México – ¡Sufragio efectivo, no relección!
Es bien sabido que el grito esencial de los revolucionarios en 1910 se refería rotundamente a la autenticidad, a la transparencia del voto ciudadano, que debía reflejarse con plena nitidez en las urnas del voto y al clamor definitivo para apuntalar la democracia, que consistía en sostener como pieza central la no relección, negada y traicionada durante más de tres décadas por el general Porfirio Díaz, que en un sentido desbarató los principios liberales que afirmó anteriormente Benito Juárez.
Desde el movimiento revolucionario de 1910, el sufragio efectivo y la no relección han sido las divisas esenciales de la transición a la democracia en México, y han sido la marca misma de la autenticidad revolucionaria. En estos 90 años, cualquier político y, desde luego, sin excepción, cualquier mexicano ascendido a la primera magistratura del país, por el solo hecho de revelar alguna aspiración discreta o abierta a la relección, se encontraba prácticamente fuera de los afanes presidenciales, sin posibilidades de reinsertarse y de continuar su carrera política.
Naturalmente, el primero en conocer profundamente estas reglas prácticas de la política mexicana es hoy el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador. Por eso extraña sobremanera que sus opositores radicales le hayan endilgado hoy el propósito de la relección, a partir de la renovación de su mandato a los tres años del mismo, en el cual la ciudadanía decidiría si el mandatario continúa en sus funciones o abandona el poder.
En realidad, la oposición interpreta esta iniciativa de López Obrador como una maniobra o trampa oculta que llevaría a Andrés Manuel a prolongar ilegalmente su mandato. Por mi parte pienso que se trata de una vulgar distorsión de la realidad, en la que no coinciden aquellos que lo conocen un poco.
No, por supuesto que Andrés Manuel López Obrador no piensa en la relección porque sabe bien lo que perdería después del tremendo éxito que logró en las últimas elecciones. Sería como echar por la borda el tesoro ya ganado. Además, pondría él mismo en seria duda su capacidad para ejercer la primera magistratura del país.
En realidad quienes son capaces de interpretar tan equivocadamente las intenciones y el proceder de Andrés Manuel López Obrador en verdad sólo subrayan la propia incapacidad política para entender a México y a sus principales líderes. En momentos críticos, como éste, surgen a borbotones la estupidez y la torpeza sin límites de los enemigos del Presidente, dando por resultado un creciente desprestigio y abandono electoral que se ha expresado en los momentos de decisión en las urnas o de apoyo político o no en el caso de una necesaria movilización social.
En vista de este conjunto de factores, Andrés Manuel ha decidido formalizar su compromiso de revocación de mandato mediante la firma de un documento que garantice su compromiso de no buscar, por ningún medio y en ninguna circunstancia, la relección presidencial.
Por supuesto para el Presidente de la República se trata de un compromiso solemne, en tanto que para muchos de sus opositores solamente se trataría de un engaño más sin otro valor que el del papel en que está escrito.
Con perdón de estos escépticos a ultranza, nuestra mirada acepta el valor de este compromiso y no duda que se cumplirá plenamente. Este acto de confianza tiene su raíz en el conocimiento personal del líder de Morena y en la convicción de que Andrés Manuel cumplirá con este compromiso que resulta básico para su prestigio político inmediato y también para su figura en un tiempo mayor.
De donde resulta que para Andrés Manuel López Obrador la opción entre cumplir estrictamente con la máxima revolucionaria de sufragio efectivo no relección
o no cumplirla prácticamente no existe porque su incumplimiento lo llevaría a muchas de las trampas políticas que ha procurado evitar durante toda su vida. No es real opción entre la vida de un político o su muerte, y su desaparición en la memoria de sus contemporáneos y de las generaciones siguientes. Tal vez sólo pasando a la historia como un no ente
o un no existente
en la historia efectiva del país, y eso es lo que siempre se ha propuesto evitar. Pero ya veremos qué nos dice la historia y la conciencia del líder este lunes 18 de marzo, día clave en estos asuntos.
Víctor Flores Olea
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