Mapas, tecnología y prácticas espaciales decoloniales en Palestina

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La práctica de la cartografía en Palestina-Israel ha sido durante mucho tiempo un ejercicio de poder, de imperialismo y de desposesión. Desde el Mandato Británico hasta nuestros días los cartógrafos sionistas (después israelíes) han utilizado los mapas para confundir y eliminar los indicadores físicos, geográficos y sociales de las relaciones de los palestinos con la tierra y con la posesión de esta.

La aparición de la tecnología de Sistema de Posicionamiento Global (GPS, por sus siglas en inglés), del programa informático de Sistemas de Información Geográfica (SIG) y la cantidad cada vez mayor de satélites de detección remota permitieron en las últimas décadas trazar unos mapas precisos y completos del territorio del Mandato de Palestina. En cambio, los editores de las imágenes obtenidas vía satélite, incluido Google, siguen debilitando la presencia de Palestina ya sea publicando imágenes de baja resolución que sugieren unas opciones de rutas incorrectas para los palestinos, catalogando topónimos de forma incorrecta y/o en hebreo o, simplemente, dejando en blanco los territorios habitados por palestinos, una terra nullius pixelada.

Este artículo examina las diferentes maneras en que desde el comienzo del Mandato Británico hasta nuestros días se ha excluido a la población palestina de los mapas de su propia tierra. Argumenta que las localidades mal cartografiadas alteran la forma en que la población palestina entienden el espacio y la distancian de su patria. También explora mapas alternativos y subversivos como formas de reconocer el pasado, evaluar el presente e imaginar el futuro. Concluye que aunque los mapas están intrínsecamente unidos al colonialismo tanto británico como israelí, y se utilizan sistemáticamente como formas de eliminación, se pueden reclamar como expresiones de imaginación geográfica y como una forma de resistencia.

Cartografía colonial

A pesar de sus pretensiones de realismo matemático los mapas modernos simplemente no reflejan la realidad. Crean y arraigan un percepción particular de la Tierra en la que vivimos. Las líneas trazadas en los mapas separan los países de los océanos y entre sí. El área comprendida entre las líneas representa entidades sociopolíticas artificiales de espacio soberano: los Estados nación. A pesar del proceso de formación y desintegración del Estado en lugares como Palestina, Sudán y Tibet, los Estados nación se aceptan en el orden internacional como entidades fijas. En las proyecciones contemporáneas de los mapas, que representan la superficie tridimensional de la Tierra en un plano bidimensional, las naciones Estado se representan como indicadores definitivos, objetivos y evidentes de la realidad política, una fachada que refuerzan los usuarios, los cuales interactúan con los mapas políticos como una representación perfecta y a escala del espacio.

En las últimas décadas se han criticado las proyecciones del globo, sobre todo la omnipresente proyección cilíndrica de Mercator, debido a su eurocentrismo. El mapamundi estándar sitúa el hemisferio norte en la parte superior con Europa firmemente situada en el centro. La proyección de Mercator en particular distorsiona el tamaño relativo de los continentes y reduce drásticamente África y América del Sur, y hace que Europa, América del Norte, Australia y, en particular, Groenlandia, aparezcan mucho más grandes de lo que en realidad son.

Los mapamundis actuales son todavía empresas en gran medida coloniales y nacionalistas que reflejan predominantemente la adquisición y el control del territorio por parte de Occidente. Los mapas concebidos como herramientas de navegación evolucionaron rápidamente hasta convertirse en los medios a través de los cuales la Tierra y sus riquezas se dividieron artificialmente entre las potencias coloniales. Contener la diversidad en zonas únicas y delimitadas fue la única manera de poder primero ejercer el control y después consolidarlo y mantenerlo. Como afirma Paul Carter, los mapas fueron “el jeroglífico del intento del imperialismo de separar y clasificar la extensión de la superficie de la Tierra con el fin de ocupar sus territorios y controlar sus recursos”.

