La trampa del rearme
Aunque estamos absolutamente convencidos de la necesidad de una fuerza alternativa de izquierdas en esta ruinosa crisis italiana, consideramos la llegada de Elly Schlein a la secretaría del PD como una importante oportunidad para todos de contar con una oposición real en este país, que ha descendido al abismo de la era de la extrema derecha en el Gobierno.
Sin embargo, están ocurriendo algunas cosas que no pueden dejar de señalarse. Especialmente en estos tiempos dramáticos, tras el ominoso discurso de Putin anunciando el despliegue de armas nucleares tácticas en Bielorrusia, el cual, nos aseguran, se llevará cabo «en cumplimiento del Tratado START», como si no fuese de una naturaleza como para meter miedo al mundo a pesar de todo.
Hablemos de lo que ocurrió en Bruselas el jueves 23 de marzo, en la reunión del PSE, de las fuerzas socialistas europeas. Junto a Schlein, al presidente del Gobierno español, Sánchez, y a la primera ministra finlandesa Marin y muchos otros, asistió también Jens Stoltenberg, Secretario General de la OTAN, no está claro en calidad de qué. Esto resulta sorprendente por varias razones. La primera es que ninguno de los presentes tuvo aparentemente nada que decir en contra. Tal vez fue una sorpresa para muchos, o tal vez lo invitaron, pero de nuevo, ¿en calidad de qué, ya que Stoltenberg ofició de hecho como dirigente laborista noruego, pero sólo hasta 2014? ¿Fue quizás un ejemplo de lo que es hacer de abogado del diablo, dando la palabra a un oponente político para ganar legitimidad?
¿O fue un ejercicio de memoria, repitiendo la triste historia de los líderes neoliberales de izquierdas Clinton, Blair y tantos otros, que iniciaron todas las guerras sucias que precedieron a la agresión de Putin a Ucrania?
Lo más probable es que Stoltenberg haya querido aprovechar a toda costa este «viejo» foro que solía frecuentar, preocupado por cambiar de posición en un ámbito político tan sensible como decisivo. Así, junto a los temas esperados en el debate sobre la PESD [Política Europea de Seguridad y Defensa], el bienestar, el Pacto Verde, la inmigración, la esfera digital, el trabajo y los derechos, Stoltenberg llegó a defender su propia prioridad, el rearme: «Buenos debates con el Partido de los Socialistas Europeos antes del Consejo Europeo de hoy. Debemos seguir apoyando a Ucrania, aumentar la producción de armas y municiones, y seguir invirtiendo más en nuestra defensa», tuiteó.
Casi da la sensación de que Schlein, con su decisión de acudir a Bruselas, aunque sea a una sede supuestamente alternativa, no ha hecho más que anunciar la llegada de Giorgia Meloni a la capital europea. Porque en cuestión de rearme, es la derecha la que tiene la última palabra y marca el rumbo. Sobre todo si hay silencio o confusión al respecto, especialmente en el Parlamento.
Y no sólo eso: con anterioridad, cuando comenzó la infame guerra de Putin, hubo una parte importante del PD que insistió en un enfoque «controlado» del envío de cualquier arma, porque debían ser «no ofensivas sino defensivas», y al mismo tiempo decía “no” al rearme de Italia. Esta estrategia se tambalea hoy, por no decir otra cosa, dado que Occidente envía ahora armas abiertamente ofensivas, como cazabombarderos, aviones no tripulados y mortíferos proyectiles de uranio empobrecido, con el cajón de sastre de la «defensa». No basta con decir «no dejaremos que la OTAN dicte nuestra agenda» si la OTAN llega a plantear sus exigencias incluso en la reunión de más alto nivel de los socialistas europeos.
