Nicaragua frente a la pandemia

Nicaragua no es Alemania, tampoco España. Quiero decir con esto que Nicaragua, como toda Latinoamérica, es un país pobre –más correctamente, empobrecido-, donde casi el 70% de su población vive de la economía informal. La comida de mañana depende de lo que se gane hoy.

O, como se dice en el país, se vive coyol quebrado, coyol comido. Si no se gana nada, no se come nada. Excepción hecha de la minoría opulenta que vive atrincherada en mansiones que imitan Beverly Hills, y de la exigua y precaria clase media, la gente no tiene ahorro. Es una economía caminando sobre una fina cuerda, agarrada a un hilo, sostenido con esfuerzo por el trabajo sacrificado de una población que, día a día, madruga en campos y ciudades para ofrecer lo poco que tiene, sea productos, mayoritariamente alimentarios, sea su fuerza de trabajo. No tiene de dónde sacar, no 150.000 millones de euros para su economía. Ni siquiera mil millones. España obtendrá un subsidio de 77.000 millones de euros de la UE. Nicaragua, migajas.

Un país sin mayores recursos naturales. No hay petróleo, tampoco grandes minas, ni siquiera latifundios que generen volúmenes enormes de exportación. Es una sociedad de pequeños y medianos productores, de pequeños y medianos comerciantes, de pequeños y medianos empresarios. Salvo la producción de caña de azúcar y arroz, tecnificada en buen nivel, el país funciona sobre el esfuerzo humano, no de máquinas. La tierra se ara masivamente con bueyes; se siembra grano a grano y se cosecha igual. Eso es el país. Es imprescindible explicar y conocer esta realidad para entender, con cabalidad y sin desinformaciones perversas, la política seguida por el gobierno sandinista en la lucha contra la pandemia desatada por el covid-19, que, lo sabemos todos, no puede ser combatida de igual manera en unos países y otros. No ha ocurrido ni siquiera en Europa, donde España aplicó un confinamiento draconiano y Suecia rehusó recluir a su gente.

Dicho lo anterior, hay que señalar lo siguiente: dentro de su pobreza y limitados recursos, desde 2007 -retorno del sandinismo al poder-, Nicaragua ha visto desarrollarse el más amplio, completo y gratuito sistema de salud de la región, que ha puesto su énfasis en la medicina preventiva, no en la curativa. Cada año, decenas de miles de trabajadores de la salud y voluntarios recorren el país, pueblo a pueblo, comunidad rural por comunidad rural, en campañas de vacunación, desinfección y enseñanza de hábitos higiénicos. Sólo Cuba supera a Nicaragua en ese ramo. No es algo nuevo. Esta práctica se impuso con la revolución sandinista de 1979,  para ser abandonada durante los 16 años de neoliberalismo, años de saqueo y corrupción, que dejaron devastada Nicaragua. En lo que va de 2020, 98.224 voluntarios capacitados realizaron unas 4.6 millones de  visitas educacionales de salud familiar, casa por casa, cifra astronómica cuando se la compara con la población del país, que es de 6.2 millones de habitantes. Ningún país en la región puede presentar una inversión humana en salud de tal magnitud.

Reconstruir un país saqueado es tarea titánica. Uno de los sectores más beneficiados fue el de la salud. De 2007 a la fecha se construyeron 18 nuevos hospitales (suman 77), 143 centros de salud y 1.333 puestos médicos distribuidos en todo el país, además de 66 clínicas móviles. Desde 2007, se han invertido 471 millones de dólares en construcción de hospitales. Los planes de gobierno contemplan construir 15 hospitales más, de los cuales está iniciada ya la construcción de seis, en diferentes departamentos del país. A mayor número de infraestructuras de salud, más personal capacitado. Hay 36.649 trabajadores de la salud,  por 22.083 en 2006; 6.045 médicos en 2020 por 2.715 en 2006. Todo esto queda reflejado en el gasto dedicado al sistema público de salud: 468.6 millones de dólares en 2020 por los ridículos 111.9 millones de 2006. Cifra modesta, pero que, en Nicaragua, hace la diferencia entre el abandono y el amparo.