Esto concuerda con los mapas del moderno Oriente Próximo que trazaron las potencias imperialistas británica y francesa durante la Primera Guerra Mundial y poco después de ella, y que encarnaron el Acuerdo de Sykes-Picot en 1917 y la Conferencia de San Remo en 1920. Los nuevos mapas elaborados por actores europeos transformaron una región que antes estaba compuesta por unidades administrativas otomanas fluidas territorialmente en un conjunto inconexo de territorios marcado por largas líneas rectas de las que surgían los nuevos protectorados de Irak, Transjordania, Palestina, Líbano y Siria. Se dotó a estas naciones de monarcas imperiales de nuevo cuño a los que se encajó dentro de un paternalista sistema de Mandato.

Los mapas coloniales británicos en la Palestina del Mandato

En Cultura e imperialismo Edward Said explica la “lucha por la geografía” como una lucha “que no solo consistía en cañones y soldados, sino también en ideas, formas, imágenes y elucubraciones”. En este sentido la segunda mitad del siglo XIX conoció un aluvión de exploraciones orientalistas de Palestina por parte de europeos que llevaron a cabo estudios históricos, lingüísticos, geográficos y arqueológicos, sobre todo en zonas de relevancia bíblica y religiosa. A diferencia de los mapas religiosos medievales y de principios de la época moderna en los que suelen aparecer criaturas míticas y nombres de lugares bíblicos, los cartógrafos y exploradores europeos modernos justificaron el realismo y exactitud de sus mapas con los métodos “científicos” que los sustentaban.

Aunque el Mandato Británico sobre Palestina entró plenamente en vigor en 1922 el gobierno británico llevaba décadas preparándose para dominar Palestina. El Fondo de Exploración de Palestina británico llevó a cabo de 1871 a 1877 un estudio exhaustivo de Palestina occidental. Aunque la expedición estaba encabezada por figuras religiosas y académicas, el gobierno estaba directamente implicado y, según se afirma, utilizó a estas asociaciones benévolas “como frente para […] recopilar información sobre la zona”. El estudio resultante fue con mucho el más preciso y sofisticado desde el punto de vista tecnológico realizado hasta el momento y durante la invasión británica de Palestina en la Primera Guerra Mundial contribuyó a la planificación militar. El estudio se centró en el territorio comprendido entre el río Jordán y el mar Mediterráneo, un espacio muy similar al que 50 años después abarcarían las fronteras del Mandato Británico.

Durante el Mandato Británico las fuerzas coloniales elaboraron gran cantidad de estudios detallados destinados a la planificación militar, política, social y económica. En los mapas rara vez se describía la distribución geográfica y las actividades que desarrollaba los habitantes árabes originarios de Palestina. Por ejemplo, tras la Gran Revuelta Árabe (1936-39) en Palestina la Comisión Peel (a la que se había encomendado encontrar una “solución” al descontento y que por primera vez recomendaba dividir Palestina en 1937) utilizó mapas para demostrar diferentes planes posibles de división entre árabes y judíos que ignoraban la realidad geográfica (Figura 1).

Figura 1: El Plan de Partición de la Comisión Peel, 1937

El lenguaje geográfico de los mapas británicos estaba compuesto casi completamente por nombres en árabe transcritos, especialmente en el caso de lugares significativos para la tradición cristiana. El Estudio del Mandato Británico de Palestina elaborado en la década de 1940 se convirtió en el mapa oficial de Palestina, descrita como una unidad administrativa única. En ese mapa se utilizaron miles de topónimos en árabe (1) lo que se convirtió en una importante fuente de tensión con los dirigentes sionistas que insistían en incluir los nombres de los topónimos en hebreo (siempre que existieran) junto a los nombres en árabe y/o en inglés en las publicaciones oficiales del gobierno. Tras la creación del Estado de Israel la eliminación de los nombres en árabe y su sustitución por nombres en hebreo se convirtió en la piedra angular de la política espacial sionista, que continúa a día de hoy.

La cartografía de los primeros momentos del sionismo

Después del primer Congreso Sionista celebrado en Basilea en 1897 y la primera aliyah, u oleada de inmigración judía europea de 1881 a 1903, empezaron a proliferar los mapas sionistas, en muchos de los cuales aparecían indicadores topográficos y religiosos diseñados para volver a dibujar el mapa a imagen de un planeado Estado sionista. En particular, el sector del movimiento sionista dedicado a recaudar fondos, el Keren Hayesod, y el Fondo Nacional Judío (FNJ), una organización dedicada a adquirir y desarrollar tierra palestina para crear colonias exclusivas para judíos, utilizaron mapas para promover la colonización sionista de Palestina.

