Pobreza e inseguridad alimentaria: Las endemias visibles por la actual pandemia

La pandemia no sólo ha posicionado y visibilizado ante la opinión pública problemas sociales existentes por décadas y que los organismos internacionales siempre desviaron la vista y carecieron de operatividad para buscar respuestas y soluciones, sino que también revela que los gobiernos progresistas en la región siempre estuvieron a la vanguardia y han permanecido a la par del pueblo atendiendo situaciones de emergencia, a diferencia de los gobiernos de derecha facistas que llegaron al poder para lucrarse a partir de las desgracias del pueblo.

Distintas organizaciones y agencias especializadas del sistema de Naciones Unidas han brindado recientemente informes sobre los efectos derivados de la actual pandemia del coronavirus para América Latina y el Caribe. El Programa Mundial de Alimentos (PMA), por ejemplo, señala que alrededor de 14 millones de personas quedarán en un estado de “inseguridad alimentaria severa”; la CEPAL por su parte estima una contracción económica de las actividades productivas alrededor del 5,3%; seguida de las declaraciones de la OIT con estimaciones de 11,5 millones de nuevos desempleados; sin obviar los resultados del informe de la FAO elaborado a instancias de la presidencia pro témpore de México ante la CELAC, donde señala que el covid tendrá efecto directo en el aumento de la pobreza y el hambre en la región.

Tal parece que tenía que surgir una pandemia para colocar en la palestra del debate y punto de agenda estas situaciones estructurales derivadas de las injustas relaciones económicas imperantes a nivel mundial, cuando desde las últimas décadas del siglo pasado ya se venían
lanzando las alarmas respecto a la depredación y agotamiento de los recursos naturales necesarios para producir alimentos, y el ensanchamiento de las desigualdades o brechas sociales que separan a los países industrializados respecto a los países en vías de desarrollo.
Resulta a la vez preocupante que la misma FAO señale que para 2050 se requiera incrementar en un 60% la producción de alimentos, pero más alarmante e indignante es el hecho que sólo EE.UU consume actualmente el 40% de la producción mundial de alimentos, lo que representa una injusticia para los millones de personas que padecen hambre. Otro dato alarmante es el relacionado con el desperdicio de alimentos donde sólo los países industrializados tiran a la basura “670 millones de toneladas de comida al año, una cantidad casi igual a la producción neta de alimentos del África subsahariana” (según estimaciones de la National Geographic).

La actual pandemia está llevando a las personas a una situación de vulnerabilidad social e inseguridad alimentaria, en mayor grado aquellas poblaciones de países en vías de desarrollo donde sus gobiernos han implementado medidas de confinamiento. Sin embargo, el problema
de la inseguridad alimentaria no obedece a cuestiones de producción sino de acceso, ya que a como indica la FAO “los mercados internacionales tienen reservas de alimentos suficientes para abastecer a sus habitantes en los próximos meses” en el escenario de la pandemia, pero el dilema se presenta en que no todos pueden acceder a ellos debido a los mecanismos del mercado para acaparar, distribuir y por los altos costos de los mismos productos.

La OMS ha señalado que el virus del SARS-CoV2 (Covid-19) podría convertirse en endémico y “no desaparecer nunca”; pero cabe preguntarnos aquí ¿cuándo una instancia u organización intergubernamental se pronunció o advirtió en lo absoluto que el modelo de desarrollo imperante a escala global pretende naturalizar como endémicas aquellas situaciones estructurales originadas por el mismo sistema capitalista: la pobreza, el hambre,  la exclusión social y la deuda externa en los países en vías de desarrollo? —Nunca lo hicieron—.

Llama mucho la atención que en pleno apogeo de la pandemia algunos gobiernos, siguiendo recomendaciones de estas organizaciones internacionales, han implementado como política la entrega de “kits alimenticios”. La OMS y FAO instan a los gobiernos a crear y “reforzar
programas de apoyo nutricional para madres en edad fértil y niños menores de cinco años de edad, asegurar la alimentación escolar, expandir los programas de protección social y promover hábitos de consumo saludable”; no obstante, muchos gobiernos progresistas de la región (Nicaragua, Venezuela, Cuba, Bolivia de Evo, Brasil de Lula, por ejemplo) habían implementado estos programas años antes de que surgiera la pandemia del Covid-19, y siempre fueron objeto de críticas por sectores de la derecha regional afines a la designios del imperio quienes los tachaban de populistas o asistencialistas.

Lo contradictorio del caso es que ahora los gobiernos de derecha que están copiando estos modelos de salud comunitaria y programas alimenticios que antes ya venían implementando los países progresistas en la región, se están viendo envueltos en investigaciones abiertas por
presuntos casos de corrupción con los fondos destinados a los programas para atender la pandemia, tal es el caso de Ecuador, Colombia, El Salvador, Perú, Honduras, Guatemala, Paraguay, Brasil de Bolsonaro y Bolivia de Áñez (de acuerdo a datos proporcionados por RT).

La pandemia no sólo ha posicionado y visibilizado ante la opinión pública problemas sociales existentes por décadas y que los organismos internacionales siempre desviaron la vista y carecieron de operatividad para buscar respuestas y soluciones, sino que también revela que
los gobiernos progresistas en la región siempre estuvieron a la vanguardia y han permanecido a la par del pueblo atendiendo situaciones de emergencia, a diferencia de los gobiernos de derecha facistas que llegaron al poder para lucrarse a partir de las desgracias del pueblo.

Edwin N. Montes 

Edwin N. Montes: Director, Departamento de Filosofía, Coordinador Carrera Ciencia Política y Relaciones Internacionales, UNAN-Managua, Nicaragua.

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