La posibilidad de ganar ante el horror

La amenaza de Donald Trump en relación con aplicar 5 por ciento de arancel a todo lo que exporte México a Estados Unidos a partir del 10 de junio si el gobierno mexicano no detenía de un plumazo la migración que llega a Estados Unidos, tal parece que por ahora fue desactivada, tras una muy ardua negociación.

Poco sabemos todavía en relación con los términos pactados, pero: rompe con la propuesta de política migratoria planteada por Andrés Manuel López Obrador que establecía, por primera vez, a la migración como un derecho humano, reconociendo que las causas son pobreza, desempleo, violencia e inseguridad. Por tanto, enfrentan una crisis humanitaria, requieren asistencia jurídica y son sujetos de visas diversas. Sin embargo, lo que se acordó fue enviar 6 mil efectivos de la Guardia Nacional a la frontera con Guatemala para detener a los migrantes, lo que es una forma de criminalizar la migración, contrario al discurso anterior. Otro punto es que se aceptó el regreso de los migrantes para que esperen en México las decisiones de asilo del país vecino, lo que no sólo es violatorio de la ley, sino que afecta directamente a los migrantes, pues rompe con la posibilidad de estar cerca de abogados y familiares. Si bien Washington lo hacía unilateralmente y México por humanidad los aceptaba, ahora hay un acuerdo firmado.

El gobierno con su política migratoria estaba recuperando los más altos valores de la diplomacia mexicana. Algunas voces culpaban a esa política por la proliferación de caravanas migrantes, por un supuesto efecto llamada, totalmente equivocado. Si bien se desbordó el fenómeno, el alojamiento se complicó y se hicieron largas filas para su registro, creando a veces conflictos entre los migrantes y las autoridades, la verdad es que México abrió sus puertas para darles asilo y refugio. Pero ahora se convertirá en la policía fronteriza de Estados Unidos.

El resultado de la negociación refleja la altísima dependencia y vulnerabilidad de México hacia Estados Unidos. Por un lado, 80 por ciento de nuestras exportaciones se dirigen a ese país, México es el maquilador de la industria automotriz de Estados Unidos, dependemos de la exportación de alimentos estadounidenses y se ha perdido autosuficiencia alimentaria, afectando a los campesinos mexicanos que han sido desplazados. Para colmo y según Trump, se pactó comprar enormes cantidades de productos agrícolas, lo que va a contracorriente con otra de las propuestas del gobierno mexicano sobre la necesidad imperiosa de recuperar el campo mexicano y con ello la seguridad alimentaria.

Las condiciones establecidas en el pacto tripartito T-MEC mantienen al país como simple ensamblador y el último en la cadena de valor de las manufacturas. Esto significa que los trabajadores mexicanos siguen haciendo el trabajo manual y en el país vecino, el intelectual, con las consabidas bajas ganancias y limitaciones para un desarrollo tecnológico, científico y de creación de innovaciones nacionales; por tanto, seguimos anclados al subdesarrollo.

Urge un cambio de estrategia que permita diversificar la economía, los mercados y los intereses del país. Por un lado, mirar hacia los países latinoamericanos, revitalizar los tratados, acuerdos, planes y buscar alianzas con ellos, resaltando la necesidad de enfrentar a los Trumps futuros y plantearse políticas para un desarrollo integral de la región. No se puede olvidar que muchos han sido los agravios de Estados Unidos a lo largo de la historia, y esto difícilmente cambiará.

La segunda opción es estrechar lazos con Asia, por ejemplo con China y Corea del Sur. Hay mucho que aprender de esos países que pasaron del atraso económico a ejercer un papel central en el mundo desarrollado, lo que explica, por ejemplo, su paso de expulsores a re­ceptores de migrantes. Hay una clara reorientación geográfica del mundo tecnológico y de las innovaciones, con claros beneficios para sus poblaciones. Es importante instrumentar políticas que permitan reforzar los lazos económicos, comerciales y tecnológicos.

Estados Unidos está perdiendo hegemonía, se retira de los organismos internacionales que acrecentaban su poderío estratégico, deteriora su posición preeminente en investigación y desarrollo, reduce sus patentes y China lo alcanzará en menos de tres años, habría que destacar que este país se le adelantó con la 5G. Parece claro que se está cerrando la brecha científico-tecnológica con sus principales competidores, en tanto que baja, por ejemplo, su nivel de producción de computadoras y pierde posiciones particularmente frente a China y otros países asiáticos. Todo esto también tiene que ver con las bravatas de Trump.

Ante la agresión de un personaje que tiene un poder claramente destructor y está dispuesto a ejercerlo por intereses personales, el gobierno mexicano no debe subordinarse a sus designios, pues hacerlo lo convertiría en cómplice de su política y se violarían todos los acuerdos firmados por el país.

México no debe hacer el trabajo sucio a Estados Unidos, la sociedad mexicana lo reclama.

Ana María Aragonés

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