Figura 2: Mapa de Keren Hayesod, 1932

La figura 2 es un mapa de 1932 que Keren Hayesod utilizó como herramienta para recaudar fondos y solicitar donaciones a la comunidad judío-estadounidense. Un lado del documento se jacta de los logros del Keren Hayesod, mientras que el reverso del mapa señala en rojo la costa mediterránea y la región norte para indicar lo que la leyenda del mapa designa como “tierras judías”. Jerusalén se marca con la estrella de David mientras que las localidades palestinas se limitan a unos pocos centros urbanos. En un claro ejemplo de orientalismo se representa la población originaria con cuatro figuras apenas bosquejadas y a lomos de camello superpuestas en el desierto. Otras figuras muestran a laboriosos trabajadores judíos junto a nuevos centros agrícolas e industriales. Esta yuxtaposición ilustra la afirmación de Ella Shohat de que los sionistas europeos se consideraban a sí mismos quienes “hacían historia”, mientras que las personas [palestinas] originarias formaban un “trasfondo casi inorgánico”.

Figura 3: Mapa del Fondo Nacional Judío, en torno a 1940

La figura 3 es un mapa (uno de muchos) del FNJ que señala en hebreo las nuevas colonias judías entre 1936 y 1940. Los nombres de las colonias anteriores a la creación del Estado de Israel se seleccionaron según referencias bíblicas o talmúdicas, o en homenaje a figuras sionistas, de modo que se convirtió a la historia bíblica judía en una parte esencial de la geografía del expansionismo sionista moderno. Los modelos de colonias en las regiones costeras y del norte se parecen a las de la Figura 2 y de nuevo en el mapa apenas aparecen localidades palestinas. Los prósperos centros comerciales y agrícolas palestinos en lo que hoy se conoce como Cisjordania están vacíos y solo Jerusalén y la carretera entre Jerusalén y Jericó indican algo de vida.

La eliminación de la población palestina originaria de la tierra reforzó la tristemente célebre afirmación sionista de que Palestina era “una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra”. Por supuesto, era una falacia ya que a finales del siglo XIX Palestina contaba con una población de unas 600.000 personas, tenía una agricultura floreciente y era muy activa desde el punto de vista económico y político.

Crear el mapa en hebreo

Tras la Nakba de 1948 (que señala la pérdida de la patria palestina y el desplazamiento de 750.000 palestinos de sus hogares) el nuevo Estado de Israel se propuso que el mapa nacional pasara de estar escrito en árabe a estarlo en hebreo como una forma de construcción de la nación sionista. Se asignaron nombres hebreos a todos los elementos geográficos para fusionar la historia bíblica judía con el control territorial. El objetivo final era convertir el hebreo en la única lengua en la que entender el paisaje y eliminar así las experiencias e historias de los habitantes originarios.

La primera persona que ocupó el cargo de primer ministro de Israel, David Ben-Gurion, entendió que los nombres de los topónimos no era simplemente una opción lingüística, sino una expresión de relaciones de poder, y en julio de 1949 creó una comisión para “determinar los nombres en hebreo de todos los lugares, montañas, valles, fuentes, carreteras y similares en toda la zona del Negev”. En un período de ocho meses la región de Beer Sheba, en el sur, se transformó en el “Negev” y culminó en agosto de 1950 con un mapa en hebreo de la zona que se hizo recopilando los topónimos de los mapas coloniales británicos, traduciendo los nombres en árabe que existían y situando estos nombres en un contexto bíblico y religioso para darles autenticidad.

La hebraización de la región de Beer Sheba se consideró un caso esencial que sentaba jurisprudencia para fortalecer la soberanía sobre el territorio recién adquirido. Ben-Gurion elogió a la comisión: “Ustedes han desterrado la vergüenza de la extranjería y de un idioma extranjero de la mitad del territorio israelí, y han completado el trabajo iniciado por las Fuerzas de Defensa Israelíes: liberar al Negev del dominio extranjero. Espero que continúen su trabajo hasta redimir toda la zona de la tierra de Israel del dominio de la lengua extranjera”.