Previendo el impacto de la pandemia, desde enero se vienen adoptando medidas para mitigar su impacto. Fueron preparados 19 hospitales con equipos, medicamentos e insumos para enfrentar el covid-19; también  11.732 camas de hospitalización general y 562 camas de cuidados intensivos. 449 ventiladores, 954 monitores de signos vitales y 574 succionadores para la atención de todo tipo de enfermedades y padecimientos. A todo ello se debe agregar que el gobierno impulsó una jornada masiva  de vacunación, en la que se aplicaron 1.2 millones de dosis contra neumonía e influenza estacional para reducir el número de casos de enfermedades respiratorias. Es falso, absolutamente falso que el gobierno no haya asumido con absoluta seriedad el reto de la pandemia. Ha ocurrido lo contrario. Nicaragua fue de los primeros países en prepararse ante ella.

Sin hacer alardes, para no alarmar a la población, en marzo fueron cerradas las fronteras terrestres, lo que no fue anunciado previamente para evitar cometer el error del gobierno italiano (en ese país se avisó con antelación de días el cierre de Lombardía y Véneto, provocando una estampida de gente que propagó el virus por media Italia). También se multiplicaron los controles aeroportuarios, hasta su cierre definitivo. El 21 de marzo, a petición de Nicaragua, se realizó una reunión fronteriza con el gobierno de Costa Rica, para coordinar la vigilancia de la frontera común. El 25 de marzo se realizó una reunión similar con las autoridades de Honduras. El objetivo central era cerrar los puntos ciegos de tráfico irregular de personas, para evitar la propagación de la pandemia.

Paralelamente a todas esas medidas, el gobierno lanzó (y mantiene) una amplia y sostenida campaña informativa, para que todos y cada uno de los habitantes del país supiera cómo protegerse el virus y, así, ayudar a proteger a los demás. Lo que en España se resumió con el lema «Cuídate, cuídanos». Al propio tiempo, se organizó una campaña también masiva de desinfección del transporte público y privado (autobuses, buses, taxis) y de mil sitios donde podía aparecer y reproducirse el endemoniado virus. Se realizó un censo de nutrición, midiendo y pesando a  1.386.351 niños y niñas. Los que sufrían mal nutrición fueron incluidos en un plan de apoyo familiar y reforzamiento de alimentos con micronutrientes, proporcionándoles en las escuelas una merienda escolar reforzada. Se garantiza, en fin, el auxilio a los más vulnerables, con 60.000 paquetes de ayuda alimentaria, lo más parecido, en las circunstancias de Nicaragua, al Ingreso Mínimo Vital recién aprobado en España. Nicaragua carece de recursos para establecer algo similar, hecho que ilustra lo distintas que son las realidades de uno y otro país.

La cavernaria derecha nicaragüense (prima hermana de Vox), ha hecho un escándalo mayúsculo con el entierro de las víctimas del covid-19 porque, según esa voxderecha, el gobierno no permite sepelios públicos y con mariachis. En España –en Europa, en general- entendieron que los entierros debían ser así, aislados y sin deudos, porque era preciso para prevenir los contagios. Recordemos el drama, en las semanas álgidas de la pandemia, con tantos llorando porque no podían despedirse de sus seres queridos ni enterrarlos, pues por ley se había prohibido todo ello. Hasta en la recta final de la desescalada fue autorizado el entierro con un número mínimo de deudos. No obstante esa realidad, la voxderecha nica lo denuncia como crimen de lesa humanidad. Una voxderecha financiada con fondos del gobierno de EEUU y de connotadas fundaciones de la CIA, como la National Endowment for Democracy (NED), a través de la cual la CIA pagaba a la contra en los años 80. Para saber con quién y de qué hablamos.

