Lava Jato se deshace. ¿Qué hacer con Lula?

Las revelaciones hechas por The Intercept-Brasil sobre las maniobras de los capos de la Lava Jato han tenido, hasta ahora, resultados devastadores para esa gran operación jurídico-politico-mediática de la derecha brasileña.

El carácter de manipulación de las leyes, con total promiscuidad en sus formas de acción y de carácter absolutamente partidista de persecución a Lula como su objetivo fundamental, han desvelado la naturaleza real de la Lava Jato como instrumento de la guerra de leyes (lawfare) y de la guerra híbrida en tanto que nueva estrategia de la derecha.

Como consecuencia inmediato, el cuestionamiento del accionar de los dos principales capos de la Lava Jato, Sergio Moro y Deltan Dalagnol, se ha generalizado. Sus primeras reacciones fue alegar que no había nada de ilegal en lo que habían hecho. Pero conforme se han difundido conversaciones cada vez mas escandalosas, han pasado a intentar desviar la atención hacia el carácter supuestamente criminal de los hackers, al revelar sus conversaciones y poner en duda la veracidad de los diálogos, alegando que podrían haber sido falsificados.

Pero conforme los principales órganos de los medios de comunicación tradicionales de Brasil –Folha de Sao Paulo, Veja, UOL, entre otros–, han empezado a analizar los documentos, contrastando su veracidad antes de publicarlos, e incluso la Globo empezó a darles gran difusión, ya nadie pone en duda la existencia de las conversaciones.

En particular Dalagnol, que ha sido cuestionado por las formas de enriquecerse con conferencias como capo de la Lava Jato, así como con manipulaciones en contra de jueces del Supremo Tribunal Federal (STF), ha estado en el centro de los escándalos. Hasta el punto de que ya no contesta las denuncias, prácticamente diarias, así como ya nadie, ni siquiera sus aliados, dudan de que Dalagnol cayó en desgracia y será destituido de la coordinación de la Lava Jato.

Mientras tanto Moro se esconde, calla, intentando que las iras se concentren en Dalagnol, quizás esperando librarse de los actos punitivos. Lo cierto es que la demanda de la defensa de Lula de que Moro sea declarado no apto para juzgar a Lula y, de ese modo, invalidar los procesos coordenados por Moro en contra del ex presidente, lo que supondría su puesta inmediata en libertad, está a punto de ser juzgada por el STF, que vuelve ahora de sus vacaciones.

En ese momento, una jueza estrechamente vinculada a Moro, decreta el traslado de Lula a Sao Paulo. A lo mejor porque, con la segura sustitución de Dalagnol en la coordinación de la Lava Jato, teme perder el control de la operación. Un traslado arbitrario, sin alegaciones que no sean el excesivo trabajo que tiene la Policía Federal de Paraná.

La defensa de Lula recurrió inmediatamente la medida, incluyendo en sus argumentos la petición de habeas corpus a favor de Lula, que también tiene que ser tomado en consideración por el STF. Así las cosas, los medios especulan que la jueza está compinchada con otro juez de Sao Paulo para llevar Lula a una cárcel común de la ciudad de Tremembé, en el interior de Sao Paulo, institución que carece de celda de Estado Mayor, a la que Lula tiene derecho como ex presidente.

Mientras tanto, como si no fuera suficiente con todo eso, en este quilombo que se ha trasformado Brasil, el gobierno, Bolsonaro se ve obligado a responder a algunas de las excentricidades que fue diciendo en los últimos días, intimado por el poder judicial. Una de ellas es la de que Fernando Santa Cruz, padre del presidente de la Orden de los Abogados de Brasil (OAB) no murió torturado ni fue incinerado en una fabrica de cemento, como dicen los propios documentos de la dictadura, sino que fue asesinado por sus compañeros de la AP (Acción Popular, movimiento de católicos de izquierda), por haber desobedecido la orden de no viajar de Recife a Sao Paulo. Lo dijo de forma agresiva, vengativa, en respuesta a la decisión de la OAB de no favorecer a su hijo, propuesto por Bolsonaro para ser embajador en EEUU.

Es una entre tantas otras declaraciones imbéciles, que hasta periodistas de la derecha se preguntan que es lo qué falla en el sistema político brasileño para que alguien así pueda ser elegido presidente del país. Se olvidan de que ellos mismos fueron una parte fundamental del perverso mecanismo que impidió que Lula venciese las elecciones en primera vuelta y abrió el paso a una operación monstruosa que permitió esa elección que deja el país abatido ante comportamientos que atentan contra el más mínimo protocolo de un presidente.

Lo que todos se preguntan es si, frente a las declaraciones y comportamientos absurdos de los capos de la Lava Jato, tan sólo caerá Dalagnol o arrastrará consigo a Moro y, con los dos, a la propia Lava Jato. Con una Lava Jato debilitada, los capos de la operación se preguntan qué hacer con Lula. Ese intento de trasladarlo para que se encuentre en condiciones mucho peores, puede ser una respuesta. Aunque no funcione, desviaría la atención de los graves problemas vividos por el gobierno y de las revelaciones que comprometen la imagen pública de los que los justicieros de la Lava Jato, hoy envueltos en acusaciones, procesos y posibles condenas en su contra.

Emir Sader

Emir Sader: Sociólogo y científico político brasileño, es coordinador del Laboratorio de Políticas Públicas de la Universidad Estadual de Rio de Janeiro (UERJ).

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