La hebraización de los topónimos se convirtió posteriormente en un proyecto nacional patrocinado por el Estado. En marzo de 1951 se estableció la Comisión Gubernamental de Nombres para dar “nombres en hebreo a todos los lugares que tienen nombres en árabe” y asignar nombres a los lugares recién creados. Una década después de la creación de Estado la Comisión había asignado unos 3.000 nuevos nombres y al mismo tiempo se eliminó del índice oficial de Israel los nombres de los pueblos palestinos. Como señaló el informe de 1958 de la Comisión, “mientras los nombres no aparezcan en los mapas no pueden tomar posesión en vida”.

Mientras tanto Ben-Gurion y la Comisión incluyeron los topónimos en hebreo en instituciones, agencias y organizaciones oficiales y no oficiales. Se ordenó al ejército israelí utilizar y distribuir los nombres nuevos, y se instruyó al Ministerio de Educación para que ratificara los nombres nuevos en las escuelas y descartara los árabes. Los nombres en hebreo se difundieron y promovieron tanto en varias agencias gubernamentales, como el Departamento de Obras Públicas, como en los medios de comunicación.

La hebraización de los mapas muestra una actitud paradójica respecto a la lengua árabe. Por una parte se la acusaba de ser extranjera y ajena mientras que por otra era el indicador indiscutible de autenticidad y de la condición de indígena. La población palestina poseía una relación íntima con el paisaje y un buen conocimiento de este debido a su presencia ininterrumpida durante siglos. Por consiguiente, se suponía que los topónimos contemporáneos en árabe habían preservado los nombres y tradiciones antiguos de la época de la Biblia. Para la Comisión se convirtieron en una pista acerca del pasado, que afectaba a cómo se elegían los nombres en hebreo. La Comisión o bien tradujo directamente el significado de los nombres en árabe o si su sonido era similar al hebreo se apropiaban del nombre y le daban la entonación hebrea.

El mapa en hebreo se sigue confeccionando más allá de la Línea Verde (que delimita la Línea del Armisticio de 1949) en Jerusalén Oriental, Cisjordania, la Franja de Gaza y el Golán sirio ocupado. A pesar de que las colonias violan el Artículo 49 del Cuarto Convenio de Ginebra, desde 1967 la Comisión Gubernamental de Nombres establece los nombres de las ilegales colonias judías para asegurar la uniformidad lingüística a ambos lados de la Línea Verde, lo que demuestra la continuidad del proyecto de construcción del Estado israelí, un Estado que desde su creación ha tratado de controlar la mayor cantidad de tierra palestina con la menor cantidad de palestinos.
Hoy en día los mapas de Cisjordania muestran un vertiginoso patchwork de designaciones políticas y militares según las Zonas A, B y C establecidas por los Acuerdos de Oslo. A menudo estas zonas se superponen tanto con las ilegales colonias y con zonas edificadas palestinas como con checkpoints y controles de carretera. Los mapas elaborados por organismos de control, como la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas, son multicapas, confusos y a menudo ilegibles para una persona no entendida. Significativamente, cualquier mapa del territorio palestino ocupado (TPO) está obsoleto casi en cuanto se publica ya que las colonias judías israelíes aumentan, las tierras palestinas se dividen y las barreras se amplían, se derrumban o se reubican. Mientras que los mapas del interior de la Línea Verde siempre muestran a Israel como una entidad geográfica fija y homogénea, los mapas de más allá de ella muestran una realidad geográfica inestable e inacabada en la que Israel sigue manipulando, controlando y anexionando tierras.

Así pues, el mapa en hebreo fue, y sigue siendo, un ejercicio de la formación del Estado, un documento vivo de la colonización sionista en el que la ideología sionista se incorpora a las prácticas espaciales del Estado israelí. Es lo que el cartógrafo palestino Salman Abu Sitta quiere decir cuando afirma que el pueblo palestino ha sido “suprimido del mapa”.

