México-Cuba: Propuesta histórica

La visita del presidente Andrés Manuel López Obrador a La Habana no sólo ratificó la fraternidad histórica que vincula a los pueblos de México y de Cuba, sino que confirmó los lazos de amistad entre los gobiernos de ambos países, tras el periodo de frialdad y distanciamiento, cuando no de cuasi ruptura, al que fueron condenados por los gobernantes neoliberales.

Tras recibir la Orden José Martí, el más alto reconocimiento entregado a extranjeros por las autoridades cubanas, el mandatario mexicano pronunció un discurso en el que hizo un repaso por la rica historia de las relaciones bilaterales, por el entramado internacionalista de las revoluciones liberales del siglo XIX en Latinoamérica; dejó en claro el compromiso de solidaridad de su gobierno para con la isla caribeña y condenó sin ambigüedad el perverso bloqueo al que Estados Unidos ha sometido a Cuba durante seis décadas con el propósito de impedir el bienestar de su pueblo a fin de que éste se vea obligado a enfrentar a su propio gobierno.

Sin embargo, el político tabasqueño habló también de la perspectiva esperanzadora de que el Estado cubano sea capaz de renovarse y emprenda la nueva revolución en la revolución para demostrar que la razón es más poderosa que la fuerza.

Señaló que entre Estados Unidos y la nación caribeña es tiempo de la hermandad y no de la confrontación y de una nueva convivencia entre todos los países de América porque el modelo impuesto hace más de dos siglos está agotado, y abogó por dejar de lado la disyuntiva de integrarnos a Estados Unidos o de oponernos en forma defensiva. Apoyó explorar la opción del diálogo con Washington y de persuadir a sus gobernantes de que una nueva relación entre todos los países de América es posible.

En suma, López Obrador propuso ante su homólogo cubano, Miguel Díaz-Canel, la integración con respeto a las soberanías y formas de gobierno y la aplicación de un tratado económico y comercial como una salida eficaz al riesgo de un desequilibrio geoestratégico que representa para el mundo el declive estadounidense; asimismo, se comprometió a insistir ante la Casa Blanca para que se ponga fin al bloqueo y se incluya a todos los países del hemisferio en la Cumbre de las Américas prevista para junio próximo.

La ruta esbozada por el Presidente de México para superar la añeja actitud de agresión e injerencia estadounidenses en contra de Cuba y la normalización de las relaciones entre nuestro vecino del norte y la nación caribeña enfrenta, sin duda, grandes incertidumbres y enormes desafíos, y a primera vista podría antojarse hasta quimérica e irreal.

Tiene, sin embargo, la virtud de ser la única iniciativa que existe en el escenario continental para lograr tan difícil cometido y representa una apuesta por la razón y el entendimiento en un planeta requerido de ambos atributos. Se trata de una propuesta histórica que, de prosperar, representaría para Cuba la salida a la asfixiante y lesiva hostilidad de Washington, en tanto que para Estados Unidos podría significar una oportunidad de desactivar el grotesco anacronismo del bloqueo, una herencia de la guerra fría que a estas alturas le constituye un factor de repudio internacional.

Por el bien de los tres países y del continente en general, cabe esperar que la vía planteada ayer por López Obrador en La Habana sea bien recibida. Cabe felicitarse, además, por la plena recuperación de ese vínculo de hermandad con Cuba cuyo deterioro nunca debió permitirse.

La Jornada

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