México – ¿Golpismo o lucha de clases?

Desde la pasada campaña electoral, bueno desde que Andrés Manuel está en campaña (18 años) los sectores más conservadores e instituciones como el ejército, se han pronunciado en contra de él. Los medios de comunicación locales, regionales y nacionales han tomado su lugar en estos posicionamientos.

La derecha a través de sus el PRI y el PAN tomando como pretexto una supuesta izquierda representada en la figura de AMLO, desataron una auténtica cacería ideológica y pusieron en juego todos sus instrumentos de persuasión y represión para atemorizar a la población acerca del peligro que representaba para la estabilidad del país la llegada de un político como AMLO al poder y sus estratagemas les dieron resultado, hasta que en julio de 2018 una masa de votantes hastiados y cansados de la corrupción, pero también de la pobreza y la explotación del sistema vigente, decidieron dar un aparente giro al país.

Durante la campaña electoral de 2018, AMLO dejó muy claro que sólo le interesaba llegar al poder para limpiar “de corrupción e impunidad” al sistema capitalista. Nunca planteó un cambio de sistema, siempre ha hablado de un cambio de régimen, que son cosas muy distintas.

Acostumbrado a la vieja política, mezclada con un no muy claro, pero persistente mensaje mesiánico, ha atribuido a la corrupción la raíz de la pobreza y la miseria en la que viven millones de mexicanos. Pero nunca ha atribuido a la explotación, a la acumulación capitalista los males que el mismo señala.

Las manifestaciones de la lucha de clase se estaban convirtiendo en una auténtica olla de presión para el sistema de explotación vigente. Infinidad de conflictos, locales unos, regionales y nacionales otros, presionaban hacia una salida en la que privaran mejores condiciones de vida, salarios dignos, organización comunitaria en la defensa de los recursos naturales, etc.

El sistema capitalista se nutre de la corrupción, es cierto. En los tiempos de la llamada fase capitalista neoliberal las masas explotadas sufren, como nunca de profunda marginación y miseria. Los monopolios y la oligarquía financiera amasan fortunas y concentran el ingreso a costa de la explotación que las leyes que desde el congreso de la unión se han aprobado, lo permiten.

La reforma laboral, aprobada por todos los partidos de clase representados en el Congreso, con infinidad de miembros que del Partido de la Revolución Democrática (PRD) se pasaron a MORENA, sólo ha traído un aumento de la tasa de ganancia del capital y los salarios, a pesar del raquítico aumento logrado este año, han sufrido una gran merma y esta es una premisa del capitalismo actual.

Las bases del modelo que permiten la superexplotación del trabajo, tanto en la fábrica, como en el campo o en las ciudades se mantienen intactas en este gobierno. Bajo el lema “primero los pobres” la socialdemocracia engaña a las masas explotadas y permite que las desigualdades se perpetúen y aún más, se acentúen.

Desde diversos sectores, especialmente de la oposición de derecha partidaria (PAN, PRI, PRD) se afirma que el gobierno de la supuesta “cuarta transformación” no ha dado resultados. Sin embargo, los sectores empresariales, las empresas transnacionales y sus socios mexicanos, así como el gobierno ultra de los EUA están muy cómodos con este gobierno. Para ellos sí ha habido resultados, tangibles, medibles. AMLO ha adelgazado al Estado mexicano, el aparato estatal está más ligero a costa de la reducción de la burocracia de gobierno.

Sin embargo, el recorte no llegó a las capas superiores de la burocracia. Los miles de desempleados lo constituyen trabajadores de las capas más bajas de la burocracia, quienes ahora engrosan las filas del ejército de reserva de mano de obra, útil para que los capitalistas medren con salarios y prestaciones a su modo y que les garantice la permanencia de la cuota de ganancia.

El combate a la corrupción ha librado, por el momento, a los capitalistas del pago del “diezmo” a los altos mandos de la burocracia estatal. ¿Esto en que beneficia a la clase trabajadora?, en nada, sólo permite rentabilizar, aún más las ganancias del capital.

Reorientar el gasto público para estructurar programas sociales que “beneficien a los más pobres”, tal y cómo ahora están estructurados sólo responde a los parámetros internacionales de la socialdemocracia, que tiene como objetivo central, desarticular la organización social popular y autónoma, ya que la condición para que una persona en estas condiciones acceda a los bonos del gobierno, dádivas diría yo, es que los solicite a nivel personal, nada de organización social.

Esta estrategia está destinada a dos objetivos básicos: mantener una masa segura y fiel de votantes y desarticular la organización comunitaria y social, para qué piramidalmente se dependa del guía y líder moral del movimiento de regeneración, incluso cristiana que está en marcha. Se trata en última instancia de contener las movilizaciones sociales, ¿para qué?, pregunta AMLO, si todo es diferente, se acabó la corrupción y la impunidad, ahora hay justicia, se acabó el neoliberalismo, se acabó la lucha de clases.

