OTAN – Alguien pregunta por Freud

Es posible que los jefes de estado europeos se estén habituando al lenguaje ríspido y a la ausencia de urbanidad básica de Donald Trump, pero entre los analistas no faltan quienes creen que las diferencias y asuntos irresolutos del Pacto Comunitario son de tal naturaleza, que predomina el miedo a un cisma y eso les les lleva a pasar por alto las groserías y guantazos del presidente norteamericano.

La recién cerrada Cumbre de la OTAN tiene algo de eso y otro tanto de varios aquellos. Según medios de prensa, el documento final fue redactado y sometido a criterio de los 29 participantes antes de la reunión y el cierre del encuentro. Así lo exigió Washington y casi seguro los de Canadá y el Viejo Continente imaginaron sería preferible ese anticipo  para evitar un desenlace tan zafio como el ocurrido en la Cumbre del G-7.

De todos modos, pese a lo precocinado, Trump deshizo a gusto la agenda. Insistió en acusar a Alemania de subsidiar a Rusia porque le compra gas mientras, dijo,  deja de pagar a Estados Unidos que la defiende. ¿De qué? Trump desdeña las contribuciones germanas a la OTAN pese a ser el segundo gran donante de fondos para la Alianza, con su 14%.  EE.UU., ciertamente, da la mayor porción, pero también recibe hasta en exceso, pues esas naciones que le acompañan en aventuras o empresas  de dudosa moralidad, lo hacen a partir de o en pro de intereses estadounidenses ajenos a la hipotética  protección emanada del Gran Hermano.

Trump no tiene reparos en usar cifras abultadas o falsas, le reprochan. En definitiva para él la política no es otra cosa que un negocio y una vez lanzado a lo que  él considera  una reparación de su país, culpa a todos los demás de los desatinos, pifias y resbalones cometidos. El déficit comercial no lo inventaron ni China ni la Unión Europea. A semejanza de otras insuficiencias,  fue provocado por políticas incorrectas o lo considerado oportuno en otros momentos por sus antecesores.

Sobran pruebas de los yerros o debilidades. Una de ellas fue la debacle financiera del 2007. Nadie les ha forzado, no le impusieron sus altas deudas internas, inconcebibles con las ventajas financieras que les propician el dólar y su preeminencia  hegemónica global o sus antecedentes industriales.

El enfoque hostil hacia Rusia no es patrimonio del mandatario estadounidense ni un tema nuevo en la agenda imperial. Ese paso fue iniciado en los años 90 y buscaba evitar que la Rusia capitalista, en apuros pero con arsenales atómicos y un vasto y rico territorio,  estrechara lazos con la zona occidental del Viejo Continente y, poco o mucho, Washington perdiera algo de su influencia.

Rusia cometió el error de recuperar su economía y restablecer el ejército, junto con el andamiaje tecno-científico nacional que lo sustenta. También se atrevieron a cantarle un réquiem a la unipolaridad y colocarse en favor de un mundo multipolar en todos los órdenes. Tuvieron, asimismo, la insolencia de actuar en serio contra el Califato Islámico, ayudando a los sirios, exitosamente,  en la liquidación de los terroristas. Son hechos imperdonables y base para culpar a los rusos de cuanto problema se pierde en el ámbito internacional. Darles el mérito que se ganaron, resulta insoportable para Washington.

Por supuesto que el Kremlin les facilitó la campaña cuando decide recuperar Crimea, territorio suyo desde la época zarista. Como la mayor parte de la población radicada en esa península es rusa, el referéndum popular para saber si deseaban el reintegro, tuvo un altísimo porcentaje de beneplácito.  De hacer hoy otra consulta masiva, el resultado no sería diferente, aun cuando desde fuera, crean interpretar mejor que esos ciudadanos sus deseos y derechos.

En la cumbre de la OTAN del 2014, en Gales, no por casualidad, EE.UU. decide  oficializar “el enemigo” y fortificaron la tendencia previa de tratar a Moscú como en la era soviética, cuando sí existían móviles ideológicos justificantes para la enemistad.

Eso se mantuvo en este encuentro de la Alianza Atlántica pues a Rusia la ubican como el mayor peligro a encarar por el pacto. Trump  emplea el ¡ahí viene el coco!  Al decirle a los alemanes que Estados Unidos los defiende de Moscú, pero ellos subvencionan  a  los rusos al comprarle energía de gasoductos directos, cuando debieran adquirir el de esquisto ofertado por las empresas estadounidenses.

Los enfoques de Trump siempre giran sobre los intereses económicos incluso  ariesgando temas de gran relevancia mundial. Él es tan él mismo que no tiene pena de hacerle propaganda a la industria de guerra norteamericana. Lo hizo en declaraciones garantizando la superioridad de las armas estadounidenses. Solo le faltó decir: usen el aumento de los presupuestos militares para comprarlas.

Él plantea la seguridad militar que se supone está dando, en términos de ganancias por una mercancía vendible.

Se  adentra tan a lo silvestre en los asuntos que fue capaz de responder a una pregunta del londinense The Sun  denigrando el proyecto de separación de la UE presentado la víspera por Theresa May a Bruselas. Afectará las relaciones económicas con Estados Unidos dijo, añadiendo que le había indicado a la premier cómo proceder, pero ella no lo escuchó. El dardo dirigido a una jefa de estado en circunstancias domésticas difíciles, mostró su escaso respeto por aquellos a quienes tilda de amigos.

En este caso, su prepotente enfoque recibió una vigorosa respuesta. Ante todo, las manifestaciones populares contra el visitante fueron enormes. Destacados también fueron los criterios expuestos por legisladores de todos los credos, criticando la intromisión desfachatada del jefe de la Casa Blanca en temas internos del país.

Los británicos no se salieron del reglamento protocolario pese a tan escandalosa falta de respeto a su anfitriona. El gabinete de la premier, al contrario, emitió declaraciones de buena voluntad, dando seguridades, en oposición a Trump, de que los dos países lograrían un buen acuerdo comercial.

Estos no son todos los truenos sonando cuando menudean las discordias en Europa y más allá, incentivadas por el delirante Trump  en vísperas del encuentro con Vladimir Putin en Helsinki, pero indican tormentas, más de una, y no precisamente apacibles.

Elsa Claro

Elsa Claro: Periodista cubana especializada en temas internacionales.

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