Los desafíos del G20 y de la cumbre en Argentina

¿Qué es el G20 hoy en día?

El G20 constituye un foro de gobernanza económica que aspira a ser un proceso generador de reglas y prácticas para las relaciones económicas internacionales. Sin embargo, funciona más bien como un espacio para la gestión de crisis de un sistema multilateral actualmente desbordado que no logra adecuarse a la fragmentación o redefinición que atraviesa el orden liberal internacional. La relación entre EEUU y China aparece en el ápice más visible del conflicto en el G20, aunque también radican allí muchas de las oportunidades para reencausar un proceso de diálogo político conducente a explorar nuevos enfoques de la gobernanza económica.

¿Cuáles son los principales desafíos de la cumbre del G20 en Argentina y qué resultados espera? ¿Cuál sería su balance crítico de la presidencia Argentina hasta el momento?

La próxima cumbre del G20 en Argentina tiene dos desafíos principales. Primero, el desafío de salvaguardar un espacio de multilateralismo en un contexto adverso en el que priman las opciones estatales aisladas en descoordinación de enfoques cooperativos, particularmente a partir del giro nacionalista en la política exterior de los EEUU con el gobierno de Donald Trump. La supervivencia del propio proceso del G20 está en juego. Su desafío político es generar consensos entre los miembros que expresen posturas en tensión; como aquellas afines al libre comercio, el proteccionismo económico y la agenda del cambio climático.

En la anterior cumbre del G20 en Hamburgo, Alemania, se manifestó el quiebre en los consensos alcanzados en materia de compromisos con el problema del cambio climático. La negativa de Trump en avanzar en este frente refleja su posición negacionista del cambio climático y de la crisis ecológica (la cual en un futuro próximo parece encontrará en Jair Bolsonaro a un Brasil aliado en el G20 para erosionar los compromisos en temas climáticos estipulados en el Acuerdo de Paris). A esto se suman las escaladas arancelarias que actualmente tienen a EEUU y a China que ha llevado a una “guerra comercial” como resultado del giro proteccionista de la política comercial de Trump.

En este escenario, el gobierno argentino se presenta como un facilitador de consensos, comprometido con el multilateralismo y la cooperación internacional. Lograr que de la cumbre pueda surgir una declaración conjunta será considerado un “éxito” por el gobierno, incluso si los contenidos de una eventual declaración puedan ser mínimos en pos de evitar el fracaso de la cumbre. La paradoja para el gobierno argentino es que, como anfitrión de la cumbre tiene la oportunidad de mostrarse como un restaurador de un orden liberal en crisis y de abonar a la idea de “volver al mundo”, si bien se trate de un mundo que ya no existe. Es la paradoja de volver a un mundo que es imaginario, como el de la década del 90 en el que primaba la hegemonía global del neoliberalismo y el triunfalismo de los mercados.

Segundo, la cumbre del G20 enfrenta el desafío de su legitimidad democrática frente al cuestionamiento de que este foro de pocos países carece la representatividad para definir los lineamientos de políticas que impactarán al planeta en su conjunto. A esto se suman las críticas sobre el sesgo de sus agendas, las cuales están asociadas a las necesidades de grandes empresas que son las únicas con capacidad para traccionar los flujos de inversiones y de comercio a escala global. La representatividad de las grandes mayorías en las políticas del G20 es, cuando menos, acotada. Este es uno de los ejes de los cuestionamientos de un movimiento global que emerge hacia fines de la década del 90 como un actor social transnacional que interpela y resiste las políticas e instituciones de la globalización neoliberal por sus implicancias negativas en la democracia y el desarrollo sostenible. En la cumbre Argentina estas voces críticas estarán expresadas en la cumbre social y demás acciones pacíficas de protesta convocadas por el espacio “Confluencia Fuera G20-FMI”.

Mientras aumentan las tendencias de líderes nacionalistas, ¿le parece que el G20 seguirá siendo un actor relevante si es que hay menos consenso en los países en términos económicos? 

La relevancia del G20 en el futuro es incierto. Su proyección dependerá de la capacidad de este proceso para reinventar las bases de un multilateralismo que ya no estará centrado en los EEUU, apoyado en marcos políticos que conjuguen visiones superadoras de las actuales antinomias entre el proteccionismo económico, el libre comercio y las acciones para revertir la crisis climática. Aunque más allá de las contradicciones y oportunidades en el propio proceso intergubernamental, el futuro del G20 se juega también en las calles y en la opinión pública. Desde sus comienzos el movimiento global ha cuestionado a la globalización neoliberal, promoviendo formas de globalizaciones alternativas basadas la solidaridad, la democracia, los derechos humanos y el ecologismo. Sin embargo, una parte de los/las desplazados por la globalización hoy encuentran en el auge de ideologías del odio racial, la xenofobia y la reivindicación de los particularismos nacionales y culturales un espacio de representación del descontento social. En qué medida el proceso del G20 logrará equilibrar y articular estas tensiones como parte de un proceso de construcción multilateral es difícil de saber. Lo que parece seguro es que el G20 no tendrá futuro como proceso político si no es centrándose en los problemas y desafíos de las enormes desigualdades y la crisis ecológica de escala planetaria. Estas son las contracaras de la riqueza económica y la innovación tecnológica generadas por un capitalismo global e interconectado. Esto supone evitar las tentaciones de la demagogia.

Marcelo Saguier

Marcelo Saguier: Profesor e investigador de Relaciones Internacionales en la Universidad Nacional de San Martin (UNSAM), Argentina. Dirige la Licenciatura en Relaciones Internacionales y es miembro del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET).

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