Pues no. Soterrada, reprimida, en pausa, pero la lucha de clases se sigue expresando a cada momento, en cada paso, en cada posicionamiento. La clase dominante no quiere perder su hegemonía, la ideología dominante y mayoritaria sigue conduciendo el destino del estado mexicano. La ideología burguesa, con todos sus matices, sigue permeando la conciencia de las masas explotadas. Un capitalismo de tipo calvinista, quizá luterano, pero capitalismo al fin es lo que presenta la llamada “cuarta transformación”.

Su caracterización rebasa las conceptualizaciones y los análisis que Marx realizó del bonapartismo. Sigue presentando los rasgos centrales que Marx describe en el 18 Brumario, es decir un gobierno que se coloca por “encima” de las clases sociales, que niega la lucha de clases, que trata de quedar bien con unos y otros, aún y cuando sus decisiones, casi siempre benefician a unos, en este caso a los capitalistas.

Apoyándose en los sectores más desclasados, que son más vulnerables a la enajenación, esa masa de votantes, que ante la falta de resultados cambian de un partido a otro, cómo se vivió en la ciudad de México, en donde las organizaciones y grupos antes priistas, mutaron hacia el perredismo. Tal como Napoleón Bonaparte utilizó a la masa de campesinos pobres, pero que los abandonó en cuanto la reacción enseñó los dientes.

Pero más allá de situarse por encima de las clases, AMLO se presenta como un líder excepcional. Mezcla de prócer de la democracia, gobernante impoluto y destinado para salvar las almas de los pobres, y por todo esto seguramente está siendo perseguido y espiado como a “Jesús cristo”. Una mezcla muy explosiva, sin duda que incuba una redención milenaria, sólo alcanzable en la salvación eterna, es decir en los reinos del señor.

Ante esta mezcla cuasi seráfica, ¿quién estaría dispuesto a dar un golpe de Estado, so pena de pudrirse en los infiernos? ¿Los empresarios?, para qué, sí su tasa de ganancia no sólo se mantiene intocable, sino aumenta tangencialmente, pero se incrementa, además, el discurso gubernamental tiene sometidos a los rabajadores.

¿El ejército?, ¿por qué y para qué? son el adalid de la seguridad pública, dirigen la Guardia Nacional, son promotores inmobiliarios, construirán un aeropuerto internacional, participarán en las obras del “tren Maya”, reciben pensiones, concesiones, prebendas. Claro, hay grupos inconformes, porque no están en la repartición del gran pastel que está cocinando el gobierno de la cuarta, pero son militares que no tiene mando de tropa, aunque no dejan de expresar el sentimiento de clase que permea a la oficialidad castrense.

¿Los Estados Unidos y la CIA están interesados en armar un golpe de Estado contra AMLO? Al principio de este período de gobierno, México abrió su frontera al sur y desencadenó una ola inmensa de inmigrantes que escapaban de la represión y la miseria. Se llenaron las garitas norteñas, porque todos querían ir al “sueño americano” y se desató la ira del imperio.

El tío Sam dio un manotazo y obligó a México a cerrar la frontera so pena de aplicar penas económicas, ¿qué hizo AMLO? Reculó, aceptó sin chistar y cerró las fronteras utilizando a la Guardia Nacional para ello.

Los sucesos de Culiacán se derivaron de una orden de detención con fines de extradición contra el hijo del “Chapo” Guzmán, Ovidio Guzmán. Se ha filtrado que la DEA facilitó información de inteligencia al ejército para ubicar a Ovidio y que quizá agentes de esta institución norteamericana participaron cómo “testigos” del fallido operativo.

Es decir, el gobierno de AMLO mantiene una estrecha relación con el de los EUA, incluso él mismo lo ha dicho “queremos colaboración, no confrontación”. Entonces ¿para qué “quitarlo”, si colabora incluso más que los neoliberales?

Hay un sector de la izquierda mexicana que se siente identificada con el gobierno de la “cuarta transformación”, incluso hay quienes “militan” en MORENA, el partido en el poder, y en alguno de los pequeños grupos en dónde los comunistas intentan agruparse. Pero la realidad es que la izquierda revolucionaria, es decir socialista y comunista no existe, obviamente, para AMLO. Para el presidente de México la izquierda es invisible, un “ente” con el qué no se siente cómodo e ignora.

Para los comunistas mexicanos es muy importante el análisis puntual, riguroso, materialista y dialéctico de la situación por la que atraviesa nuestro país. Nuevamente se pone ante nosotros la disyuntiva: o colaboración de clase o independencia. Es nuestro deber mantener la independencia del movimiento proletario, llamar a la movilización para exigir derechos, salarios, empleos remunerados, independencia sindical real, derecho a huelga, derecho a tener una prensa propia y canales de comunicación que informen o no manipulen.

Lucharemos, por la verdadera transformación de nuestro país que será socialista-comunista o no será.

Federico Piña Arce

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