Porque después de un año de enviar armas como parte indirecta en la guerra, consideradas como la única y absoluta respuesta a la guerra iniciada por Rusia, se han vaciado los arsenales, precisamente a causa de esos envíos masivos de armas. No es de extrañar que el gobierno de Meloni-Crosetto, para el que la guerra de Ucrania sirve de póliza de seguros tanto para la longevidad de su gobierno como para su legitimidad atlántica, proponga el aumento de los gastos militares para reponer los arsenales, que luego se vaciarán y volverán a llenarse, ad infinitum.
Está el objetivo del 2% del PIB en gastos militares, que siempre estuvo ahí en el plano de las intenciones, pero que nunca ratificaron ni aprobaron los parlamentos, incluido el italiano, mientras que la «virtuosa» y precursora Polonia aspira al 4%. Repartidos a lo largo de los años hasta 2028, supondrían 13.000 millones de euros más del presupuesto estatal. ¿En qué quieren que se gaste ese dinero? Bien, no lo pongamos al lado del gasto social, que se está denunciando como una comparación «errónea», mientras va siendo objeto de recortes y se reelabora desde la perspectiva del sector privado. El quid de la cuestión es que, al elegir este camino, nos comprometemos con la perspectiva de una guerra prolongada en todas partes.
De hecho, no basta con afirmar que la guerra de Ucrania habrá terminado para 2028 (¿y es que estamos siquiera seguros de ello?). Porque el secretario de Estado norteamericano, Blinken, ya nos está advirtiendo de que China podrá invadir Taiwán «en 2027»; y se está recrudeciendo la guerra en Siria. En definitiva, aprobar hoy un aumento del gasto militar es situar al país y su futuro inmediato en un escenario de guerra sin fin.
Pero ese no es ni siquiera el aspecto más chocante de todo esto. Hace unos días, por cuarta vez en mes y medio, el Jefe del Estado Mayor del Ejército de los Estados Unidos, Mark Milley, volvió a decir que pensaba que el objetivo declarado por Zelensky, la vuelta a las fronteras de Ucrania de 1991, era «un objetivo extraordinariamente difícil de alcanzar militarmente»; en esencia, que no podría haber una victoria completa para ninguno de los dos bandos sobre el terreno. Uno se pregunta, entonces: ¿qué sentido tiene enviar nuevas y sofisticadas armas mortíferas? Nuestra primera ministra de extrema derecha tiene una respuesta preparada: «Para reequilibrar las fuerzas sobre el terreno».
Pero esto no es una partida de Risk entre amigos. Ahora que Putin está redesplegando armas nucleares tácticas, ¿qué deberíamos hacer para «reequilibrar las fuerzas»…quizás enviar armas nucleares nosotros mismos, ese espectro que se ha agitado una y otra vez en este año de guerra? Mientras tanto, después de Bajmut, todo el mundo espera la ofensiva de primavera y la correspondiente contraofensiva. Nos enfrentamos a momentos decisivos. Hasta ahora, hemos estado al borde de la Tercera Guerra Mundial, con nítidas líneas rojas que se han cruzado repetidamente «por accidente»: incidentes graves, pero excepciones, y al final hemos conseguido evitar sus consecuencias. Ahora, en la confrontación final, habrá cada vez más momentos así.
El mundo entero se encuentra en peligro. Buen número de países del Sur global quiere negociaciones, y China se metió en la boca del lobo en Moscú, mientras le gritaban desde todas partes.
Ahora todos miran a Beijing y descubren «puntos interesantes en la propuesta china», como el primer ministro español, Sánchez; sin embargo, parecen por desgracia más preocupados por el destino de las economías occidentales y su implicación con China. Pero la única opción real es la estrategia de la negociación, no el rearme, ni siquiera el «democrático».
Tommaso Di Francesco
Tommaso Di Francesco: Veterano periodista romano, es codirector desde 2014, junto a Norma Rangeri, del diario “il manifesto”. Poeta epigramático y satírico, es también autor de novelas y cuentos, y compilador de diversas antologías literarias.
Traducido del italiano para Sin Permiso por Lucas Antón.
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