Migración: llegar a México… para morir

La combinación de corrupción, crimen organizado, incompetencia, xenofobia y alta vulnerabilidad de las víctimas terminó por estallar entre los muros policiacos con que los gobiernos de Estados Unidos y México tratan de detener las oleadas de gente que huye de Centro y Sudamérica.

Las muertes de inmigrantes que intentan llegar a Estados Unidos creció de forma exponencial. El gobierno de Joe Biden, pese a sus promesas de campaña, continúa con la política de represión y deportaciones masivas.

La vida (y la muerte) de les inmigrantes que intentan ingresar a Estados Unidos no es un camino cubierto de pétalos de rosas. Es, simplemente, todo lo contrario. El propio Departamento de Seguridad Nacional (DSN) estadounidense reconoció que, durante el último año, más de 740 inmigrantes murieron mientras intentaban llegar desde México al país del gran sueño americano. El número revelado supera en más de 200 la cifra del año precedente.

Ahora, el incendio de la estación migratoria en la mexicana Ciudad Juárez, que causó la muerte de 39 personas y dejó lesionadas a 28, llevó al extremo la violencia que padecen diariamente quienes se aventuran a cruzar el país con el fin de pasar a Estados Unidos. Las familias de las víctimas se hacen la misma pregunta que todo México: ¿Por qué los guardias no abrieron la reja a los hombres?

Miles de migrantes venezolanos llegan a Ciudad Juárez tras un largo recorrido, después de vivir durante años en diversos países sudamericanos de donde han huido al complicarse la situación política y la inseguridad. Y ya a un paso del cruce a Estados Unidos se encontraron con la negligencia y el rechazo de las autoridades mexicanas, tanto las migratorias como las municipales, padecieron las disputas de grupos del crimen organizado…y encontraron la muerte, señala Patricia Mayorga en Proceso.

Los migrantes se habían quedado bloqueados en Ciudad Juárez porque la política estadounidense de inmigración no les permite cruzar la frontera para solicitar asilo. Pero fueron detenidos porque residentes de Ciudad Juárez protestaban por tener a los migrantes bloqueando los pasos fronterizos o pidiendo dinero.

El alto nivel de frustración en la ciudad se hizo evidente este mes cuando cientos de migrantes, la mayoría venezolanos, trataron de abrirse paso por uno de los puentes fronterizos a El Paso, después de que circularan rumores falsos sobre que EEUU les permitiría entrar en el país. Las autoridades estadounidenses les cortaron el paso.

Incendio y muerte

Cuando empezó a salir humo de un centro de detención de migrantes en la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, México, la migrante venezolana Viangly Infante Padrón quedó aterrorizada porque sabía que su esposo seguía dentro.

El padre de sus tres hijos había sido detenido ese día por agentes de inmigración, dentro de una reciente operación donde fueron detenidos otros 67 migrantes, muchos de los cuales pedían limosna o lavaban ventanas de autos en semáforos de la ciudad, al otro lado de la frontera con El Paso, Texas.

En momentos de conmoción y espanto, Infante Padrón recordó cómo vio a los agentes de inmigración salir corriendo del edificio cuando comenzó el fuego el lunes por la noche. Más tarde sacaron los cuerpos de migrantes en camillas, envueltos en mantas de emergencia. “Estaba desesperada porque veía un cadáver, un cuerpo, un cadáver, y no lo veía por ninguna parte”, explicó. Su esposo, Eduard Caraballo López, sobrevivió con lesiones leves, quizá porque iba a ser liberado y estaba cerca de una puerta.

Alfredo Manuel Maldonado Pérez, de 28 años, recorrió los hospitales durante tres días, sin aceptar que su hermano estuviera muerto. El jueves 30 tuvo que admitir que estuviera en la lista de las personas fallecidas en el incendio del lunes 27 en la estación migratoria del Instituto Nacional de Migración (INM) en Ciudad Juárez.

Maldonado Pérez se encuentra en el Servicio Médico Forense (Semefo), pero a Alfredo no le han permitido verlo. “Yo quiero abrazarlo, aunque esté hediondo, yo quiero verlo, sentirlo, abrazarlo”, dice afuera de la estación migratoria, abrazado de uno oso de peluche que lo acompaña desde Tapachula, Chiapas, donde se lo regaló un amigo.

La historia de Alfredo se apila a las de sus compatriotas y otros migrantes centroamericanos que esperan, en Juárez o en otros lugares, una de las gotas de información que la autoridad suelta sobre sus familiares que aparecen en las listas de heridos o fallecidos.

El viernes 31 se plantaron frente a la camioneta del presidente Andrés Manuel López Obrador. Le exigieron justicia y le pidieron que bajara a escucharlos, pero el convoy presidencial no se detuvo.

“Esto es peor que el Darién (la selva ubicada en la frontera de Colombia y Panamá)”, dicen los venezolanos. Y es que acá encontraron la muerte 39  de sus compatriotas y deben cuidarse de no pisar el territorio de un cártel distinto al que controla la mancha urbana de Ciudad Juárez. En la franja fronteriza que se dirige hacia el municipio de Ojinaga han desaparecido decenas de migrantes, varios de ellos en grupo.

¿Por qué las autoridades no intentaron liberar a los hombres -casi todos de Guatemala, Honduras, Venezuela y El Salvador- antes de que el humo llenara la sala y matara a tantos? Dejaron salir a las mujeres y a los empleados de inmigración, pero a los hombres nunca los sacaron hasta que llegaron los bomberos. Sólo los agentes tenían la llave, era su responsabilidad abrir las puertas y salvar esas vidas, sin importar que las personas que estaban dentro pudieran huir.

Gerardo Villagrán del Corral

Gerardo Villagrán del Corral: Antropólogo y economista mexicano, asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la).

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