La oportunidad perdida de la tecnología

Los avances tecnológicos de las dos últimas décadas han alterado radicalmente la forma en que los seres humanos interactúan con el espacio. Desde que en 1999 se lanzó el satélite IKONOS el público general ha podido acceder a imágenes detalladas de la Tierra, un privilegio que antes estaba reservado a los gobiernos. La rápida democratización y proliferación de imágenes de satélites, tanto de código abierto como comerciales, incluidos Google Earth, DigitalGlobe’s WorldView y Planet, auguraba una nueva era.
Los datos geoespaciales de alta resolución se utilizan para defender, exigir responsabilidades y analizar gran cantidad de causas diferentes, desde el rastreo de las alteraciones del clima hasta el seguimiento de la pobreza y los conflictos mundiales, pasando por proporcionar ayuda en casos de desastre y preservar el patrimonio cultural. Tanto grupos como Amnistía Internacional y Human Rights Watch como medios de comunicación utilizan los datos geospaciales para dar testimonio de violaciones de derechos humanos a escala mundial y para valorarlas.

Las imágenes obtenidas vía satélite se suelen considerar objetivas, precisas y fidedignas, por lo que generalmente están despolitizadas y rara vez se cuestionan. No obstante, al igual que los mapas impresos, las imágenes obtenidas vía satélite (y los usos que se hacen de ellas) siguen siendo vulnerables a las manipulaciones sociales y políticas de los cartógrafos, unas manipulaciones que pueden dificultar su impacto potencialmente progresista. Esto es especialmente evidente en el caso de Google y su controvertida relación con Palestina.

Un informe de 2018 de 7amleh, el Centro Árabe para el Avance de los Medios Sociales, afirma que Google Maps sirve a los intereses del gobierno israelí al facilitar sus intentos de eludir sus responsabilidades respecto a las poblaciones ocupadas según los marcos internacionales de derechos humanos. El informe destaca que las rutas de Google Maps están diseñadas “sólo para israelíes e ilegales colonos israelíes, y pueden ser peligrosas para los palestinos”. Google Maps calcula automáticamente las rutas asumiendo que quien lo usa es una persona que tiene un documento de identidad israelí y puede utilizar las carreteras que son de uso exclusivo para israelíes, sin tener en cuenta los cientos de checkpoints, controles de carreteras y barreras que restringen la libertad de movimiento de los palestinos.

Su forma de etiquetar y de nombrar también es discutible. A pesar de que Israel nunca ha declarado sus fronteras, Google le otorga una etiqueta y unas fronteras como si fuera un bloque de territorio indiscutible, en el que Jerusalén se marca como su capital ignorando su estatus reconocido internacionalmente. En cambio, se resta importancia a muchas localidades palestinas o se borran totalmente, incluidos los pueblos beduinos a los que el Estado israelí sigue sin reconocer, y los pueblos palestinos situados dentro de la Zona A de Cisjordania controlada por Israel. Resulta significativo que Cisjordania y la Franja de Gaza (excluyendo las ilegales colonias israelís) no consten como parte de ningún país o Estado, ya que Palestina no está calificada como tal. De hecho, en 2016 Google se vio envuelto en una fuerte polémica debido a un error que suprimió los nombres de Cisjordania y Gaza de su mapa, lo que provocó una petición bajo el nombre de “¡Google: Pon a Palestina en tus mapas!” que ha reunido más de 615.000 firmas.

El énfasis de Google en las localidades israelíes, ilegales o no, también se observa en Google Street View, que cubre la mayoría de Israel y sus ilegales colonias, así como la ocupada por Israel Ciudad Vieja de Jerusalén. En cambio, se sigue sin poder ver gran parte de Palestina con excepción de las ciudades palestinas de Jericó, Belén y Ramala, y unos pocos lugares de Gaza.

Además, a consecuencia directa de la política del gobierno de Estados Unidos, Google Earth está obligado por ley a restringir el acceso a las imágenes de Palestina e Israel. La legislación de ambos partidos [Republicano y Demócrata] aprobada por la Cámara de Representantes estadounidense en 1997 limita la calidad de las imágenes vía satélite de Palestina-Israel de las que puede disponer el público a través de plataformas cuya base está en Estados Unidos, como Google Earth y Bing Maps. La Enmienda Kyl-Bingaman (KBA, por sus siglas en inglés) a la Ley de Autorización de la Defensa Nacional estadounidense restringe la disponibilidad de las imágenes vía satélite de alta resolución al impedir a los operadores y minoristas de satélites de Estados Unidos vender o difundir imágenes de Palestina-Israel con una resolución superior a la disponible en el mercado no estadounidense. Aunque la KBA solo se aplica a empresas estadounidenses, la hegemonía que estas tienen en el mercado comercial de imágenes vía satélite había elevado, hasta hace muy poco, esa legislación a una institucionalización de facto a escala mundial, lo que afectaba al acceso a ellas de activistas, organismos de seguimiento e investigadores de todo el mundo.

