Producir y des-mercantilizar vacunas

Todos los análisis coinciden en la gravedad sanitaria y económica del momento, con 150 millones de contagiados y 3 millones de muertos por Covid19 en el mundo. El problema lleva más de un año desde la declaración de la pandemia en marzo 2020 y la región latinoamericana concentra como ninguna otra la deriva económica regresiva.

“La covid-19 ha golpeado a América Latina y el Caribe, como en ningún otro lugar del mundo”, señaló el titular del BID, para enfatizar que se asiste al “peor declive desde 1821”.[1]

Se considere por donde sea el impacto económico es regresivo y se mide en crecimiento de la pobreza, el desempleo, la precariedad laboral, la desigualdad y una brutal concentración del ingreso y la riqueza, sumado al colapso sanitario. Entre otros aspectos, discrimina a los sectores más empobrecidos, las trabajadoras y los trabajadores, principalmente a mujeres y jóvenes, tal como indica el estudio del FMI en la zona latinoamericana y caribeña[2]. Para el titular del BID el crecimiento económico de la región “fue el más lento del mundo o la brecha entre ricos y pobres era una de las más amplias del mundo”.[3] Esta regresiva situación convoca al debate de problemas de coyuntura y de estructura.

Coyuntura

En la coyuntura se trata de resolver una demanda que viene de lejos en la “solución” de la pandemia y remite a la aplicación universal de las vacunas que hoy están en circulación.

Resulta interesante verificar la cantidad de vacunas en acción, con eficacia para minimizar la gravedad y desenlace de los contagios, aun cuando la diversidad supone la fragmentación de la capacidad de investigación y producción, incluso, evidencia la ausencia de cooperación internacional.

En definitiva, es resultado de la mercantilización del proceso de producción y circulación, asociado al fenómeno más general de asumir a la salud como una mercancía, en desmedro de una tradición de derecho a la salud.

Por esto es fundamental el debate suscitado por la “suspensión” de las patentes, en contra de los acuerdos de propiedad intelectual, agenda estratégica en la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Esta iniciativa por la liberación de las patentes está impulsada por más de un centenar de países y una creciente demanda de organizaciones sociales globales entre las que destaca la campaña de “médicos sin fronteras”[4], que crece en el apoyo social.

Iniciada la vacunación, se verifica la concentración de dosis entre los países con mayor capacidad de compra, discriminando a las poblaciones del mundo en función de los diferentes niveles de desarrollo y capacidad de compra de los estados nacionales.

Aun así, el ritmo de ejecución de la vacuna es pobre y apenas menos del 15% de la población mundial ha recibido por lo menos una dosis, y mucho menos recibió las dos dosis que completan el proceso recomendado.

Ello pone de manifiesto el límite de la situación actual y la demanda de actuar con rapidez para frenar los efectos desastrosos de la pandemia y en la economía, que se descarga sobre buena parte de la humanidad.

La realidad es que las patentes son detentadas y defendidas por grandes laboratorios con importantes ganancias en los balances empresarios y en la valorización de los capitales invertidos.

Es una dinámica a contramano de las condiciones de emergencia de sectores vulnerables en la economía mundial, según coinciden todos los análisis de los organismos internacionales, la academia o la prensa. No constituye una sorpresa, ya que ratifica el orden de las cosas.

Problema estructural

Esto nos lleva a la cuestión estructural, que supera el debate y resolución de la emergencia sanitaria y económica asociada a la pandemia. En ese marco, lograr la suspensión de las patentes, aun temporaria, es un punto de apoyo en una estrategia de modificaciones estructurales que amplíe derechos sociales, en particular relativos a la salud.

Supone ello un debate de ideas, político y cultural, de “orden social”. Junto a ello, la cooperación internacional para la investigación, la producción y circulación de vacunas debiera estar en el centro de la preocupación intelectual de la sociedad contemporánea.

En definitiva, aludimos a aspectos de la coyuntura y la estructura, en un tiempo donde debiera prevalecer el factor humano en la consideración de políticas públicas.

Si se piensa en América Latina y el Caribe, todas las consideraciones se agravan, ya que con una población del 8% en el ámbito mundial, reúne un tercio de contagios y muertes, con el problema de países que parecían alejados del flagelo, ahora se agregan a la vulnerabilidad.

Ya no solo preocupan Brasil, México, Colombia, Perú, Chile, Ecuador o Argentina, sino que se suman Uruguay y Paraguay que hasta hace poco parecían a salvo y más allá de la pandemia.

Desde la producción material de las soluciones es desde dónde se puede hilvanar una respuesta de fondo. Claro que no hay producción posible sin desarrollo científico y técnico, resultado de una inversión pública con suficiente densidad de promoción de potencial humano acorde con los tiempos donde la productividad se define desde la innovación y la creatividad.

No es fatal que la región sea condenada al atraso y a la desigualdad creciente. Es un fenómeno histórico social que demanda ser modificado desde el accionar humano, deliberado y consciente por otro orden local y regional, incluso con capacidad de intervenir en el ámbito global.

Producir y cooperar

Mirando a la región, el optimismo proviene de Cuba y la consolidación de años de trabajo en materia de salud, especialmente con los resultados de la vacuna Soberana.

La cooperación en materia de salud históricamente ofrecida por Cuba en sus misiones de solidaridad podría inspirar la cooperación regional en la producción y distribución de la vacuna en toda Latinoamérica y el Caribe, incluso en el ámbito mundial.

Pese al bloqueo, Cuba marca el camino de un rumbo soberano para resolver en condiciones desiguales sus problemas.

En otro plano de potencialidad regional, Argentina acordó oportunamente la cooperación en la producción de la vacuna “AstraZeneca”, que debió fraccionarse en México, aun cuando se completó el proceso en EEUU.

Ahora trascendió el acuerdo para producir la “Sputnik V” en la Provincia de Buenos Aires, con pretensión de abastecimiento local y regional.

Ambos casos, Cuba y Argentina, ponen de manifiesto la capacidad de investigación y de producción en momentos en que hacen falta esfuerzos conjuntos para resolver problemas en el corto y mediano plazo, ya que las vacunas serán necesarias ante la continuidad de la pandemia.

La ausencia de cooperación mundial evidencia la vulnerabilidad de la sociedad contemporánea, por lo que debe estimularse un proceso de integración y colaboración entre los estados de América Latina y el Caribe.

Es una cuestión de supervivencia de la humanidad, que se juega en una población que soporta gravemente el flagelo pandémico.

Nuevamente el desafío podrá resolverse desde la integración no subordinada y en perspectiva de ampliar derechos sociales.

Julio C. Gambina

Julio C. Gambina: Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP.

Notas:

[1] Latinoamérica sufre el peor declive económico en 200 años, señala el BID. Este contenido fue publicado el 20 abril 2021 – 20:5020 abril 2021 – 20:50, en: https://www.swissinfo.ch/spa/am%C3%A9rica-prensa_latinoam%C3%A9rica-sufre-el-peor-declive-econ%C3%B3mico-en-200-a%C3%B1os–se%C3%B1ala-el-bid/46551656

[2] FMI, en: https://blog-dialogoafondo.imf.org/?p=15489

[3] Ibidem

[4] MSF, en: https://www.msf.org.ar/firmar/no-patentes-en-pandemia

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