Las elecciones en Ecuador: Una batalla geopolítica de las dimensiones de Pichincha
En las elecciones de la segunda vuelta en Ecuador, entre el gobernante Alianza País, contra CREO, liderado por el banquero Guillermo Lasso, se ponen en disputa la No-Patria contra el legado de la Patria de Rafael Correa. Estas elecciones toman la dimensión de la batalla de Pichincha de la primera independencia, entre el candidato Lenin Moreno y el balance del proyecto político de Rafael Correa y el banquero neoliberal Guillermo Lasso. Aquí no dudamos en afirmar que sólo con el triunfo de Lenin Moreno encontraríamos fundamentos a la continuidad y a la herencia de Correa, por un Ecuador inclusivo y constructor de la Patria Grande, en la batalla decisiva para nuestra independencia definitiva.
Es decir, no vemos al acto electoral como una simple alternancia, sino como el camino que decidirá el destino de la Patria Grande en una etapa difícil de nuestra historia. La actualidad es únicamente comprendida desde la actualidad histórica, no desde la actualidad en sí misma, porque la actualidad es un diálogo y una lucha pasado-presente-futuro y futuro-presente y pasado, y la política es la continuación de una lucha lejana.
Por eso, para entender qué se juega en Ecuador, realizaremos un itinerario de esa actualidad desde el Ecuador raíz al Ecuador futuro. O sea, comprender a Rafael Correa desde la historia misma de Ecuador, para no quedar enredados en las trampas comunicacionales de los medios de desinformación.
El 24 de mayo de 1822, el Mariscal José Antonio Sucre derrota a los realistas en las faldas de Pichincha. Esta batalla definió el rumbo definitivo de las guerras libertadoras y el destino del Libertador Simón Bolívar. Sin Pichincha, no hay Ayacucho.
Y de alguna manera, decidió a San Martín a materializar la famosa entrevista de Guayaquil con Bolívar, donde no existe ningún secreto, más que el acuerdo de los Libertadores para que prosiga Bolívar hasta el final conduciendo el ejército libertador, ya que San Martín no contaba con el apoyo de la ciudad puerto de Buenos Aires. Fue una auténtica batalla suramericana y geopolíticamente existe un antes y un después de Pichincha en la primera independencia.
Hablamos de primera independencia, porque el triunfo del libertador Simón Bolívar se tradujo en una independencia política pero no en una independencia integral. Una independencia integral sólo se hubiera dado si el resultado del Congreso de Panamá creaba una «Nación de Repúblicas». Sin embargo, su fracaso trajo como consecuencia la muerte «del General en su laberinto» de Bolívar el 17 de diciembre de 1830, y en el exilio de San Martín el 17 de agosto de 1850. El resultado político fue la fragmentación. Nos transformamos en una Nación inconclusa, con el nombre de «Estados nación», con constituciones, códigos, «ejércitos», «doctores», pero en verdad y en esencia, iniciamos un «orden neocolonial», como republiquetas agromineras exportadoras, es decir, como periferias de los centros mundiales exportadores de materias primas.
Desde 1830 a 1880, América Latina fue un suburbio del mercado mundial. Nada quedaba de Bolívar y de San Martín.
Signo de los nuevos tiempos fueron las creaciones de Estados débiles y sujetos a caudillos, que perdieron su visión amplia al desaparecer el Libertador, para convertirse en caudillos de comarca, -ya no cabía otra posibilidad-, como el general venezolano Juan José Flores, figura indiscutida del Ecuador que sobrevivió a Bolívar en la primera mitad del siglo XIX. El floreanismo es la transición suramericana, desde nuestros espacios geopolíticos de la dependencia de España a la dependencia del mercado mundial y al caudillismo con fuerte clientelismo en una geopolítica de patria chica.
Sin embargo, Ecuador logró una excepcionalidad rara, cuando en la siguiente etapa de la historia de nuestros países se enfrentaron los partidos conservadores y liberales. Los liberales representaban al puerto y era intermediarios comerciales de los imperios contra los conservadores, vestigios feudales, terratenientes, oscurantistas católicos en muchos lugares de la España de la decadencia.