Aunque la ley se implementó con el pretexto de proteger la seguridad de Israel, se trata más bien de una censura ya que las imágenes de Palestina-Israel se limitan a una resolución de dos metros. Como demuestran Fradley y Zerbini, al hacer deliberadamente borrosas las imágenes vía satélite de Palestina-Israel la KBA obstaculiza el trabajo de arqueólogos, ambientalistas, geógrafos y personal humanitario. De hecho, las imágenes de baja resolución obstaculizan los esfuerzos humanitarios para documentar las violaciones de los derechos humanos, como el robo de tierras, las demoliciones de casas y las actividades de las colonias por parte de Israel, y minan el derecho de los palestinos a reivindicar la tierra. También dificultan la valoración de los daños causados por el conflicto en zonas con alta densidad de población y de difícil acceso, como la Franja de Gaza (el caso más reciente, durante la Gran Marcha del Retorno iniciada en marzo de 2018).

Gracias a técnicas “caseras”, como colocar cámaras digitales en cometas o globos, los palestinos han burlado directamente esta censura y obtenido sus propias imágenes aéreas con una resolución más alta que la que ofrece Google. Este método se utilizó para documentar la construcción de una carretera de seis carriles que atraviesa el barrio palestino de Beit Safafa en Jerusalén y las consecuencias que tienen en la población local.

Tanto la legislación perjudicial (como la KBA) como la complicidad de las empresas de tecnología en favorecer el control espacial israelí a expensas de los palestinos suponen una oportunidad perdida de utilizar los avances tecnológicos para democratizar la cartografía. En vez de ello ha creado un “mecanismo de censura omnipresente”.

Contracartografía decolonial

Descolonizar los mapas es un proceso que implica por una parte reconocer la experiencia de los sujetos coloniales (los palestinos) y por otra documentar y sacar a la luz los sistemas y estructuras coloniales (el expansionismo sionista).

La descolonización exige lo que David Harvey denomina “imaginación geográfica”, esto es, vincular la imaginación social a una conciencia espacial y material. Desde 1948 los palestinos han conservado el recuerdo de los hogares y pueblos destruidos gracias la creación de atlas, mapas, memorias, arte, libros, relatos orales y páginas web. Para las personas refugiadas y desplazadas internas palestinas el derecho al retorno no es solo una solución política sino el primer paso de un proceso de descolonización. El retorno, como un “contrapunto del exilio”, plantea preguntas críticas y prácticas del tipo “¿a qué se asemeja el retorno? ¿qué construimos dónde? ¿quién construirá qué?”.

Aunque es válida la crítica de que los contramapas reproducen e incorporan las prácticas territoriales y espaciales excluyentes existentes, los actuales intentos de una contracartografía demuestran que los palestinos y sus aliados están creando una cartografía descolonizada más allá de limitarse a (re)afirmar las líneas en un mapa existente. Estos intentos, en cambio, trasladan los recuerdos personales y colectivos a términos espaciales, y los incorporan a un marco jurídico y político. El libro All that Remains Todo lo que queda de Walid Khalidi cartografía con imágenes e información demográfica cada una de los pueblos palestinos destruidos. De forma similar Salman Abu Sitta, fundador de la Sociedad Palestina de la Tierra, ha elaborado un plan exhaustivo destinado al retorno utilizando mapas y destacando que muchos de los pueblos destruidos no se han repoblado y, por lo tanto, pueden albergar a su habitantes [originarios] que retornen. Además, su Atlas of Palestine (2010) es un registro histórico de la Palestina anterior a la Nakba que se presenta metódicamente utilizando imágenes aéreas a escala 1:25.000.

