Los Estados Unidos de América (del Norte) impelidos a aumentar la apuesta de la guerra en Ucrania

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La guerra en Ucrania es la guerra promovida por los EE. UU. para debilitar a Rusia y reducir con ello la fuerza resultante de la alianza de Rusia con China. No hay otro motivo en la raíz del comportamiento de quien ostenta el poder decisorio en los EE.UU.

El objetivo último ya lo ha confesado: el miedo a la potencia ascendente en los mercados mundiales y en el poder geoestratégico de China. Usamos de los nombres de los estados como si sus oblaciones estuvieran de acuerdo con las decisiones de sus gobernantes, para mayor disimulo de los intereses grupales (de clase, si lo prefieren, aunque creo más apropiado considerar grupos de interés, dando juego a matices). Cualquier análisis debe recalar en la tesis de base.

La OTAN es instrumento de quien ostenta el poder en los EE. UU. La capacidad sancionadora, el poderío económico y militar radica en los EE. UU., no en la OTAN, que es complemento para hacer ver que hay una institución que habla por ella misma, representando a muchos y diversos miembros que aprecian idénticamente lo que propone EE. UU. Otro elemento para el disimule, al igual que los medios de comunicación dominantes, si bien estos últimos convienen en la defensa de los intereses de los EE. UU., cual si fueran los de cada uno de los países miembros, “aliados” o seguidores. El factor condicionante es el miedo, ¿a qué? Al castigo impuesto por los EE. UU., como se aprecia en Venezuela, en Irán, en Rusia, pero de mucha mayor gravedad en países con poblaciones acostumbradas a la buena vida, al consumo, al turismo y al lujo. Los flujos libres del comercio, interrumpidos por las sanciones, amparadas en el uso de la moneda de los EE. UU. en las compras y en las ventas entre países, en las inversiones y en el ahorro (particularmente a través de los fondos de inversión).

EE. UU. es prisionero solamente de sus propias decisiones y de las circunstancias que envuelven el cotidiano acontecer (incluyendo en este las decisiones de los adversarios generados y de los aliados y de lo que les constriñe en cada país y la marcha de la guerra por procuración que ha desencadenado). Aquello que empujó a los países anglosajones a comprometerse en una estrecha alianza estratégica militar del Reino Unido y Australia, para la región del Indo-Pacífico, en el año 2021, lo saben ellos, pero que el miedo de Estados Unidos a China era el motivo principal, no cabe duda. Lo que hizo que los miembros de la OTAN (cuando no se trataba de una guerra o amenaza directa a ningún país miembro de esta, si bien los medios de comunicación han hecho pasar la píldora a los ciudadanos, como si de una amenaza directa se tratara) se sometieran a los intereses de los Estados Unidos, ellos lo saben, pero la destrucción del gaseoducto Nord Stream por los Estados Unidos (da risa el recorrido informativo que se ha hecho desde los Estados Unidos, humillando incluso al jefe de Gobierno alemán para hacer ver que han sido otros los que han perpetrado la voladura), digo, que eso nos hace pensar en la profundidad de la amenaza que tuvieron que oírse par acabar, contra sus propios intereses, en maridaje con los EE. UU. Como demasiados países de Asia, de Latinoamérica y de África, no han obedecido a los EE. UU. han sido amenazados también, pero Cuba, Venezuela o Irán, por citar ejemplos, son prueba de que, peor o mejor, se puede sobrevivir sin atender a los intereses norteamericanos.

Repartidas las amenazas y aprovechados los miedos, quien fija la estrategia y da las órdenes es el que ha organizado el tinglado y ha hecho creer en su estrategia, sus tiempos y sus resultados, así como los recursos militares que había que comprometer y cómo pagar la parte alícuota a quien lleva la batuta (los países de la UE deberían aumentar sus presupuestos militares hasta alcanzar el 2 % del PIB, si bien en el año 2022, en conjunto ha crecido un 13 %, hasta llegar a 345.000 millones $, de los que el 50 % han ido destinados a los EE. UU.)

Los EE. UU. deciden el nivel que ha de tener el armamento entregado a quien gobierna Ucrania, confiando en que se use dentro del territorio de Ucrania de antes de la operación militar especial de Rusia en el Donbass y que no desencadene una respuesta rusa de calado que conduzca a la III Guerra Mundial. Promesas iniciales de no dotar de determinado material bélico al Ejército de Ucrania, se han convertido en mentiras, hasta alcanzar ahora a las bombas de racimo, inmorales e ilegales para muchos países y para la misma ONU). Las matanzas de civiles están aseguradas, incluso de ciudadanos ucranianos mismos, y una cosa es segura: el ejército ruso dará una respuesta apropiada al uso de esas bombas contra ellos. Estados Unidos está perdiendo la guerra por procuración, no sigue sus previsiones y eleva el nivel de daño que puede causar el armamento que entrega, ¡con el compromiso escrito de Ucrania de no abusar de éste! Es imposible mayor ridiculez, mayor cinismo y mayor estupidez de quienes se lo crean.

La respuesta rusa obligará a los Estados Unidos a tener que elevar de nivel el material bélico entregado a Ucrania, autorizando el uso de municiones con carga atómica reducida o facilitándole la aviación que ahora le frena, claro está que podrá hacerlo contra documento escrito de compromiso de usar ese armamento con contención y prudencia. Resulta tan sumamente infantil todo este montaje de guerra del Gobierno de los estados Unidos, que los ciudadanos europeos no pueden ni imaginar que se sea verdad, aunque lo es y lo será, y, al cabo, China tendrá que intervenir, pese a que no lo desee, es el precio a pagar por la potencia ascendente. La vieja potencia, decadente, los EE. UU. es todavía poderosa, orgullosa, engreída y está convencida de su papel de sheriff en esta guerra en que los cowboys que mueren no son estadounidenses.

Fernando G. Jaén Coll

Fernando G. Jaén Coll: Doctor en Ciencias Económicas y Empresariales. Profesor titular de la Universidad de Vic- UCC.

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