Naciones Unidas: el coro por la invasión
La penúltima semana de septiembre del año 2023 ha de ser registrada como el período en el cual la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sesionó para dar la oportunidad a Luis Abinader y a Ariel Henry de solicitar formalmente la ocupación de Haití.
En el septuagésimo octavo período de sesiones de la Asamblea General de la ONU no se puso ordinal a la ocupación en proyecto porque, como otras veces, no figura en los documentos emitidos el término ocupación sino un conjunto de eufemismos manoseados, ridículos e infames por definición.
Ayuda internacional para combatir las pandillas, apoyo internacional a la labor policial, supervisión para fortalecer la institucionalidad y hasta el cómico nombre `colaboración armada`, ha sido colocado a una ocupación solicitada reiteradamente por lacayos a quienes les fue elaborado un texto que tienen por misión leer en cada foro.
Saludando la recomendación puesta en boca de Antonio Guterres de formar una fuerza multinacional, habló primero Joe Biden, presidente del país que en otros libretos ha actuado a las claras como potencia ocupante. Un día después, recibió el apoyo de Luis Abinader, quien no sabe hablar de pie sino de rodillas. El viernes 22 de septiembre Ariel Henry solicitó una fuerza multinacional policial con componente militar.
Ningún otro elemento hace falta para definir el coro del descaro.
En la ONU, Biden no tuvo que responder por el apadrinamiento de los mercenarios colombianos que en julio del año 2021 mataron al presidente Jovenel Moïse, tampoco tuvo Luis Abinader que explicar bajo cuáles condiciones esos mercenarios hicieron turismo en territorio dominicano antes de cumplir en Haití la misión que tenían asignada.
Es preciso señalar que, cuando estaba en las portadas la noticia del asesinato de Jovenel Moïse, Joe Biden y el entonces presidente de Colombia Iván Duque, no tuvieron que explicar ante los organismos internacionales qué relación tuvo el hecho con la contratación de colombianos para la seguridad presidencial en Haití, convenio que fue supervisado por la Embajada de Estados Unidos en Puerto Príncipe.
¿Es esa la comunidad internacional que vendrá a estabilizar a Haití a solicitud de Luis Abinader y de Ariel Henry, escribanos y mensajeros del poder imperialista?
Las bandas surgieron y se multiplicaron en un Haití ocupado y tutelado por las grandes potencias. ¿Es la ocupación, entonces, la clave para garantizar la seguridad?
El poder mediático se ocupa de ocultar que las grandes potencias intentan evitar el protagonismo del pueblo en la derrota de las bandas armadas, porque se haría evidente la ilegitimidad del gobierno encabezado por Ariel Henry y también la del poder ejercido por la oligarquía y sus tutores con oficinas en Estados Unidos, Canadá, Francia y otras potencias. Se desvelaría también el carácter político de las bandas y su condición de hijas de ese poder ilegítimo.
Los medios presentan a policías kenianos y de otros países como potenciales integrantes de la fuerza ocupante y ocultan la presencia del Comando Sur, la dirección de Biden y de la descarada generala Laura Richardson, y el asqueroso entreguismo de Abinader y Ariel Henry.
De agresión se habla
Desde Cuba, otra isla agredida, el poeta Jesús Cos Causse, expresa: “Es Toussaint Louverture/ quien cruza Haití en un caballo blanco de cascos telúricos./ Cruza sobre la herida de su isla / rota en dos tierras distintas y dos lágrimas iguales”. Y sobre la presencia del autor de Gobernadores del Rocío, apunta: “Cruza y Jacques Roumain/ le entrega una espada /construida con los misterios de los minerales/ y con los ojos de un carey/ que murió herido”.
Contrario a los símbolos de lucha que evoca el poeta, Abinader y Henry invocan al enemigo y los medios de comunicación apañan su servilismo.
Se presenta la ocupación como remedio para Haití en un momento en que el imperialismo pretende dar un golpe de Estado en Guatemala tras un proceso electoral en el cual la manipulación no alcanzó para imponer el resultado que la clase dominante esperaba; sube de tono la agresión contra Cuba (incluida en la lista de países patrocinadores del terrorismo y atacada su embajada en Washington) y contra Venezuela (el imperialismo incauta ilegalmente sus recursos financieros y trata de evitar que recupere el Esequibo).
El imperialismo es agresor, no redentor ni sembrador de paz.
Los comunicadores con sello prosistema dicen que en Haití no hay recursos materiales que interesen al imperialismo. ¿No hay, acaso valiosos minerales en un subsuelo explorado casi siempre de manera ilegal? Mineras como la Belfond, la Unigold o la Majescor, saben lo que guarda el subsuelo en tierra haitiana. ¿No está Haití en un lugar estratégico dentro del mar que une las dos partes del continente? Los estrategas yanquis ordenaron a Abinader interrumpir las negociaciones con China para restaurar el Puerto de Manzanillo, en la frontera. De intereses imperialistas se habla.
No por ignorancia sino por identificación con los saqueadores, analistas y seudoanalistas prefieren desconocer lo evidente.
La construcción del canal sobre el río Dajabón (o Masacre), como otros conflictos coyunturales, es un episodio tratado en forma politiquera. La ecología de la isla es una sola y está amenazada por los grupos que construyen a interés de las multinacionales mineras, por los latifundistas y por los saqueadores de toda especie. Abinader, Henry y los empresarios vinculados mienten para encubrirse mutuamente.
Son las mayorías haitianas y dominicanas organizadas quienes tienen que buscar solución a los problemas de pobreza, inseguridad, injusticia y desigualdad en esta isla.
A sus escasos veintitrés años, el poeta Jacques Viaud lo advirtió:
“He querido hablaros de mi patria, / De mis dos patrias, / De mi Isla, / Que ha mucho dividieron los hombres/ Allí donde se aparearon para crear un río”.
Hoy, el imperialismo sigue intentando dividir a los dos pueblos que habitan esta isla cantada por Cos Causse y por Jacques Viaud, pero lo hace para saquearla como un todo… No es una contradicción, sino una realidad perenne como el río…
Lilliam Oviedo
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