La tecnología puede servir como una herramienta para imaginar de forma tangible el derecho al retorno. Los mapas históricos detallados y sin censurar, y las imágenes con una resolución alta permiten a los palestinos catalogar lo que queda de los pueblos y aldeas destruidos durante la Nakba. Estas imágenes no solo proporcionan pruebas importantes de la continua invasión colonial de la tierra palestina, sino que también permiten a los palestinos imaginar activamente una realidad alternativa.

La ONG israelí Zochrot trata de concienciar al público israelí en general sobre la Nakba palestina. Uno de sus muchos proyectos es iNakba, una aplicación interactiva para smartphones creada en 2014 y que hasta la fecha han descargado más de 40.000 persona. iNakba ha catalogado más de 600 ciudades y pueblos palestinos que fueron destruidos durante la Nakba y proporciona imágenes, texto (en árabe, hebreo e inglés) y, lo que es más importante, coordenadas de Waze y Google Map para mostrar a los usuarios cómo llegar y para que ellos ellos mismos añadan información.
La creadora de iNakba, Raneen Jeries, afirmó que el objetivo de esta aplicación es honrar la herencia e identidad palestina y afirmar el derecho al retorno: “Volvimos a colocar la aldea palestina en el mapa y ahora tratamos de hacer retornar al refugiado palestino”, añadió. “Es poderoso porque es interactivo […] Si estás en [el campo de refugiados de] Ein El Hilwa [de Líbano] puedes estar al día acerca de tu pueblo en Palestina. Ha vuelto a la vida”.

Zochrot también facilita a las personas afectadas proyectos relacionados con el derecho al retorno. Por ejemplo, el proyecto de 2010 Participatory Action Research, Counter Mapping Return, previó las posibilidades y dificultades espaciales del derecho palestino al retorno a un pueblo destruido, Miska, en la región de Tulkarem. Los participantes palestinos e israelíes crearon un mapa alternativo exhaustivo y multicapas que desmantelaba las actuales políticas discriminatorias. Se consideró que el primer paso era reconocer la destrucción personal y colectiva causada por la Nakba.

La publicación de Palestine Open Maps (una colaboración entre Visualizing Palestine y Columbia University Studio-X Amman) en 2018 es el primer proyecto cartográfico de código abierto basado en mapas históricos del período del Mandato británico. Los detallados mapas multicapas narran historias visuales “que retratan vívidamente geografías ausentes y ocultas”, y permiten a los usuarios buscar el paisaje palestino anterior a la Nakba. Palestine Open Maps también realiza “mapatones”[*] que permiten a los usuarios extraer datos de los mapas del Mandato británico (como hacen otras organizaciones como la ONG estadounidense Rebuilding Alliance).
Al mismo tiempo los palestinos utilizan la tecnología para crear sus propios servicios cartográficos independientes. Por ejemplo, Doroob Navigator, que se puso en marcha en el verano de 2019, obtiene de sus usuarios datos sobre el cierre de carreteras y el tráfico, y permite a los conductores palestinos de los territorios palestinos ocupados seguir el tráfico en los puestos de control y buscar rutas alternativas.

Estos proyectos (además de otros como Gaza War Map, Decolonizing Art and Architecture Residency y Forensic Architecture) permiten al pueblo palestino hacer frente al discurso hegemónico y subvertirlo, y afirmar una visión alternativa de la liberación y del retorno en términos espaciales y cartográficos. A menudo los intentos de los palestinos de retornar verdaderamente a sus pueblos destruidos refuerzan estas iniciativas o coinciden con ellas. Por ejemplo, a pesar del riesgo de sufrir la violencia estatal y de que sus casas fueran demolidas, los habitantes desplazados internos de pueblos como Iqrit, Al-Walaja y Al-Araqib retornaron décadas después de haber sido expulsados. Otros ejemplos son más simbólicos, como la Gran Marcha del Retorno en Gaza que empezó en 2018 y continúa a día de hoy.

