México – La marcha de la lealtad y otras marchas

Los años depuran y dan dimensión a los juicios y al quehacer histórico. El tiempo le da vigencia a la historia hecha y la que está en proceso de gestación.

Con esas palabras se presenta una recopilación documental que narra los graves días de La decena trágica que cambió el destino de los mexicanos en febrero de 1913.

Una advertencia se le había hecho al Presidente Madero el 23 de enero de aquel año, en un memorial dirigido a su atención por el Bloque Liberal Renovador en la XXVI Legislatura federal, en el que se le reprochaba la permanencia de porfiristas en su gabinete:

“La revolución de 1910 fue esencialmente civil  y exclusivamente popular… Es necesario, señor Presidente, que la Revolución gobierne con los revolucionarios”.

Madero no se dio tiempo a dialogar con los diputados remitentes de aquel documento, entre cuyos firmantes estaba su hermano Gustavo.

Dos semanas después, estalló La sublevación de La Ciudadela, conocida como El cuartelazo, comandado por el general Victoriano Huerta.

Fue entonces que, frente los golpistas, se dio lo que históricamente se denomina La marcha de la lealtad, que mañana se conmemora en la Ciudad de México.

La decena trágica culminó con los asesinatos del presidente Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez.

El complot de la Embajada

Antes, sin embargo, el 17 de febrero, el presidente estadunidense William H. Taft había remitido a Madero un cablegrama en el que, en sus líneas finales, le expresa su convicción de que “el deber imperioso de estos momentos, está en aliviar pronto la situación actual”.

“Situación peligrosa”, la calificó Taft en su mensaje a Madero. El mandatario norteamericano fundaba su diagnóstico en los informes que le hacía llegar el embajador de los Estados Unidos en México, Henry Lane Wilson, casualmente, el jefe de la conspiración contra Madero.

Una narrativa sobre esos días se debe al embajador de Cuba, M. Márquez Sterling, cuyos empeños por salvar la vida de Madero y Pino Suárez resultaron estériles.

Mañana, el ritual de La marcha de la lealtad. En la noche de los tiempos neoliberales, se perdió la advertencia del Bloque Renovador al Apóstol de la democracia: “Es necesario que la Revolución gobierne con los revolucionarios”.

Ayer, el Presidente Taft. Hoy, el presidente Donald Trump. ¿Ha cambiado un siglo después el modelo de relación bilateral entre México y los Estados Unidos?

Dice el clásico que La historia se produce una vez como tragedia y se repite como farsa.

Diplomacia de Estado y solidaridad con los de abajo

Escasas 72 horas después de La marcha de la lealtad, en la escena mediática estará La marcha blanca, convocada para denunciar desde la sociedad civil la política de Washington contra México.

La cuestión no es de marchantes: Es de una diplomacia de Estado en la que se acredite, de veras, la defensa de la soberanía nacional. Por muy desiguales que desde la Casa Blanca se nos vea, el imperativo categórico, conforme el Derecho Internacional, es el trato de Estado entre iguales.

¿De qué sirve que algunos digan que la eventual presencia de tropas norteamericanas en territorio mexicano es anticonstitucional, de acuerdo con nuestra propia Carta fundamental?

El imperio obra según su propia Constitución. No solo. Obra de acuerdo con su manual del Destino manifiesto.

El llamado a la unidad nacional no sirve si se elabora sobre la presión casuística. Algo, mucho, debe tener la convocatoria a un Plan de Salvación Nacional que abone a la deuda pendiente con la mayoría del pueblo mexicano.

El establishment debe estar consciente de que ofrecer a los mexicanos sólo el derecho a “dormir bajo los puentes”, mientras otros tienen el derecho a pagar cuatro mil dólares en Houston para ver unas pocas horas un show dizque deportivo, no es el mejor argumento para unirnos frente a las acechanzas puestas acción en una agenda de dominación colonialista.

 Mouris Salloum George

Mouris Salloum George: Director del Club de Periodistas de México A.C.

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