los informantes que escuché desde 1968 y hasta 2018, desde Gustavo Díaz Ordaz justificando como impar autoritario los crímenes de lesa patria y humanidad que cometió y el Congreso de la Unión rendido a sus pies, hasta el VI Informe de Enrique Peña Nieto con el lagrimeo de familiares, la mafia del poder, sus operadores y ejecutivos rindiéndole pleitesía por “el Pacto por México y sus grandes obras” o en agradecimiento a todo lo que ganaron juntos a costa de saquear al erario y la nación.

Y para refrendar la pertinencia de la estrategia económica heterodoxa (contreras, si se quiere), de Obrador ante el derrumbe de la economía mexicana y global, llegan las cifras del INEGI de julio que dejan muy cortas las 90 mil nuevas plazas laborales creadas en agosto en la economía formal, y consignan “La incorporación de 1.5 millones de personas a la población económicamente activa (PEA), al pasar de 51.1 millones a 52.6 millones. De los 12 millones de personas que salieron de la PEA en abril de 2020, regresaron alrededor de 7.2 millones para el séptimo mes de este año”. Nada más, pero nada menos.

Eduardo Ibarra Aguirre

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