Pandemia: la visión de la UNCTAD

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La semana pasada apareció el Informe sobre el Comercio y el Desarrollo 2020, reporte anual emblemático de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. De la docena de documentos anuales de los principales organismos multilaterales, éste es el que en mayor profundidad analiza la evolución y perspectiva de la economía real –la producción e intercambio de bienes y servicios, incluidos los tecnológicos– sin dejar de atender a las cuestiones financieras, que suelen constituir el asunto central de los demás.

Recuérdese que la Unctad fue establecida en 1964 por iniciativa de Latinoamérica y la Cepal, conducida por el gran economista argentino Raúl Prebisch. Sólo la cerrada oposición de las naciones avanzadas impidió que la Unctad se convirtiera en organismo especializado. Ha continuado como órgano dependiente de la Asamblea General y la calidad de sus trabajos es reconocida y respetada.

Resultaba impensable que el ICD2020 –subtitulado De la pandemia mundial a la prosperidad para todos: evitar otra década perdida– tuviese otro foco de atención. Examina, en secciones sucesivas: a) los factores que, en el curso del decenio pasado, condujeron a la pandemia y a sus primeras, tremendas repercusiones. Concatena el gran confinamiento de 2020 con la Gran Recesión desde finales del primer decenio del siglo; b) el alcance y gravedad de sus consecuencias sobre la producción, el empleo y los salarios, el comercio, los ingresos y la desigualdad, ya abrumadores en este primer año, y su proyección en el decenio que se inicia, y c) la orientación y contenido básico de una estrategia global, concebida como un plan de recuperación mundial, para superar tales consecuencias y encauzar el desarrollo futuro por rumbos más equitativos y menos vulnerables. Esta nota y las dos siguientes resumirán los señalamientos centrales del documento (disponible, por el momento sólo en inglés, con un resumen en otras lenguas, en www.unctad.org).

La mayor aproximación lograda hasta ahora a una estrategia económica global fue la suma de acciones inconexas con que en diversos momentos se respondió a la Gran Recesión. Se buscó, por diversos medios, recuperar la confianza, el crecimiento y el empleo; reparar el sistema financiero para reanudar la concesión de préstamos; fortalecer la regulación financiera, para recuperar la confianza en el sector; financiar y reformar las instituciones financieras internacionales para ayudar a superar esa crisis y prevenir otras futuras; promover el comercio y las inversiones globales, rechazar el proteccionismo y propiciar una recuperación que fuese inclusiva y ambientalmente sostenible. Todo desembocó en una recuperación frágil, insuficiente y desigual; en la persistencia de altos niveles de desocupación, en especial entre los jóvenes; en insuficiencias persistentes y generalizadas de la inversión productiva, y en un creciente deterioro ambiental. A finales de 2019, sin embargo, se expresaba confianza en el fortalecimiento y generalización de cierta recuperación económica.

Tal como surgió, la pandemia fue un fenómeno inesperado, que sorprendió al mundo, aunque la amenaza de nuevas enfermedades zoonóticas ha sido advertida por largo tiempo. Se trata de amenazas relacionadas con la destrucción de hábitats naturales y su sustitución por explotaciones de ganadería intensiva, entre otras actividades que han tensionado, hasta el punto de rompimiento, las conexiones entre el cuidado ambiental y la expansión productiva. Si bien los científicos y los especialistas en salud pública adviertieron periódicamente del peligro potencial, los intereses creados del mundo del comercio restaron importancia a los riesgos para la salud [..,] por temor a que pudieran verse perjudicadas sus cuentas de resultados. Además, los recursos financieros necesarios para luchar contra la propagación de enfermedades zoonóticas parecen insignificantes en comparación con los costos que ocasiona la crisis. Y una vez más son los más vulnerables los que resultan más perjudicados.

En este año, los efectos económicos de la pandemia se difundieron con rapidez mediante cuatro principales canales de transmisión: 1) la reducción espontánea del consumo de productos y servicios no esenciales debido al temor de contagio; 2) la caída de la invesión privada a causa de la reducción actual y esperada de la demanda, sobre todo en naciones cuyo crecimiento ya había disminuido; 3) la búsqueda de seguridad por parte de los inversionistas, que se refugiaron en valores gubernamentales de los países avanzados, especialmente los de Estados Unidos, y 4) el aumento de las restricciones al crédito y la elevación de sus costos.

Ahora, hacia el final del año de la pandemia, existe el riesgo de que no pueda evitarse un segundo confinamiento generalizado y el riesgo más inmediato de que vuelva a optarse por un ajuste fiscal prematuro, que daría lugar a que la recuperación (que empezó a advertirse en algunos sectores y regiones) se esfume en el próximo año y que en 2022 la doble recesión sea una posibilidad real en muchas naciones.

Jorge Eduardo Navarrete

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