Desafiar a los guardianes de la cartografía

Durante mucho tiempo la cartografía ha sido un arma más del arsenal del colonizador, una herramienta utilizada para adquirir, controlar y borrar el territorio. Como afirma el politólogo israelí Meron Benvenisti, “el conocimiento cartográfico es poder: por eso esta profesión está tan vinculada al ejército y a la guerra”. En el caso de Palestina la cartografía británica y sionista se esforzó en eliminar del paisaje los vestigios palestinos. La década posterior a 1948 transformó la tierra con un mapa totalmente en hebreo que desplazó a siglos de vida e historia palestina.
Para los refugiados palestinos, la mayoría de los cuales no tienen posibilidad de visitar, y menos aun de retornar, a la tierra de la que ellos o sus antepasados fueron expulsados, la censura consolida su separación de su patria y la restringe a la esfera virtual. En el caso de los palestinos que viven bajo la ley marcial en los territorios palestinos ocupados o bajo el asedio en Gaza, aunque la tecnología supone la posibilidad de democratizar las prácticas espaciales, las principales aplicaciones cartográficas no tienen en cuenta la realidad llena de muros que hay sobre el terreno ni las restricciones y repercusiones que esta realidad tiene en la libertad de movimientos de los palestinos.

Con todo, el pueblo palestino y sus aliados siguen subvirtiendo los mapas coloniales y resistiéndose a ellos por medio de contramapas. Estos son algunos pasos concretos para seguir avanzando:

1. Tal como recomendó 7amleh, Google Maps debe nombrar correctamente Palestina, de acuerdo con la Resolución de la Asamblea General de la ONU de noviembre de 2012.

2. Según la Resolución 181 de la Asamblea General de la ONU. Google Maps debe mostrar correctamente el estatus internacional de Jerusalén. Google también debe identificar y etiquetar correctamente la ilegales colonias israelíes en tierra ocupada, según el Artículo 49 del Cuarto Convenio de Ginebra y el Artículo 55 de las Regulaciones de La Haya.

3. Google debe distinguir claramente las Zonas A, B y C en Cisjordania, y dar cuenta de todas las restricciones al movimiento y de las calles restringidas.

4. Google debe localizar los pueblos palestinos “no reconocidos” dentro de Israel, así como los pueblos palestinos en la Zona C.

5. Estados Unidos debe eliminar la KBA y permitir comerciar en igualdad de condiciones a los proveedores de imágenes estadounidenses y no estadounidenses, lo que permitiría a los operadores de satélite compartir imágenes con alta resolución de Palestina-Israel en plataformas de acceso libre muy utilizadas. También permitiría a arqueólogos, investigadores y trabajadores humanitarios documentar correctamente los cambios sobre el terreno y facilitaría el exigir a Israel rendir cuentas por su ocupación.

6. La sociedad civil palestina debe fomentar y promover activamente el uso activo de contramapas como alternativa a los incompletos mapas actuales. Al mismo tiempo, la sociedad civil palestina y sus aliados debe centrar sus esfuerzos en presionar por una parte al gobierno estadounidense para que derogue la KBA y por otra a Google para haga los cambios que hemos señalado.

Zena Agha

Zena Agha: Fue becaria de Al-Shabaka de 2017 a 2019. Sus ámbitos de especialización incluyen la construcción de colonias israelíes en el territorio palestino ocupado, con especial atención a Jerusalén, la historia moderna de Oriente Próximo y las prácticas espaciales. Anteriormente trabajó en The Economist, la Embajada de Irak en París y la delegación palestina en la UNESCO. Además de sus artículos de opinión en The Independent y The Nation, también ha colaborado con el Servicio Mundial de la BBC, la BBC en árabe y El País. Obtuvo la beca Kennedy para estudiar en la Universidad de Harvard y terminó un Máster en Estudios de Oriente Próximo.

Notas:

(1) Váse A Gazetteer of the Place Names Which Appear in the Small-Scale Maps of Palestine and Trans-Jordan, Jerusalén, 1941.

[*] Un “mapatón” (del inglés “mapathon”) es un acto coordinado de cartografía en el que se invita al público a realizar mejoras on line de mapas en su zona para mejorar la cobertura y ayudar a evaluar el riesgo de desastres y la gestión de la energía. (N. de la t.).

Artículo original en inglés:

Maps, Technology, and Decolonial Spatial Practices in Palestine, publicado el 14 de enero de 2020.

Traducido por Beatriz Morales Bastos para Rebelión.

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