La campaña virulenta de la voxderecha antisandinista ha llegado al extremo de hacer pasar por las redes sociales e informativos sucesos deplorables ocurridos en Ecuador, Bolivia, Perú o El Salvador como hechos que habían acontecido en Nicaragua. Todo resulta válido –desde la inmoralidad y la falta de escrúpulos- para denigrar al gobierno. Eso sí, ninguna clínica privada se ha puesto a la orden para sumarse a la lucha por la pandemia. Más bien se quejan de que, como la pandemia está fuera de la cobertura del seguro social, «nos quieren obligar a nosotros a dar el servicio que implica dar trajes, vestimenta de protección, porque no vamos a exponer a médicos sin estar protegido», según expresara a un diario opositor un directivo de una clínica privada. Criticar sí, cooperar no, pues «no tenemos para atender a un gentillal», dijo el directivo. Atención médica sí, para los que pagan y, eso, en Nicaragua, lo pueden hacer muy pocos.

Terminaremos refiriéndonos a los apocalípticos anuncios de la voxderecha, así como al baile de cifras de víctimas que dan. Desde febrero de 2020, ‘expertólogos’ brotados de la nada y efecto colateral de la pandemia, vienen anunciando que, primero en marzo, luego en abril, después en mayo, ahora en junio, decenas de miles de personas se verían contagiadas, que miles morirían en las calles y que Nicaragua se sumiría en un símil de la peste negra que despobló Europa en el siglo XIV. Pero, ¡ay!, no hubo tal apocalipsis en marzo, tampoco en abril, ni en mayo, ni en este junio. El país está, básicamente, normal. No hay nada parecido a lo que está ocurriendo tristemente en Ecuador, Perú, Brasil o Chile. Según un auto-llamado Observatorio Ciudadano del Covid-19 (obsérvese la similitud del nombre con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, compuesto por una única persona que vive en Londres), hay, en Nicaragua 3.725 personas contagiadas, y casi 900 muertos, sin ofrecer prueba alguna, sólo su afirmación. El gobierno da la cifra de 1.118 contagios. La OMS reportó, el 3 de junio, 1.309 casos y 46 fallecidos.

Ahora comparemos los datos de Nicaragua, país que sigue un modelo similar al de Suecia, con los países centroamericanos que han adoptado el modelo del confinamiento a palos.

  • Panamá, país con el confinamiento más severo, registra 21.422 contagios y 448 fallecidos.
  • Costa Rica, con semi-confinamiento, 1.662 casos y 12 fallecidos. Honduras, con confinamiento (y hambre), 8.858 contagiados y 312 fallecidos.
  • El Salvador, confinados (bajo amenaza de cárcel y hambre) 3.826 contagiados y 74 fallecidos.
  • Guatemala, también en confinamiento y hambre, 9.845 contagiados y 384 fallecidos.

Cifras oficiales todas. Atendiendo dichas cifras oficiales, Nicaragua, sin confinamiento obligatorio, sin amenazas de muerte, sin hambre y sin matar su economía, se encuentra en mejores condiciones para enfrentar los efectos de la pandemia. Un ejemplo para ilustrar el aserto: las exportaciones de Nicaragua crecieron un 14,2% en los primeros cinco meses del año. Las exportaciones salvadoreñas cayeron, en mayo, el 60.48%.

Según Acción contra el Hambre, la pandemia ha duplicado, hasta 1,2 millones, el número de personas que urgen ayuda alimentaria en Guatemala. En Honduras, el gobierno repartió 800.000 bolsas de comida que duraron tres días, y nada más. Se ha denunciado que Centroamérica saldrá de la pandemia con 29 millones más de pobres, como consecuencia del confinamiento de sus poblaciones y la pérdida total de ingresos. Buena parte de la clase media desaparecerá. Ese panorama oscuro será mínimo en Nicaragua. La economía ha crecido un 1,6% el primer trimestre (dato del FMI); el invierno está siendo generoso y la producción agropecuaria aumentará, de media, un 4%. Pobreza seguirá habiendo, pero el hambre será mínimo y habrá medios para hacerle frente. Esto le arde a la voxderecha, doctora en apocalipsis fracasados.

No, Nicaragua no es Alemania. Tampoco lo es Centroamérica. Locura habría sido creerse alemanes y actuar como ellos. Al final, como dice el dicho, más sabe el loco en su casa que el cuerdo en la ajena ¿No lo creen así, descreídos y desconfinados lectores?

Augusto Zamora R.

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