Países sometidos al armamentismo

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A lo largo de la historia las divisiones entre poderosos y sometidos se repite. La defensa ha sido la motivación para crear armamento de todo tipo. La obligación de naciones amenazadas, es armarse y ampliar su arsenal bélico. Es un círculo vicioso. Y los países que no tienen armamento, de hecho, no son amenazados con la intensidad como aquellos que tienen recursos naturales importantes para la industria, incluida la bélica.

Continuamos con la reflexión sobre la utilidad del armamentismo espectacular por las acciones que pueden llevar a cabo. Es importante que la sociedad mundial se haga la pregunta de cuánto se ganaría para gastos médicos, alimentos, buenos sueldos, presupuestos para mejorar el sistema de educación, para cuidar el medio ambiente y para el bienestar, si no se destinaran millones a la fabricación o compra de un avión de guerra sofisticado.

Es del presupuesto anual de donde se destinan los gastos para que una nación se arme, o para que mejore su arsenal. El excesivo presupuesto utilizado en armamento militar, sobre todo en países que no tendrían por qué armarse, es un paso hacia la pobreza, pues las armas no benefician a la población.

Insistimos en que las voluntad política de las naciones deben unirse para ir desarmando al mundo, sobre todo, para salir del peligro de una guerra nuclear. Al mismo tiempo, las exigencias a organizaciones como Naciones Unidas tienen que aumentar para hacer un llamado a la buena voluntad de aquellos países que basan su economía en la industria militar.

En contraparte, están aquellas naciones que han desarrollado, como respuesta para su defensa, una industria militar, también, con tecnología competitiva y cada vez más futurista.

Y aunque la ONU continúa con su esfuerzo por liberar a los países del círculo vicioso del armamentismo, éste aumenta constantemente. El gasto de la industria bélica para garantizar la paz es de un aproximado de 2 billones de dólares, cantidad suficiente para una campaña mundial amplia para romper dicho círculo.

La cantidad mencionada aparece en un boletín reciente del Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Sipri por sus siglas en inglés). Además, se calcula que el gasto en armamento aumentó 2.6 por ciento en comparación con 2019.

De acuerdo con Naciones Unidas, los esfuerzos tendrán que reforzarse para disminuir, en forma programada, el gasto superfluo que empobrece a los países. En el Sipri se estudian los conflictos que provocan las guerras, su desarrollo y la posibilidad de terminar con la disputa de acuerdo a los tratados internacionales. Se plantean las posibilidades de pacificación entre los países implicados. También proponen alternativas para la paz permanente.

Pero con el aumento de la fabricación de equipos militares, la posibilidad de que surja una guerra en cualquier momento y en cualquier región del mundo deja claro que la paz mundial es un proyecto difícil de llevar a cabo, por lo menos a corto plazo. Sobre todo, porque con Estados Unidos a la cabeza de los países más armados y con diseños de vanguardia en temas bélicos, la oportunidad de un cese a la carrera armamentista disminuye. Aunque no es imposible si las demandas en ese sentido por parte de la comunidad internacional se priorizan.

Las políticas públicas a favor del alto a la fabricación de más armamento bélico podría plantearse sobre la base de la conservación y la optimización de la extracción y procesamiento de recursos naturales no renovables.

Todos estos recursos deben utilizarse a favor de la reconstrucción ambiental y para asegurar la producción y abasto de las necesidades principales, como lo son los alimentos, y para la producción de insumos de todas las áreas que nos garanticen la salud, la educación, el desarrollo de las ciencias y, en términos generales, para satisfacer las necesidades de cualquier país.

Romper el círculo vicioso del armamentismo es un paso hacia una etapa de mayor civilidad, entendimiento y garantía de que la política del garrote terminó. No más armas, no más bloqueos económicos, políticos y, sí, políticas de solidaridad y entendimiento entre todas las naciones.

Antonio Gershenson

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