No estamos lejos de los funerales de la OTAN

Las relaciones de servidumbre se complican cuando los siervos las cuestionan, pero la crisis es letal cuando es el Señor el que las revienta. Recuerden aquel Pacto de Varsovia al que se le fundieron los plomos cuando su amo moscovita renegó del mantenimiento de su zona en Europa del Este mientras tejía un acuerdo de paz y distensión tras otro con su enemigo. Allí se acabó todo. Algo parecido ocurre ahora con la OTAN.
Desde 1949 ha sido la institución que resumía la sumisión, el vasallaje y la tutela de Estados Unidos sobre Europa occidental. La seguridad europea ha estado desde entonces bajo mando del comandante de las fuerzas armadas de Estados Unidos en Europa. Sus secretarios generales eran y son europeos pero siempre fueron títeres del Pentágono sometidos a una vigilancia absoluta por parte de sus mentores (Javier Solana tenía micrófono hasta en el retrete). Ahora Trump reniega de la OTAN alegando motivos contables y todo se tambalea. Los vasallos no saben qué hacer. Prometen incrementar el gasto de defensa, recuerdan, reviven y provocan los peligros moscovitas que mantuvieron vivo y unido a todo el club durante décadas, y la declaración del presidente del Consejo Europeo suena a grito desesperado: “América no tiene, y no tendrá, mejor aliado que Europa”.
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