Sin embargo, en Ecuador apareció una rara singularidad en la figura de Gabriel García Moreno. Es inentendible García Moreno sin la ferocidad de la época -lo mismo ocurre con la figura polémica en Argentina de Juan Manuel de Rosas o del Dr. Carlos Antonio López en Paraguay. Pero García Moreno unió lo nuevo con lo viejo, es la síntesis de la historia vieja y nueva, tan necesaria, como el embarazo para un parto. Con su disciplina y siendo un jesuita laico militante -de ahí su originalidad, sólo comparable en América del sur con el Dr. Gaspar Rodríguez de Francia del Paraguay, otro jesuita laico y constructor del Paraguay-, García Moreno integró y unificó la patria chica, afirmó la personalidad internacional del Ecuador, en síntesis es el modernizador -endógeno- y el consolidador del poder estatal en Ecuador. Pero no podemos obviar también que encaró la batalla más importante que nos espera, la batalla por la educación a partir de la escolarización.
Pero el siglo XIX sería incompleto sin la irrupción de la más grande figura, nos referimos a la figura cumbre del General Eloy Alfaro. Por supuesto que la aparición de Eloy Alfaro se da en los marcos del modelo primario exportador, cuando la globalización tomaba un rostro liberal. Y ningún país latinoamericano podía dar un mal ejemplo. El último bastión era exterminado durante 1865-1870 en la mal llamada guerra de la Triple Alianza, en verdad guerra de la triple infamia, contra el Paraguay industrial de los López (que culmina en Cerro Corá con el asesinato del Mariscal Francisco Solano López, el 1 de marzo de 1870).
El auge de la exportación del cacao y paradójicamente como ocurre en la historia, el beneficio económico favorecía a un sector de la costa de comerciantes y banqueros que tenían la dirección del partido liberal. No se puede desconocer que sectores del campesinado costeños y sectores medios empiezan a ser actores dentro de un Estado que lentamente empieza a ser inclusivo, y al que García Moreno le otorgó el voto, y a los que Eloy Alfaro incluye en un proyecto nacional. El General Eloy Alfaro es el definitivo constructor del Ecuador abierto al siglo XX.
Las primeras décadas del siglo XX son etapas donde un liberalismo político-económico plutocrático margina a los sectores populares. Ya nada quedaba de la Patria Grande.
Es importante señalar que en la transición del siglo XIX al XX, aparecía en el Uruguay el «Ariel» de José Enrique Rodó, un libro de literatura social de afirmación hispanoamericana de la «Magna Patria» en el sentido bolivariano. De alguna manera ésa era la respuesta por afuera de los partidos políticos del fraude de reponer a Bolívar en el siglo XX y a su programa continental en el centenario de las independencias. El arielismo es la primera generación antiimperialista latinoamericana con la inclusión de Brasil. Bolívar y San Martín eran hispanoamericanos, no incluían a Brasil en la Patria Grande, ya que estaban en la órbita del imperio inglés. Su figura rutilante fue el argentino Manuel Ugarte, quien plantea la Patria Grande, es decir, los Estados Unidos del sur, cuyo antecedente había sido José Martí, el último Libertador.
Con el «Ariel» de Rodó se empezó a ver desde las juventudes latinoamericanas a Estados Unidos como un país antagónico, plutocrático y materialista en la figura de Calibán. Una de las alarmas que apareció en Ecuador -1916- dentro del arielismo ecuatoriano, fue la obra: ¿Imperialismo o Panamericanismo?, escrita por Agustín Cueva.
La revolución juliana de 1925 expresa las limitaciones del modelo agroexportador, sus primeras fisuras como consecuencia de la crisis de la primera guerra mundial y las reformas que impulsan los militares cuestionando el modelo de viabilidad económica de Ecuador, a través de la figura de Isidro Ayora, limitando con reformas fiscales el poder de la banca y fundando el Banco Central. Y la Constituyente de 1928 realizó importantes reformas legales, entre las que se cuenta el voto de la mujer.
Luego, nuevamente la ofensiva liberal, -como ocurrió con la primera caída de Ibañez en Chile, de Yrigoyen en Argentina, la crisis del Estado Novo en Brasil- y el surgimiento de los movimientos nacionales populares en América Latina, cuyos protagonismos importantes fueron el peronismo y el varguismo. La figura de José María Velasco Ibarra en Ecuador y sus cinco presidencias, lo convierten en una figura política latinoamericana. Encontramos en la imagen de Velasco Ibarra similitud con la del caudillo uruguayo, Luis Alberto de Herrera. Doctor, de origen patricio, hispanoamericano y arquetipo de la figura del caudillo. El doctor Velasco Ibarra supo darle al Estado una acción creadora, reflejada en puentes, edificios escolares, entidades de promoción, carreteras, la restauración de las libertades del sufragio, la promoción de la enseñanza secundaria para la mujer, el fortalecimiento del sentido nacional, la fundación de escuelas. Su figura controvertida no le quita espacio al enorme lugar que ocupa en la historia de Ecuador.
