¿Qué mosca le ha picado a Macron?
El presidente francés avanza posiciones en Europa mientras se agrava su bancarrota interior.
Qué mosca le ha picado a Emmanuel Macron? De repente el presidente francés se ha puesto a cuestionarlo todo en Europa. El tope del 3% para los déficits presupuestarios, el estúpido y asfixiante dogma de la austeridad alemana, la intervención occidental en Oriente Medio, «un error desde el principio de este siglo», dice, que comienza con Irak, salta a Libia y llega a Siria, la geopolítica americana en Europa, con su «histeria» contra Rusia y su Otan en «muerte cerebral». En lugar de eso habría que «reflexionar, con Rusia», sobre «una arquitectura de confianza y seguridad» para el continente… Muchas cosas para una sola entrevista (a The Economist, el 7 de noviembre).
Las declaraciones no gustaron a Trump. «Desagradables y muy insultantes», dijo. Y tampoco a Merkel, que las calificó como «juicio radical». Merkel y Macron están en plena pelea por el liderazgo en la Unión Europea. No es que el «eje franco-alemán» no exista: es que hay un enfrentamiento público y abierto. Su balance es ambiguo puesto que todas las medidas que Macron ha propuesto hasta ahora, el presupuesto para la zona euro, sus pasos para una reforma de la UE o el impuesto digital, por citar tres de ellas, han quedado en agua de borrajas. Sin embargo, Merkel está de capa caída, en prejubilación, su sucesora designada, Annegret Kramp-Karrenbauer, dejémoslo en Señora KK, augura en cuanto a capacidad lo que sus iniciales anuncian, y además, y sobre todo, Alemania está en recesión por lo que su medicina ya ni siquiera tiene el prestigio que le daba la apariencia de funcionar bien en el propio país aunque fuera a costa de los demás.
En ese contexto, son los conceptos y discursos de Emmanuel Macron los que se abren camino: «la Europa que protege», el «Green Deal europeo», que la nueva presidenta de la Comisión Europea ha hecho suyo, el énfasis sobre la «soberanía europea»…
La lectura de todo esto es bastante banal: dentro de la crisis desintegradora de la UE, hay un pulso entre Francia y Alemania por la relevancia y la hegemonía en Europa, y en este pulso Macron tiene la iniciativa. Ha sido interesante en este sentido, la reunión de cuatro presidentes (Macron, Putin, Zelensky y Merkel) sobre el conflicto ucraniano mantenida el lunes en el París. Ese conflicto es resultado directo, y responsabilidad principal, de Estados Unidos y la UE bajo liderazgo alemán.
Desde 2014, cuando se produjo la operación de cambio de régimen en Kiev, la UE y Estados Unidos han brindado a Ucrania nada menos que 20.000 millones de dólares en ayuda militar y económica, a razón de seis millardos de Washington y doce millardos de la Unión Europea, según la estimación de dos altos funcionarios americanos (David Holmes y Fiona Hill) responsables de tal ayuda. Diez mil muertos después, se constata que todo eso no ha servido para nada a la UE (sí que ha servido a la OTAN que mantiene su utilidad disimulando su «muerte cerebral» y manteniendo artificialmente la división este/oeste), y parece avanzarse en el sentido común de que de la solución del conflicto ucraniano depende la estabilidad en el continente europeo y la construcción de esa «nueva arquitectura», que Macron menciona ahora y que en Moscú se pide desde hace casi treinta años, desde la Carta de París para la nueva Europa de la OSCE.
Así que la pregunta ¿qué mosca le ha picado? no tiene que ver con esto, que es puro sentido común, sino con la situación interior francesa. ¿Cómo casa «La Europa que protege» con su voluntad de forzar una nueva ofensiva de desmonte social en Francia? ¿Cómo entender su reivindicación de soberanía, cuando la francesa es rehén de la línea económica europea que sigue con tanto fervor?
En Francia el cuestionamiento de Macron y de todo su mundo , avanza posiciones. No se trata de la «reforma» (en realidad una demolición) del sistema de pensiones, que sigue los requerimientos de la propia UE de rebajar un 20% las pensiones en Francia. Olvídense de las simplezas que se leen en los medios de comunicación establecidos de este país, donde una legión de inútiles consagrados repiten una y otra vez toda la propaganda neoliberal que gusta a sus empresas en su crónica francesa. De lo que se trata es de la degradación de la vida: las pensiones, sí, pero también las condiciones generales de trabajo, el engordamiento de las grandes fortunas, la desvergüenza de los medios de comunicación a su servicio, el desmantelamiento del sector público, la pérdida de sentido de los oficios, el estrés generalizado en el puesto de trabajo que determinan los recortes, la explotación y la digitalización, la degradación del servicio de correos, de los ferrocarriles, del sistema sanitario, del sistema republicano de educación… Todo eso tiene una historia de treinta años detrás. No viene de Macron ni concierne solo a Francia, pero el joven Macron es su último abogado y un decidido y enérgico defensor en Francia. Un neoliberal agresivo y trasnochado que surge tras el hundimiento moral del neoliberalismo y que se impone a base de una violencia policial inusitada desde una base social bien pequeña. Hace tiempo que sabemos que este jovencito corre muchos riesgos.
Francia tiene el sistema de pensiones mejor del continente (no hay apenas jubilados pobres en Francia, a diferencia de Alemania), porque su gente se lo ganó haciéndose respetar. Y ahora parece que no les da la gana ceder como se ha hecho en otros países. Parece que está llegando la gota que desborda el vaso. «La retraite, on s’est battu pour la gagner, on se battra pour la garder», dice el sindicato CGT. Pero no se trata de los sindicatos, sino de la gente, algo mucho más grave para el establishment.
Lo hemos dicho muchas veces: En Francia la acción popular directa tiene una legitimidad histórica que se desprende de su historia social, la más rica y exitosa del continente. Si en Francia no cambia nada, en la UE no pasará gran cosa. Con los gilets jaunes ya tuvimos una señal de «pueblo organizado». Ahora se perfila el espectro de una convergencia de luchas y malestares sectoriales y populares. Si eso cuaja, no Francia, sino toda la UE se tambaleará, porque por poco que se escarbe en el Elíseo se llega siempre a Bruselas, a la Europa de las finanzas (esa estafadora que nos desplumó en 2008) y a las grandes corporaciones. A toda una lógica de vida en la que lo humano es un factor económico y no al revés. Por todo eso, el pulso de Francia es fundamental y la mosca de Macron anecdótica.
Rafael Poch
Rafael Poch: Corresponsal en París de La Vanguardia.
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