El 15 de enero de 2007 se posesionó como presidente constitucional del Ecuador, el Dr. Rafael Correa Delgado. Ecuador venia de traspié en traspié. Era un país que se había quedado sin rumbo e incluso los partidos políticos empezaron a implosionar. Y hasta un presidente fue depuesto, entre otras cosas, por «loco»; ese era el nivel de desorientación estratégica del país. Ecuador se había dolarizado y su territorio era asiento, en Manta, de bases militares de Estados Unidos. Los presidentes cambiaban a la orden del día, mientras la oligarquía financiera era la que tenía el poder.
Una oleada latinoamericana recorría la Patria Grande, con el Comandante Hugo Chávez como geopolítico impulsor de la Unasur y de la CELAC, con base en el Mercosur, con el firme apoyo de Lula de Brasil y Néstor Kirchner de Argentina.
Ecuador se reencontraba nuevamente a partir de Rafael Correa con su origen latinoamericano. Porque en verdad Ecuador es hijo del fracaso de la Gran Colombia. Y Correa en plena oleada globalizadora imperialista encuentra en la integración latinoamericana a la nación inconclusa, une nuevamente a Flores con Bolívar, ensambla a García Moreno con Eloy Alfaro, enlaza a la revolución juliana con Velasco Ibarra, para transformarse él en la síntesis superadora del Ecuador suramericano de la revolución ciudadana. Lo nuevo y lo viejo quedaban superados, por primera vez.
Estos logros son los que están en juego hoy en la segunda vuelta en Ecuador, para nosotros la Pichincha del siglo XXI, porque de ella depende el significado político e ideológico del destino geopolítico de nuestra integración. Rafael Correa se transforma, por los rumbos de la historia, en el «Ariel» político que nos convoca para decidir si seremos y somos, o si no seremos.
Destacamos de sus logros sintetizadores y totalizadores lo siguiente:
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Superó los desafíos y limitaciones que imponía la geografía sobre la política. Un país donde la cordillera de los Andes pasa por el medio y separa la costa del interior. Entonces la sociedad se divide entre la costa, la sierra y la selva; entre los ricos, los pobres y los más pobres.
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Recuperó la autoridad y credibilidad de la política y de la conducción del Estado en un país imposible de gobernar con autoridades débiles.
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Realizó la revolución educativa y meritocrática más importante de América del sur, fortaleciendo los estudios académicos y los concursos docentes de nivel primario.
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Impulsó una política de seguridad ciudadana con indicadores de homicidios claramente en descenso cada cien mil habitantes. Era uno de los países de mayor tasa de homicidios al llegar a la presidencia.
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En el aspecto geopolítico interno fue muy importante por primera vez en la historia de Ecuador la construcción de carreteras y autopistas de primer nivel, comunicando fluidamente ahora cuatro regiones bien diferenciadas: Amazonia, centro, costas e islas.
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La construcción de un sistema de defensa ante fenómenos naturales como el del Niño, es un ejemplo a destacar, que hace que Ecuador no se inunde como Perú.
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Una audaz política externa, asilando a Julián Assange en la embajada de Ecuador en Londres, apareciendo como actor político mundial y expulsando de la Base de Manta a los marines norteamericanos.
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Una geopolítica de apuesta a la integración suramericana, a tal punto que la sede de Unasur se halla en Quito.
La revolución ciudadana fundó un Ecuador para todos y un Ecuador suramericano, que libra su batalla. Como aparente casualidad y en verdad la historia tiene su causalidad, un 2 de abril. Como cuando la Argentina iniciaba la gesta de Malvinas en 1982. El 2 de abril de 2017 se juega la continuidad de la Patria Grande, y por eso Rafael Correa nos convoca como el «Ariel» de Rodó a esta batalla similar a la epopéyica de Pichincha.
Miguel Ángel Barrios
Miguel Ángel Barrios: Doctor en Educación y Doctor en Ciencia Política. Autor de más de veinte obras de política latinoamericana y considerado por la crítica como uno de los referentes del pensamiento latinoamericano.
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